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19 agosto, 2016

La corrupción en naranja

Sí, lo sé. Ya sé que lo dije antes. Pero insisto. ¿Por qué? Pues porque si ellos insisten en robar impunemente, yo insisto en escupirles a la cara lo que pienso sobre ellos. Además, ahora se nos está vendiendo otra tergiversación más. Y no, no trago. Todo viene de un artículo anterior. Por si alguien quiere volver a leer la fuente,  aquí la dejo. Pero voy al grano. Retomo en aquella idea de que los corruptores y corruptos se esfuerzan mucho y bien en hacernos creer que la corrupción es cosa de todos. Que todos estamos hasta el cuello del lodo cavernario y que, por lo tanto, no hay grandes diferencias entre Granados o Pujol y aquél que se ahorra el IVA en un chapuza casera. Ésa es la igualdad que ellos proclaman. España es una país libre de iguales, anuncian. Falso de todas todas. Y lo peor no es que lo digan, lo peor es que hay algunos millones de imbéciles dispuestos a creérselo.

Osea, tal y como lo presentan, parece que nadie sea culpable de esta corrupción sistémica. Todos nos hemos metido algo en el bolsillo que no nos correspondía. Que no, que no somos estúpidos. Que no nos creemos que los instaladores de Ikea vayan dejando miles de euros en los armarios. Que no nos creemos que inútiles como los que conocemos -Granados, Pujol, Blesa o Rato- puedan enriquecerse, si no es a costa de nosotros. Ahora ya no cuela. Que no nos creemos que Barberá o Martínez-Pujalte no se hayan aprovechado de su situación con la connivencia de su partido. La corrupción es sistémica, sí. Tenemos una corrupción perfectamente engranada en los mecanismos de poder. Por tanto, la maquinaria es corrupta. Y esta es la cuestión fundamental. Porque no tenemos una policía corrupta ni unos funcionarios corruptos. No tenemos una sociedad corrupta, digan lo que digan los voceras de turno. Pero tenemos un sistema en el que los partidos políticos se corrompen fácilmente para financiarse de forma ilegal. Y de paso, algún aprovechado ha engordado sus cuentas en el extranjero. ¿Y los responsables de esos partidos? Permitieron la corrupción. La permitieron conscientemente porque nunca legislaron ni hicieron nada para impedirla. Y sí, he dicho conscientemente. Hicieron la vista gorda ante el rumor lejano de los billetes galopando hacia el partido o a bolsillos amigos. En fin, que les acuso a ellos y solo a ellos de la mierda que flota en la caverna. Esa mierda es suya y no nuestra. El que ha gobernado y ha permitido, por acción u omisión, la corrupción generalizada es culpable. ¿Por qué? Pues porque alguien les eligió para gobernar, no para hacerse el idiota. Y, a todo esto, hora viene Rivera a enseñarnos la "nueva política". Ahora viene Rivera con su "altura de miras". Ahora viene Rivera para comerse sus palabras, aquellas que anunciaron a bombo y platillo que jamás apoyaría un gobierno de Mariano Rajoy. Ahora viene Rivera con seis medidas anticorrupción que solo intentan maquillar su apoyo a un gobierno de Rajoy. Pero Rivera no regenerará nada, absolutamente nada. Rivera navega sin timón por aguas bravas y comiéndose uno tras otro sus propios sapos. O igual es que la "altura de miras" consiste en mirar hacia arriba mientras te mueves por el mismo cieno maloliente que otros han alimentado en la caverna. Sí, debe ser esto último. Y, por lo tanto, nos trata de idiotas.


