04 diciembre, 2016

De la soberbia de los adultos

En la caverna somos mucho de criticar lo incomprendido. Cuando algo no se entiende o no encaja con lo que creemos ciegamente, lo condenamos con alegría y autoridad, lo desterramos al terreno de lo erróneo, sin más. Nos cuesta muchísimo ponernos en el lugar del otro, empatizar, entender qué es aquello que ha configurado un pensamiento diferente. Y sí, ya lo sé, es mucho más cómodo y económico tachar de la lista lo que no entendemos. Porque quien esté dispuesto a entender lo aparentemente ininteligible, siempre tiene que desperezarse para hacer un esfuerzo extra. Muy cansado. Y si, además, el que habla es un jovenzuelo, resulta muy fácil mirarle por encima del hombro y clavarle rápidamente el cartelito de estúpido o de iluso o de inexperto. Plis plas, listo.

En el programa de Salvados del 20 de noviembre, jóvenes de 15 años explicaban cuáles eran sus deseos para el futuro. Y muchos se sorprendieron al escucharles. Incluso alguno se escandalizó. ¿Por qué? Pues porque sus ilusiones pasaban por poder conseguir en el futuro algo tan sencillo como un "trabajo estable" y una "familia estable". Y los escandalizados se atrevieron a calificar a estos chicos de conformistas, de pasivos, de corderitos que renunciaban a metas superiores. Y otras sandeces dignas de lo más soberbios de la clase. ¿Cómo es que estos chicos no sueñan con alcanzar la Luna? ¿Cómo es que sus metas no apuntan a lo más alto? ¿Cómo es que se han olvidado de las reivindicaciones sociales, el progreso o la revolución? Y con sus preguntas, esos ensoberbecidos se definen y proclaman su incapcidad para entenderles. Porque, insisto, les ponemos el cartelito de simplones y estúpidos y nos quedamos tan panchos, sin haber comprendido nada.

¿De dónde surge el deseo? ¿Cómo se configura el horizonte de nuestras metas? Creo que vale la pena pararse un momentín en buscar alguna respuesta para entender a esos jóvenes. (Aconsejo pensar en el amor y, de rebote, tener una buena excusa para releer El Banquete, de Platón). Deseamos lo que no poseemos. Y al desear, reconocemos lo que nos falta, lo que necesitamos para sentirnos completos. El deseo siempre refleja las ausencias y las necesidades de nuestro presente, a la vez que impulsa la acción en el futuro para conseguir el objeto del deseo. ¿Qué desean esos chicos? Pues, como todo el mundo, aquello que les falta: la estabilidad laboral que no ven a su alrededor y la estabilidad emocional que tampoco parece fácil de conseguir. Estos chicos son los hijos de la crisis. Chicos de 15 años que han vivido a la sombra de la fétida crisis. La misma crisis que ha sumido a sus familias en una situación de inestabilidad laboral constante, que les ha empujado hasta las lindes de la pobreza o que incluso, en algunos casos, les ha hundido en el terreno de la falta de las necesidades más básicas. Esa inestabilidad laboral y económica se ha traducido también en inestabilidad emocional. Por supuesto, lo emocional requiere de un equilibrio externo. Y ese equilibrio se ha roto. La crisis ha destrozado familias, ha deshecho lazos, ha levantado muros insuperables. La vida de esos chicos se ha configurado desde la inestabilidad que han sufrido sus familias. Por eso, ansían estabilidad. Sí, ya sé que para muchos seguirá siendo incomprensible, pero para ellos ésa es la meta ansiada porque, sencillamente, no poseen algo tan trivial y básico como trabajo y familia. ¿Conservadores? Nada más estúpido que creer que son conservadores. Precisamente el horizonte de esos chicos pasa por  conservar bien poco de lo que poseen ahora y poder superar la inestabilidad constante en la que viven hoy en día.

Pero pensar e intentar entender requiere un esfuerzo que desde la comodidad de algunos salones parece tarea sobrehumana.

