Mostrando entradas con la etiqueta Fútbol. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Fútbol. Mostrar todas las entradas

06 julio, 2016

Messi y la princesa

Messi, el artista del balón. A ver, incautos, plateemos el debate Messi-Ronaldo cuanto antes y cerremos el tema. Qué, cada cual sigue en sus trece, ¿no? Pues, ya está. Tema cerrado. En la caverna somos mucho de vernos reflejados en estos tipos de las patadas a la pelotita. El otro día le pregunté a un tipo si sabía quién era Gregorio Marañón y me dijo, "eh... sí, es el del hospital.... ¿no? Ah, no, no, espera, Marañón... sí, ya sé, jugador del Espanyol de Barcelona de los años ochenta, ¿a que sí?". "Exacto", le contesté, "ahí le has dado; da gusto hablar con entendidos". Pues, bueno, así todo en la caverna. ¿Qué se puede esperar de un país gobernado por un tipo que dice leer el Marca y quizás nada más? ¿Alguna revista cultural o científica, señor presidente? Eh... sí, muy y mucho cultura en España.

Pero vamos al asunto. Messi, 21 meses de prisión por defraudar a Hacienda. El abogado del estado, con buen criterio, defendía a la caverna... al estado, queria decir. Que para eso le paga el estado. Al margen de los que solo ven pelotas, las de fútbol digo, cualquier persona que exija respuestas de un estado que debe protegernos entenderá que no se puede permitir que nadie nos engañe. Ni Messi ni la madre que parió al mismísimo Gregorio Marañón. Y no valen excusas de ninguna clase. Messi no sabía, Messi confiaba en su padre y en sus asesores, Messi se dejaba hacer. Nada de nada. Por cierto, ahora me acuerdo, la princesa no sabía, la princesa confiaba en su marido y en sus asesores, la princesa se dejaba hacer -en cuanto a impuestos me refiero, claro, que dicho así parece que se dejara hacer otras cosas y yo no sé si tánto tánto. En fin, vamos al grano. Que el abogado del estado en el caso de la princesa no actúe igual que en el caso Messi, ¿se debe a algún tecnicismo que se escapa a mi limitada comprensión? Porque, si no es así, que se juzgue y se condene a Messi deja de tener sentido cuando a la princesa, la que se dejaba hacer, no se le condene por el mismo delito. Que sea princesa solo le tendría que dar privilegios a la hora de besar sapos, pero no a la hora de pagar sus impuestos. Y si no se pueden cambiar los abogados, igual deberíamos ir pensando en cambiar la caverna... el estado, digo.

11 enero, 2016

En pelotas

¿Qué sería de la caverna sin pelotas? ¡Por Dios! Las pelotas son uno de los pilares de la caverna moderna. En nuestro afán por hacernos modernos, hemos conseguido cambiar los pendones de guerra y las corazas y lanzas, por pelotas que enervan las almas y sosiegan los ánimos. El circo ahora se representa en campos de fútbol. Ahora la épica ya no se escribe con sangre y muerte en la arena. La épica postmoderna se escribe con once tíos vestidos en cazoncillos. Todo es muy motivador. Todo es ilusionante. Humillante para los otros. Cuanto más humillante para los otros, más satisfacción para los nuestros. ¡Qué gozo para el alma cuando los otros bajan la cabeza al ver a uno de los nuestros alcanzar la gloria! ¡Qué belleza verlos correr, sudar, vomitar, vociferar, dar patadas a los otros! ¡Y meterla! ¡Dios, qué placer verla entrar! Cuando alguno de los nuestros la mete, todos la hemos metido. El éxtasis. Gritamos como osos, nos abrazamos, perdemos todo control. El furor más primario de la manada se deshace de todo grillete y explota. Aunque también es cierto que no todo el mundo lo entiende. Decía Pepe Rubianes que ver un partido de fútbol y decir "hemos ganado" tendría que ser como ver una película porno y decir "hemos follado". ¡Ay, Pepe, que no entendías el furor cavernario! Los cavernarios somos mucho más primarios que todo eso. Machacar al contrario es como oler la sangre del enemigo. Y la sangre del enemigo se saborea mejor en manada. El placer del sexo es solo individual. Nada que ver con la manada.

Como digo, nos encantan ver a los tíos en calzones corretear por el verde césped detrás de una pelota. En las televisiones cavernarias ofrecemos noticias, primicias, cotilleos, discutimos sobre las sonrisas, las miradas, los estornudos y los bufidos. Cuando es Ronaldo, TeleMadrid se explaya y conduce al orgásmico clímax a los foribundos seguidores. Cuando es Messi, TV3 se explaya y conduce al orgásmico clímax a los foribundos seguidores. ¿Diferencias? Ninguna. La manada dirigida por las pantallas. Y ya sabemos que las pantallas del fondo son el secreto de la caverna. Ver, comentar, repetir, discutir, humillar -otra vez-, repetir, vociferar, repetir, vociferar, humillar, repetir, humillar,... Y así. Se dicen periodistas. Pero no son más que delirantes conductores de los rugidos de la manada. Allí y aquí. Aquí y allí. No hay diferencias. Más allá de los colores. Siempre es lo mismo. Vociferar y humillar.

En la caverna, nos ponen más once tíos en calzoncillos dando patadas a una pelota que saber que en Madaya mueren, día a día, seres humanos presos del hambre y la guerra. ¡Viva la caverna!