10 agosto, 2016

Me avergüenzo en catalán

Me avergüenzo, no lo puedo remediar. Llevo toda mi vida metido en la caverna y conozco perfectamente cómo funciona, pero me avergüenzo. Y es que, aunque lo sospeches, ver la desfachatez, el descaro, la impunidad con la que se mueven y mienten estos mentecatos, me supera. Parece ser que ayer, en can Rahola, situada en la población pijiguay de Cadaqués, Girona, se reunieron una serie de amiguetes. La histriónica y contumaz discutidora Rahola puso el escenario. Una mujer que discute igual que engulliría un podenco en una jamonería. No debe ser de paladar fino en cuanto a ideas, seguro. Eso sí, patriota a más no poder. Y no entiendo cómo no ha posado aún enseñando una teta y liderando al pueblo catalán hacia Ítaca. Pero sigamos y salgamos del cardado Rahola. Como destacado invitado, el molt honorable senyor Puigdemont, ejerciendo de cantante de club demodé. Pero aquí no acaba la cosa. El panzudo Laporta, otro histriónico engreído que gusta bañarse en Moët Chandon, se mostraba con gafas de sol oscuras dentro del salón. Lo de las gafas de sol era para dar realce o para esconder la ingesta etílica, o para ambas cosas. Y cuidadín con Laporta, que éste, con una copa de más, también es capaz de arrastrar al pueblo catalán a Ítaca o al lado oscuro junto a Darth Vader a través del hiperespacio. Es igual, está acostumbrado a hacer lo que le salga de la panza sin que nadie le lleve la contraria. Y a partir de aquí, pues un jefe de policía, algunos periodistas, algún empresario, algún político más,..., es decir, lo más excelso de esta decadente sociedad catalana que se envuelve en la cuatribarrada para prepararnos una croqueta indigesta, pero que nos tragamos como indigentes.

Me avergüenzo. Y mucho que me avergüenzo. Pero ya no tanto por estas escenas esperpénticas que, sinceramente, me la traen al pairo, sino porque si esto mismo hubiera ocurrido en Madrid, ahora los ladridos de perros se escucharían en Tumbuctú. Si se hubieran reunido el presidente del gobierno junto con otros políticos, periodistas, expresidentes de clubes de fútbol, empresarios, responsables policiales y demás personajillos en la casa madrileña de... pongamos... Ana Rosa Quintana, cualquiera de nosotros estaría escandalizado y los puristas catalanes escupirían con desprecio la afrenta. Pero, sin embargo, ellos sí pueden hacerlo con impunidad porque la victimización en la que se sumergen les da alas para exhibirse sin recato. Son la élite, lo saben ellos y nadie lo pone en duda, y tienen bula moral. Así se exhiben. Me avergüenzo y mucho. Pero sobre todo me avergüenzo porque hay dos millones de catalanes que disculpan y protegen estos comportamientos obscenos.

De todas formas, que nadie olvide que llevo tiempo avergonzado, y mucho, con los ocho millones de votantes que amparan con sus votos a un partido que ha ejercido o disimulado la corrupción política. Ellos también con desfachatez e impunidad. No sea ahora que, por morder a tirios, se me envalentonen los troyanos.

06 julio, 2016

Messi y la princesa

Messi, el artista del balón. A ver, incautos, plateemos el debate Messi-Ronaldo cuanto antes y cerremos el tema. Qué, cada cual sigue en sus trece, ¿no? Pues, ya está. Tema cerrado. En la caverna somos mucho de vernos reflejados en estos tipos de las patadas a la pelotita. El otro día le pregunté a un tipo si sabía quién era Gregorio Marañón y me dijo, "eh... sí, es el del hospital.... ¿no? Ah, no, no, espera, Marañón... sí, ya sé, jugador del Espanyol de Barcelona de los años ochenta, ¿a que sí?". "Exacto", le contesté, "ahí le has dado; da gusto hablar con entendidos". Pues, bueno, así todo en la caverna. ¿Qué se puede esperar de un país gobernado por un tipo que dice leer el Marca y quizás nada más? ¿Alguna revista cultural o científica, señor presidente? Eh... sí, muy y mucho cultura en España.