26 octubre, 2016

Construcción de relato y abstención

La construcción del relato es fundamental para aceptar o rechazar lo que se nos aparece por los rincones de la caverna. De cuando en cuando, como el que no quiere la cosa, se nos aparece en la caverna lo vergonzante, lo intolerable o lo insospechado. Así, como de improviso y para romper el orden. Y en cualquier oscuro rincón, bajo las mesas o escondido detrás de los culos de sus encubridores. Entonces llega lo de explicar el contexto, las razones y causas, las excusas y los artificios. Es decir, la construcción del relato que debe culminar con la inevitabilidad incontestable del hecho que tanto escuece (¡menuda frasecita!). Sigamos. Pasa en la vida cotidiana. Justificarnos es parte de nuestras obligaciones diarias. No nos queda otra opción cuando nos encuentran con el dedo dentro del frasco de mermelada. ¿Hemos metido la pata? Pues a relatar. "Esto no es lo que parece", "estoy en un momento de mi vida en que...", "no puedo soportar más la presión", "hay razones que no entenderías jamás". La verdad es que el surtido es mucho más amplio y muchos cavernarios muerden (o mordemos) el anzuelo (y mordemos y lanzamos).

También pasa en otros ámbitos más públicos. Algunos tan pueriles e intrascendentales como el deporte de élite. Los clubes, jugadores y aficionados de fútbol, son auténticos malabaristas del embuste justificador. El figura del momento, el club o la santa madre que los parió, siempre encuentran una excusa para verse agraviados o derrotados por las fuerzas sobrehumanas a las que están sometidos. Ya he dicho pueriles, ¿verdad? Pues eso, de criaturas por construir. En otros ámbitos ya la cosa es más grave y trasciende los espíritus de los individuos cavernarios. La construcción de lo nacional, por ejemplo. Españoles, catalanes, vascos o franceses, británicos y escoceses, todos revisten las paredes de su caverna para encontrar el sentido de la existencia común. Es el relato que justifica la identificación con el grupo y donde podemos deshacernos como individuos para integrarnos en algo mucho más grande. Pero cavernario también. En este caso el relato se escribe con muchas más piezas y bastante más elaboradas. La historia, generalmente, sirve muy bien para empedrar las paredes. Pero también los agravios supuestos y los sentimientos intangibles. Esos sentimientos que se moldean a base de elaboradas yeserías para embellecer y recargar los rincones y las esquinas.

Y estos días, el gran relato actual en esta caverna, es el de una abstención. Como el que no quiere la cosa, hemos pasado por hechos y explicaciones que han dado como resultado lo insospechado: una abstención ante el partido más corrupto que hemos conocido, para que los mismos sigan controlando los resortes del poder. Ese relato que ha construido el PSOE está tiznado de mentiras, renuncias y mucho necesidad de mantener el pequeño poder que aún les queda a algunos. Los llamados barones han construido una explicación que ha llevado a muchos de los actuales dirigentes del PSOE a comerse como sapos sus propias palabras o, incluso, su propios deseos. Todo sea por mantener el poder en algunos rincones de la caverna. Todo sea por controlar los mecanismos del partido. Todo sea por la ambición de alguno y alguna. Bajo mano, bajo la mesa, se fraguan ahora los mentiras que deben desembocar en lo inesperado o en lo innecesario. Veremos quién será el que se entrone al final del relato (y si comerá perdices).

PD: Me da mucha pereza enumerar las mentiras, las medioverdades y los artificios con los que se ha construído este relato. ¡Quién sabe! Igual dentro de unos días.

