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21 diciembre, 2015

PP, CiU (o DiL) y el tontolnabo

A veces nos topamos con lo inesperado. Lo inesperado es, simplemente, lo que no se espera. Y lo que no se espera podría haber sido un billete de 50 euros. Ya puestos a no esperar, un billete habría estado bien. O podría haberme topado con un batallón de espartanos despistados en busca de su paso de las Termópilas. Podría, porque los caminos de la física cuántica son inescrutables. Pero no. Tuvo que ser con un convergente más pesado que un dolor de muelas. Igual creyó que yo era estúpido. O igual ni siquiera lo creyó y se convenció nada más verme de que yo era estúpido. El caso es que me dio una chapa increíble durante...no sé, no llegó a la eternidad, pero cinco minutos más y la traspasamos. ¿Y qué me contaba el iluminado-salva-parias-estúpidos? Pues decía el zoquete que no entendía cómo en España se continuaba votando al PP. ¡Acabáramos! ¡Ya estamos con la matraca de siempre! Que si el PP roba. Que si el tesorero del PP está en la cárcel. Que si España es su corralito de los peperos. Que los españoles son muy tontos votando a quienes les han dado tradicionalmente por el culo. Porque, parece ser, dar por culo se puede hacer por la versión tradicional. Yo desconozco las otras y las diferencias. Pero debe haberlas. El caso es que el zoquete de marras no entendía que un partido corrupto, con una cúpula que solo sabe chupar del bote y esquilmar los fondos públicos, siguiera siendo el partido más votado. Claro, algo de razón tenía el pesado. O mucha. Pero él, dale que te pego en plan martillo percutor. Que sí, le decía yo, que vaya con los españoles del PP. ¡Ay! ¡Mecachis! Y cosas así.

Yo, en mis cabales, no suelo disputar. Soy más de aguantar y sonreír... como un estúpido, claro. Para qué, me digo. Me lo digo así, como para mis adentros, para que no se me oiga. Porque discutir por discutir es tontería. Es que al final todos acabamos sentados sobre nuestras propias miserias. Para qué perder el tiempo. Pero he de admitir que el convergente era perseverante. Y la chapa del zoquete acabó con mi paciencia. No soportaba más la ristra de tonterías con las que me abofeteaba. Me llevó tan al límite que ya, cuando me harté, le miré con cierta ira. O igual solo le miré sobrepasado. O con desconcierto. O quizás solo como un estúpido. El caso es que le miré y pensé en decirle: pero, ¿tú te oyes, payaso? Dime, ¿a quiénes les han embargado las sedes, imputado al tesorero, humillado a su familia enseña? Dime, ¿no crees que tus admirados superiores no se han llenado los bolsillos a manos llenas con el dinero público? Pero, ¿tú te has oído, tontolnabo? Y de verdad que pensé en decirle todo eso. Así, a mala leche y en la boca del estómago. Aún aguanté unos segundos la mirada. Pero, en vez de salirme un esputo dañino, le solté: Mira, sinceramente, soy homosexual y ahora solo pienso en darte o en que me des, así que ves afilando el puñal, que de esta te hago un hombre. ¡Prueba superada! El pelma se dio media vuelta y se escondió entre unos amiguetes vestidos con lacostes y ralphlaurenes.