Pero vamos al asunto. Messi, 21 meses de prisión por defraudar a Hacienda. El abogado del estado, con buen criterio, defendía a la caverna... al estado, queria decir. Que para eso le paga el estado. Al margen de los que solo ven pelotas, las de fútbol digo, cualquier persona que exija respuestas de un estado que debe protegernos entenderá que no se puede permitir que nadie nos engañe. Ni Messi ni la madre que parió al mismísimo Gregorio Marañón. Y no valen excusas de ninguna clase. Messi no sabía, Messi confiaba en su padre y en sus asesores, Messi se dejaba hacer. Nada de nada. Por cierto, ahora me acuerdo, la princesa no sabía, la princesa confiaba en su marido y en sus asesores, la princesa se dejaba hacer -en cuanto a impuestos me refiero, claro, que dicho así parece que se dejara hacer otras cosas y yo no sé si tánto tánto. En fin, vamos al grano. Que el abogado del estado en el caso de la princesa no actúe igual que en el caso Messi, ¿se debe a algún tecnicismo que se escapa a mi limitada comprensión? Porque, si no es así, que se juzgue y se condene a Messi deja de tener sentido cuando a la princesa, la que se dejaba hacer, no se le condene por el mismo delito. Que sea princesa solo le tendría que dar privilegios a la hora de besar sapos, pero no a la hora de pagar sus impuestos. Y si no se pueden cambiar los abogados, igual deberíamos ir pensando en cambiar la caverna... el estado, digo.

05 julio, 2016

Descorruptores de mierda

La caverna está corrupta, ¿quién la descorromperá? Difícil. En pocos países occidentales hay un partido político con tántos y tan importantes cargos acusados de corrupción. El PP y en España, por supuesto. Nuestra caverna es muy y mucha caverna, como diría el pasmado. Convergència, también. La cavernita es una replica de la caverna. Pero, ¿por qué estos partidos están tan asquerosamente manchados por la corrupción? Pues porque han tocado dinero. Han tocado mucho dinero y, claro, algo se te queda pegado en los dedos. Y el PSOE, también. Ya ha pagado por ello en alguna ocasión. Pero no nos aceleremos. No creo, sinceramente, que ninguno de los tres partidos sea especialmente mafioso. Mis tentaciones tengo, lo admito. Pero intentemos ser justos y objetivos. Lo vuelvo a decir: no creo que ni PP ni PSOE ni CDC sean partidos mafiosos. Pero han tocado mucho dinero y algo se les ha quedado enganchado en los dedos, también lo vuelvo a decir.

Claro, dicho así, parece que nadie sea culpable de esta corrupción sistémica. ¡Es que los billetes de quinientos son muy pegajosos! No, querido, eso tampoco. La corrupción es sistémica, sí. Es decir, tenemos una corrupción perfectamente engranada en los mecanismos de poder. La maquinaria es corrupta, ¿quién la descorromperá? Y ahí está la cuestión. No tenemos una policía corrupta. No tenemos unos funcionarios corruptos. No tenemos una sociedad corrupta. Digan lo que digan los voceras de turno. Pero tenemos un sistema en el que los partidos políticos se corrompen fácilmente para financiarse de forma ilegal. Y de paso algún aprovechado engorda una cuenta en Suiza. La cuestión está entonces, como decía antes, en el descorruptor. Y los descorruptores son y han sido nuestros gobernantes. Mejor dicho, tendrían que haber sido. Pero no lo fueron. Permitieron la corrupción. Hicieron la vista gorda ante el rumor lejano de los billetes galopando hacia bolsillos amigos. Y hasta, quizás, eran conocedores, pero era mucho más fácil mirar hacia otro lado (esto último lo digo sin ninguna convicción, lo de que "quizás"). En fin, que les acuso a ellos y solo a ellos de la mierda que flota en la caverna. Esa mierda es suya y no nuestra. Aunque ya tardan algunos que, como siempre, saltarán para decirnos que el país es corrupto, que si somos malotes porque no hemos pagado el IVA en alguna ocasión, que el otro también es corrupto, que son casos aislados, que si nos atacan los de enfrente,... Tonterías. Estupideces, no porque lo digan estúpidos (que no sé si lo son), sino porque intentan tomarnos por estúpidos. El que ha gobernado y ha permitido por acción u omisión la corrupción generalizada es tan culpable como el que ha engordado sus bolsillos. Porque alguien les eligió para gobernar, no para hacerse el idiota. Así que, porque se hicieron los idiotas o porque son idiotas de capirote por no saberlo, vayan asumiendo sus culpas, las culpas del descorruptor inútil.