26 septiembre, 2016

La paradójica Barcelona


Lo cierto es que me gusta. Me gusta que en mi ciudad se haga el silencio para que bufones, escritores y otros discrepantes, hablen libremente. Por cierto, esta es mi ciudad porque en ella nací y en ella me he hecho como persona. En la caverna no es fácil conseguir ciudades así. Hay mucho para mejorar en mi ciudad, sí, pero en ella cualquiera tiene un espacio para decir abiertamente lo que desea ser. O lo que desea que sea el mundo. O lo que desea que sea su país. Y ahí está el problema. Porque desear que el mundo sea así o asá no parece importarle a nadie, pero por desear que tu país sea como tú quieres hay ordas dispuestas a ahogarse en sus deseos. Barcelona es paradójica. Siempre lo ha sido. No soy historiador ni pretendo serlo, pero intuyo que desde muy antiguo se ha dado en Barcelona la paradoja de acoger modelos indeferentes o ininteligibles entre sí. Como si de vidas paralelas se tratase, vidas condenadas a encontrarse sólo de vez en cuando por casualidad. Ahora no me extenderé en ello, pero igual vuelvo otro día. Una de esas circunstancias que convierten a Barcelona en una paradoja me la he topado hoy al leer en el diario de Girona un artículo de opinión del señor Quim Curbet y que también publica en su blog.

Que en la caverna catalana ha habido una aceptable conviviencia entre comunidades diferentes, es más que evidente a estas alturas de la historia. Evidentes son las dos cosas: la aceptable convivencia y las diferencias entre comunidades. Lo cierto es que la mayor parte de los catalanes ha optado por defender su lengua, sus tradiciones y cultura. Y bien que han hecho. La mayor parte de los no catalanes han optado por querer ser catalanes. Y supongo que también han hecho bien, aunque a los catalanes de pro no parece agradarles suficientemente. En principio, éste no era problema. Pero a veces, cuando levantas la tirita, resulta que la herida supura. Nadie odia a nadie, pero digamos que no nos amamos tanto como pensábamos ni éramos tan tolerantes como decíamos. Leyendo el artículo del señor Curbet, he descubierto perspectivas insólitas que se me aparecen paradojicas. Dice Curbet que "Barcelona viu reclosa en si mateixa". Y, al leerlo, mis cejas se han estirado mucho hacia arriba. Una Barcelona recluida en sí misma... Hay que ser muy osado para afirmarlo y argumentarlo, he pensado. Y lo que añade a continuación aclara en algo el porqué "rodejada per una anella de poblacions construïdes pel franquisme que són com una mena de mur, un mur econòmic, cultural i lingüístic que la separa dramàticament del país que pretén representar". El pretendido cosmopolitismo de Barcelona, para Curbet, no es más que una reclusión. La paradoja para Curbet es que Barcelona es la capital de un país que no puede representar. Aunque yo la interpretaría diferente: Barcelona mira hacia el futuro, pero es la capital de un país que mira hacia atrás. Barcelona vive y se alimenta de los anillos de poblaciones que culturalmente no són Girona, Berga o Manresa, de ciudades que no representa el esencialismo de lo catalán. Pero Curbet añade que esas ciudades están construidas con personas que no son de aquí y que nunca han querido ser de aquí, personas que ensucian y humillan el esencialismo catalán. Falso. Falso e insultante. Además, distraídamente, Curbet relaciona la llegada de esa población con el franquismo. Lo dice como el que no quiere la cosa, aunque de manera que a mí se me antoja ruín e insultante

Pues, señor Curbet, en algo sí creo que tiene razón. Barcelona no vive de cara al interior, de cara a esa Catalunya paralizada en su propia mitología. Y esa es la paradoja. Capital de un país que no respira el mismo aire. Porque Barcelona vive de cara al mundo, a la transformación social, al progreso y la pluralidad. Secularmente, Barcelona ha sido y es mestiza y charnega, una Barcelona que además está orgullosa de no rodearse de un muro que le sirva para anclarse en el pasado. Barcelona se ha hecho a base de añadir diferencias, unas diferencias aportadas por los pobres que han llegado para hacerla más rica. Ese muro cultural y económico es de origen franquista, cierto, pero con un matiz importante que será bueno añadir: tiene su origen en la desgracia de los pobres venidos de otras partes para llenar los bolsillos de los catalanes de pro.