15 febrero, 2016

La dignidad perdida de Rajoy y Aguirre

Dignidad. Lo cierto es que me cuesta definir el término de una manera clara. No, no busquen en la RAE. No aclararemos gran cosa. Seguramente en la caverna andamos un poco despistados y aún no hemos sido capaces de descubrir abiertamente qué sea eso de la dignidad. Quizás en negativo sea más fácil definirlo. Porque en negativo no tiene por qué ser negativo. El negativo es el contraste. Y el negativo es siempre una mirada que sorprende. En el negativo podemos ver los matices que a pleno sol se nos velan. Y a mí me gusta sorprenderme. Es una manera de recordarnos que aún no lo hemos descubierto todo. Sea pues, en negativo. Pregunto: ¿a dónde vamos con la dignidad? Seguramente a ningún sitio. Pero con la indignidad arrastramos un peso excesivo para el alma. Queridas y amigos, con la indignidad se nos vuelca el alma hacia el fin. Cuando aparece la indignidad, también aparecen las arrugas. Pero no aquellas arrugas que se dicen bellas, si las hay, sino las arrugas que nos afean y ensombrecen el rostro. Las arrugas que muestran al ser vencido y camino de la muerte. Saben a lo que me refiero, ¿verdad? Con la indignidad se nos marcan crudamente las faltas y las heridas de la vida, se nos hunden los ojos y la piel se acerca a la calavera. Aparecen las viejas cicatrices para recordarnos que no hemos sido felices porque hemos perdido nuestra partida en la vida. Y lo peor, las arrugas nos abofetean con una cruda verdad: ya nos queda poco por recuperar y nada por conseguir. Esas arrugas las he visto estos días en dos personas que no a todos nos gustan. En Esperanza, la Aguirre, y en Mariano, el Rajoy. No son santos de mi devoción, lo admito. En más de una ocasión les he calificado de mediocres y mentiroso, pero ahora me despiertan compadecimiento. Sí, me compadezco de ellos. Creo que porque les veo vencidos. Con la dignidad perdida. Con las arrugas de la vida ensombreciendo un rostro casi sin aliento. Igual soy un torpe idiota, lo admito, pero no puedo evitar compadecerme de esos dos seres.

Es posible que ni Rajoy ni Aguirre hayan participado de las tropelías de sus colegas. Es posible que ni Rajoy ni Aguirre sean unos mangantes. No lo descartemos. Es posible que ellos hayan sido tan estúpidos de no enterarse de los desmanes de sus subordinados. Por supuesto, si han robado deben pagar. Duramente. Muy duramente porque disfrutaban de una posición de privilegio. Y eso debe ser un agravante. Pero también es posible que bajo su sombra otros se aprovechasen. Y, si es así, también deben pagar. Por incompetentes. Por no ser capaces de cortarles a tiempo las manos a los ladrones. Por no haber sido capaces de exponerlos al escarnio público. Es igual, hayan robado o no, el caso es que deben pagar por ladrones o por incompetentes. Pero, para satisfacer en algo nuestra sed de justicia, creo que ya están pagando. Ellos saben que han perdido la dignidad. Lo saben. Quizás nunca lo reconozcan y aún intenten levantar el mentón para mantener erguida la figura. Pero cuando apagan la luz de su mesita antes de dormir, ellos saben que han perdido la dignidad y que el recuerdo que quedará de ellos es el de unos seres indignos. ¿Cómo puedo estar tan seguro de que lo saben? Fácil. Miren sus ojos. Miren cómo se han ido hundiendo en unas cuencas profundas. Miren cómo sus pómulos se han ido aguzando. Miren cómo el mentón ya no es joven y comienza a temblar por los miedos del final. En Rajoy y en Aguirre se puede adivinar el olor que desprenden los que se saben perdidos y sin tiempo de recuperar el lustre de la dignidad. ¿Queríamos saber qué es la dignidad? Miren el negativo y en algo nos podrá alumbrar.