19 agosto, 2016

La corrupción en naranja

Sí, lo sé. Ya sé que lo dije antes. Pero insisto. ¿Por qué? Pues porque si ellos insisten en robar impunemente, yo insisto en escupirles a la cara lo que pienso sobre ellos. Además, ahora se nos está vendiendo otra tergiversación más. Y no, no trago. Todo viene de un artículo anterior. Por si alguien quiere volver a leer la fuente,  aquí la dejo. Pero voy al grano. Retomo en aquella idea de que los corruptores y corruptos se esfuerzan mucho y bien en hacernos creer que la corrupción es cosa de todos. Que todos estamos hasta el cuello del lodo cavernario y que, por lo tanto, no hay grandes diferencias entre Granados o Pujol y aquél que se ahorra el IVA en un chapuza casera. Ésa es la igualdad que ellos proclaman. España es una país libre de iguales, anuncian. Falso de todas todas. Y lo peor no es que lo digan, lo peor es que hay algunos millones de imbéciles dispuestos a creérselo.

Osea, tal y como lo presentan, parece que nadie sea culpable de esta corrupción sistémica. Todos nos hemos metido algo en el bolsillo que no nos correspondía. Que no, que no somos estúpidos. Que no nos creemos que los instaladores de Ikea vayan dejando miles de euros en los armarios. Que no nos creemos que inútiles como los que conocemos -Granados, Pujol, Blesa o Rato- puedan enriquecerse, si no es a costa de nosotros. Ahora ya no cuela. Que no nos creemos que Barberá o Martínez-Pujalte no se hayan aprovechado de su situación con la connivencia de su partido. La corrupción es sistémica, sí. Tenemos una corrupción perfectamente engranada en los mecanismos de poder. Por tanto, la maquinaria es corrupta. Y esta es la cuestión fundamental. Porque no tenemos una policía corrupta ni unos funcionarios corruptos. No tenemos una sociedad corrupta, digan lo que digan los voceras de turno. Pero tenemos un sistema en el que los partidos políticos se corrompen fácilmente para financiarse de forma ilegal. Y de paso, algún aprovechado ha engordado sus cuentas en el extranjero. ¿Y los responsables de esos partidos? Permitieron la corrupción. La permitieron conscientemente porque nunca legislaron ni hicieron nada para impedirla. Y sí, he dicho conscientemente. Hicieron la vista gorda ante el rumor lejano de los billetes galopando hacia el partido o a bolsillos amigos. En fin, que les acuso a ellos y solo a ellos de la mierda que flota en la caverna. Esa mierda es suya y no nuestra. El que ha gobernado y ha permitido, por acción u omisión, la corrupción generalizada es culpable. ¿Por qué? Pues porque alguien les eligió para gobernar, no para hacerse el idiota. Y, a todo esto, hora viene Rivera a enseñarnos la "nueva política". Ahora viene Rivera con su "altura de miras". Ahora viene Rivera para comerse sus palabras, aquellas que anunciaron a bombo y platillo que jamás apoyaría un gobierno de Mariano Rajoy. Ahora viene Rivera con seis medidas anticorrupción que solo intentan maquillar su apoyo a un gobierno de Rajoy. Pero Rivera no regenerará nada, absolutamente nada. Rivera navega sin timón por aguas bravas y comiéndose uno tras otro sus propios sapos. O igual es que la "altura de miras" consiste en mirar hacia arriba mientras te mueves por el mismo cieno maloliente que otros han alimentado en la caverna. Sí, debe ser esto último. Y, por lo tanto, nos trata de idiotas.