10 febrero, 2016

Contra los Pujol

Sinceramente, no suelen sacarme de quicio los ladrones. Sí, ya sé que esto no suena bien dicho así, sin guarnición. Pero es que así lo pienso. Ahora pongo la guarnición. Conste que no disculpo a los ladrones, sin más. Conste que no deseo hacer apología del robo ni tampoco lo justifico. Aunque haya situaciones en las que yo también robaría. Sí, eso sí lo reconozco. Y no, por supuesto no me refiero a situaciones en las que se abusa del poder, sino a situaciones de desesperación o de injusticia natural. Terreno pantanoso, ya lo sé. Pero es que en situaciones de desigualdad en las que se pone en riesgo la propia supervivencia o la de las que están bajo nuestra protección, creo que uno debe responder a las leyes naturales. Después ya vendrán las leyes humanas a poner orden, por supuesto. Porque la supervivencia es una ley natural a la que deben poner coto las leyes humanas. Pero no me quiero liar más en estos parajes. En otro momento. Tampoco es que quiera liarme con los otros ladrones. Los ladrones del descaro. Los robos de los miserables. Los robos de los que en la caverna nacieron para pisotear a los semejantes. Con estos ladrones, a los que desprecio profundamente, tampoco me quiero liar. Aunque insisto en la premisa de salida: no me sacan de quicio. Sí me sacan de quicio las injusticias. Que el ladrón quede impune, me enerva. Que las leyes humanas se burlen o se apliquen arbitrariamente en favor de los mangantes, me subleva de tal manera que despierta en mí a un ser violento y nada racional. Porque debemos distinguir de entre los ladrones a la clase más excelsa: los mangantes. A estos, vuelvo a ser sincero, les escupiría en la cara. Aunque no por ladrones, sino por la impunidad.

Pero, ademas de la impunidad, también me sacan de mis casillas la soberbia y el menosprecio con el que nos abofetean estos mangantes. En la caverna española hay muchísimos casos. Pero en la caverna catalana, también. Y muy paradigmáticos. El clan Pujol en su totalidad, lo son. Y en especial, don Jordi y doña Marta. No creo que nos desviemos mucho de la verdad si pensamos que los Pujol son ladrones. Tal y como suena. Pero, además, de la clase mangante. Es decir, de los que se sienten impunes y creen que el mundo debe ser desigual. Porque, en su caso, la cuna y la posición social justifican que vivan de la injusticia y de la desigualdad, con total descaro. Todo esto según ellos, claro. Y, además, se creen con la dignidad suficiente y exclusiva de menospreciar a cualquiera que se ponga en su camino. Denigrar a inmigrantes. A los que no hablan su lengua. A los que no huelen a exquisito. A los que no se rebozaron en su bandera. Menospreciar a pobres. A trabajadores. A los que rezan en otros templos. A los que desean salir del lodo. O desean simplemente sobrevivir. Marta y Jordi. Tendría que haber un delito reconocido que fuera el robo con menosprecio. Un delito penado como delito contra la humanidad. Porque ya no se trata solo de robar como mangantes, cosa grave, sino que se trata de manejarse con la altivez suficiente como creer que los demás somos escoria, material sobrante sin ningún tipo de valor.