10 agosto, 2016

Me avergüenzo en catalán

Me avergüenzo, no lo puedo remediar. Llevo toda mi vida metido en la caverna y conozco perfectamente cómo funciona, pero me avergüenzo. Y es que, aunque lo sospeches, ver la desfachatez, el descaro, la impunidad con la que se mueven y mienten estos mentecatos, me supera. Parece ser que ayer, en can Rahola, situada en la población pijiguay de Cadaqués, Girona, se reunieron una serie de amiguetes. La histriónica y contumaz discutidora Rahola puso el escenario. Una mujer que discute igual que engulliría un podenco en una jamonería. No debe ser de paladar fino en cuanto a ideas, seguro. Eso sí, patriota a más no poder. Y no entiendo cómo no ha posado aún enseñando una teta y liderando al pueblo catalán hacia Ítaca. Pero sigamos y salgamos del cardado Rahola. Como destacado invitado, el molt honorable senyor Puigdemont, ejerciendo de cantante de club demodé. Pero aquí no acaba la cosa. El panzudo Laporta, otro histriónico engreído que gusta bañarse en Moët Chandon, se mostraba con gafas de sol oscuras dentro del salón. Lo de las gafas de sol era para dar realce o para esconder la ingesta etílica, o para ambas cosas. Y cuidadín con Laporta, que éste, con una copa de más, también es capaz de arrastrar al pueblo catalán a Ítaca o al lado oscuro junto a Darth Vader a través del hiperespacio. Es igual, está acostumbrado a hacer lo que le salga de la panza sin que nadie le lleve la contraria. Y a partir de aquí, pues un jefe de policía, algunos periodistas, algún empresario, algún político más,..., es decir, lo más excelso de esta decadente sociedad catalana que se envuelve en la cuatribarrada para prepararnos una croqueta indigesta, pero que nos tragamos como indigentes.

Me avergüenzo. Y mucho que me avergüenzo. Pero ya no tanto por estas escenas esperpénticas que, sinceramente, me la traen al pairo, sino porque si esto mismo hubiera ocurrido en Madrid, ahora los ladridos de perros se escucharían en Tumbuctú. Si se hubieran reunido el presidente del gobierno junto con otros políticos, periodistas, expresidentes de clubes de fútbol, empresarios, responsables policiales y demás personajillos en la casa madrileña de... pongamos... Ana Rosa Quintana, cualquiera de nosotros estaría escandalizado y los puristas catalanes escupirían con desprecio la afrenta. Pero, sin embargo, ellos sí pueden hacerlo con impunidad porque la victimización en la que se sumergen les da alas para exhibirse sin recato. Son la élite, lo saben ellos y nadie lo pone en duda, y tienen bula moral. Así se exhiben. Me avergüenzo y mucho. Pero sobre todo me avergüenzo porque hay dos millones de catalanes que disculpan y protegen estos comportamientos obscenos.

De todas formas, que nadie olvide que llevo tiempo avergonzado, y mucho, con los ocho millones de votantes que amparan con sus votos a un partido que ha ejercido o disimulado la corrupción política. Ellos también con desfachatez e impunidad. No sea ahora que, por morder a tirios, se me envalentonen los troyanos.

04 agosto, 2016

Del librepensamiento en tiempos globales

Formulo hipótesis: el librepensamiento, en la globalización, se deshace como un helado al sol, de forma irreversible. ¿En qué baso esta hipótesis? La verdad, no he pasado de la mera intuición. Pero no nos pongamos exquisitos. ¿Por qué no? ¿Quién dice que la intuición no pueda ser un pozo de verdades? En fin, otra excusa. Como cualquier otra. El caso es que lo pienso. El librepensamiento, en la caverna global, se nos va a la mierda. A ver, tampoco lo digo por decir. Yo creo que algunas pruebas hay de que, de aquí a nada, el librepensamiento va a ser un vago recuerdo. Una nota del pasado. Como mucho algo folclórico en especímenes raros como yo. Ya me imagino en un futuro próximo cantando proclamas librepensadoras que levantarán, en el mejor de los casos, hilaridad atronadora entre ciudadanos bien amoldados.

Pero veamos motivos. Erdogán, por empenzar con alguien. No sé por qué comiennzo por él porque también podría empezar por el Brexit, o la extrema derecha alemana o francesa o neerlandesa o austriaca o griega. Como también podría haber nombrado al ridículo Trump, a ISIS, a los hermanos musulmanes o a Corea del Norte. O también a la mafia rusa o calabresa o a la que vive del narcotráfico en Sudamérica. Podría nombrar al pujante nacionalismo catalán, piamontés o flamenco, como también al nacionalismo apisonadora español o húngaro o serbio. Por no hablar de Rusia, Pakistán, Yemen, Arabia Saudí o Venezuela. Total, que se nos va de las manos el llibrepensamiento. Que nos vamos huyendo hacia los muros impenetrables que conducen al pensamiento totalitario y de la manada. En Europa, en la propia cuna, el librepensaniento se doblega al ritmo que marcan las bombas de yihadismo y las reacciones febriles gubernamentales o de la oposición buitre. Ser crítico, marginal en el pensamiento, raro o lo que sea que uno pueda ser al pensar diferente, no solo no está mal visto, sino que además es sospechoso. Huele a traición. Un desalmado en toda regla. Mal vamos, insisto.