Me reafirmo, a ellos sí les escupiría a la cara. Pero un escupitajo en toda regla. Un buen escupitajo, cargado con todas las flemas que fuera capaz de rascar de cada uno de los rincones de mi ser. Contra ellos sí me dejaría traspasar por la irracionalidad para devolverles en algo su menosprecio y altivez.

27 enero, 2016

Rita, la senadora

Somos unos desagradecidos. Así os lo digo, tal como suena. Somos unos envidiosos y no reconocemos el valor de ciertos personajillos cavernarios. ¡Mira que somos malotes! Asumidlo. Nos cuesta admitir que hay personas que no están a nuestro alcance. Que se escapan a nuestra comprensión minúscula. ¿Como quién? ¿De verdad preguntáis como quién? No me lo puedo creer. Negamos la evidencia hasta el final. No os hagáis los tontos, no, que lo sabéis. Lo hacéis para ver si cuela, ¿no? Pues yo os lo diré. Alto y claro. Rita. Sí, Rita la senadora. Rita, la misma Rita que paseaba su humanidad por los salones valencianos hasta hace poco y que ahora colma de personalidad los bancos del senado. Allá, en Madrid. Rita Barberá. ¡Qué barbaridad de Rita! ¡Por Dios! ¡Qué mujer! Sí, ya sé que os ha dolido. Pero ahí os lo dejo.

Ahora me explico. Ya voy. No más abucheos, por favor. Señores, no seamos faltones. Dejenme seguir y después, en todo caso, me apedrean. Se dice por ahí que Rita, la senadora Barberá, estaba en la cima de un entramado mafioso. Un entramado, el PP valenciano, que repartió dinero a espuertas. A millones. Entre los suyos, claro. Pensemos por un momento que eso fue así. Supongámoslo. ¿Cómo es que durante años y años han estado chupando dinero de comisiones ilegales sin que nadie pudiera demostrar nada? ¿Cómo es que durante años y años se han enriquecido mientras empobrecían y endeudaban a todos los valencianos? A ver qué comunidad puede decir que tiene una ciudad de la ciencia como la valenciana. Y un gran premio de cochecitos F1. Y una copa del mundo de vela. Y pagos al yerno de un rey, un tal... Ahora no me viene. Y unos complejos turísticos de cágate lorito. Y aeropuertos para el abuelito. Y estatuas que son más feas que una patada en los testículos mientras miras embelesado las estrellas. Y venga y venga repartir dinero en colosales demostraciones de osadía y mal gusto. Mientras que los bolsillos de unos cuantos se llenaban hasta reventar. Bolsillos descosidos por la presión insostenible de billetes de quinientos. A ver, ¿quién puede decir lo mismo? Además, ese mismo entramado, se encargaba de lavar los trapos sucios. Solo hay que recordar las muertes del metro de Valencia, aún sin resolver. O recordad cómo se cargaron a Garzón, el juez. Y pensad que esto tan solo es la punta del iceberg. Lo digo por utilizar la misma imagen que el intelectual Pablo Casado utilizó para hablar de los votantes del PSOE y los deseos escondidos. Pero volvamos a la chicha. Ahora, después de las pruebas, decidme: si todo eso hubiera pasado en Valencia, ¿no sería muy grande esta mujer? ¿Alguno de vosotros podría haber hecho lo mismo? ¿Hubierais podido mantener todo eso? Pensad en la de amigos, amiguetes y amigotes que hubierais necesitado. Pensad en todas las fidelidades que hubierais tenido que mantener. Porque, al fin y al cabo, ella sigue ahí. La senadora Barberá. La gran Rita. Esa mujer que igual se toma unas copas de más antes de colocarnos un discurso que se echa una siesta en el parlamento. Lo que no puedo desvelar es si ronca. Pero, vamos, que si lo hace, hasta es posible que los ronquidos suenen aterciopelados. O a tercios pelados.

24 enero, 2016

Caballeros, no empecemos a chuparnos las pollas todavía.

Imaginemos por un momento que no estamos en la caverna. Imaginemos por un momento que no hay nadie en su sano juicio que dude de que el partido del gobierno ha estado pagando sobresueldos a sus dirigentes. En negro. Imaginemos por un momento que los mismos que reclaman el pago de impuestos, hubieran estado evitando el pago de los suyos de manera sistemática. Imaginemos por un momento que el partido del gobierno hubiera nombrado a ladrones como dirigentes de bancos. Por un momento, imaginemos también que el partido del gobierno hubiera mantenido una trama mafiosa de cobro de comisiones a cargo de las arcas públicas. Imaginemos por un momento que una buena parte de los dirigentes del partido del gobierno están imputados o encarcelados por tejemanejes mafiosos. Imaginemos también que el partido del gobierno es investigado por destruir pruebas. Además, imaginemos que el que fue número tres de la vicepresidenta del gobierno dimitió porque se descubrió que había favorecido la malversación de dinero público. De manera sistemática. A través de una empresa pública. O semipública. O la madre que parió a sus empresas. Por último, imaginemos también que nadie dimite ni hay nadie que asuma la responsabilidad de tales desmanes. Insisto en la primera cuestión: imaginemos que no estamos en la caverna. Hay algo que no encaja, ¿verdad? ¿Qué no encaja? Pues que sí, sí estamos en la caverna. Todo esto pasa hoy en la caverna. Y mientras todo eso pasa, las hordas aplauden a sus dirigentes. En la caverna, por lo tanto, somos mucho de robar. Siempre y cuando sean los nuestros los que roban. Claro.

Yo es que me imagino las reuniones de los dirigentes del PP. Ante tanta y tanta mangonería e impunidad, seguro que hay risas de complacencia. Entre ellos se cruzarán palabras de felicitación y abrazos de complicidad. Seguro que hay más de uno que piensa y dice, "esto es jauja, aquí no hay Dios que nos toque". Aunque, seguro que entre ellos hay alguien un poco más prevenido. Al menos habrá uno que mantenga la cabeza fría. Seguro que debe haber alguien que no estará convencido de poder salvar siempre el culo. Más de uno ha caído ya. Ése, ése que es más prevenido, debería recordar la película Pulp Fiction y decir en voz alta a sus amiguetes, "caballeros, no empecemos a chuparnos las pollas todavía". Y es que, más tarde o más temprano, a todo cerdo le llega su san Martín. O al menos aún nos queda esa esperanza.

29 diciembre, 2015

Tetas, memoria y corrupción

Mariano no sabía nada de nada. Ana Mato no sabía nada de nada. Sepúlveda, su marido, nada tampoco. El suegro de Granados no sabía qué hacían los de Ikea en su casa. Barcenas sabía, pero nada del dinero. La mujer de Bárcenas no sabía nada. Rato no sabía nada de nada. Después, tampoco supo nada de nada de lo siguiente. Los de la black no sabían nada de nada. Magdalena y Chaves no sabían nada de nada. Artur no sabía nada de nada, pero confía mucho. Urdangarín no sabía nada de nada. Y Cristina menos de nada. Jordi no sabía nada de nada, ni Marta, ni Pere, ni Josep, ni Jordi junior, ni Marta junior, ni Mereia, ni Oriol. Bustos nada. Millet no sabía nada de nada y aún se está riendo. Tampoco sabía nada Bartomeu, Sandro, ni Neymar ni su padre. Como tampoco Messi ni su padre. No sabía nada la Caballé. Monedero solo sabía la puntita. Mata no sabía nada. Macià, Lluís i Bartomeu no sabían nada de nada. El Bigotes, nada. Fabra, nada de nada. Camps, nada, aunque vestía muy elegante.

Alguien preguntará: ¿Y las tetas? Pues para que llegues hasta aquí. En la caverna todo es más fácil, si pones un par de tetas al lado. Igual así, con unas tetas de guarnición, no perdemos la memoria.