¿Y qué nos falta? Pues los ingredientes básicos del librepensamiento: el escepticismo necesario para distanciarnos del dogma y la opinión única; el relativismo que nos ayudará a evitar las metas absolutas y los destinos universales; y, por supuesto, la ironía que nos permita alejarnos lo suficiente como para poder vernos ridículamente desnudos o, como mucho, en bragas o calzoncillos. Cada vez es más difícil no creer en banderas, proclamas y destinos universales. Cada vez es más difícil entender que las soluciones tienen fecha de caducidad. Cada vez es más difícil entender que la mezcla enriquece y que nuestra pureza nos hunde en las más bajas miserias humanas. Cada vez es más difícil aullar para romper filas. Cada vez es más difícil amar abiertamente desde las entrañas o sobre la piel. Cada vez es más difícil dialogar sabiendo que los demás tendrás muchas más razones. Cada vez es más difícil reirnos de nosotros mismos. Cada vez es más difícil no caer rendidos a los cantos de la turba, de la manada. Si antes era difícil encontrar la salida de la caverna, ahora parece que nos la quieren tapiar a base de necedad y mucho miedo. Señores, parece ser que en la caverna no hemos venido a librepensar, sino a bajar la cabeza. Amén.

02 agosto, 2016

Rajoy presidente, pero ya

A ver, tenemos lo que tenemos. Y no hay más, por mucho que nos emperremos. En la caverna hay lo que hay y falta lo que falta. Sí, ya sé que ya hablo como El Pasmado -también conocido como Rajoy-, pero es que la caverna no da para mucho más. Siendo todo como es, estando todo como está, que gobierne el PP de una puñetera vez, que gobierne y que sus ocho millones de entusiastas se corran de placer, que se revuelquen de gusto estirando espamódicamente la patita por el gustirrinín. Que sigan alardeando de pureza con sus rojigualdas en las muñecas o con esas cintas en el sombrero o luciendo los ribetes de esos polos horteras. Sumerjámonos en la mediocridad de la "España llena de españoles" a la que nos empuja el cafre. Porque, llegados a este punto, deberíamos empezar a creer que esto es lo que nos merecemos. Sí, ya sé que tú no y que yo tampoco, pero vivimos en un tiempo en el que nos empujan al precipicio sin remisión ocho millones de acríticos, de adocenados timoratos, de fieles al aborregamiento más burdo y barato. Ocho millones dispuestos a loar las medioverdades o las mentiras de unos mediocres asentados en el poder. Es así. ¡A jodernos! Que gobiernen y continúen con sus políticas de poda y mentira, de exacerbamiento del espíritu más nacional y primitivo. Que gobiernen y continúen menospreciando nuestra opinión, nuestros deseos y necesidades, que continúen pasándose por los albaricoques nuestro futuro y nuestra felicidad. Que continúen robando, a manos llenas, que continúen expoliando el patrimonio de todos, que nos empujen a la pobreza a cambio de llenar hasta reventar sus bolsillos. Tiene razón González. Al fin y al cabo el ya vive en la órbita de los que se mojan el culo en un yate sin que tengan que hacer nada especial para conseguirlo. Que Rivera se deje de pasarelas parlamentarias. Este chico está hecho para las pasarelas, pero siempre el mismo culo cansa. Rivera, tú tampoco eres tan diferente. De hecho eres igual, aunque cuides los pasos de la pasarela. Así que votadles ya. Que gobiernen. Y, mientras tanto, seguiremos cultivando la esperanza. Porque de eso sí que tenemos hasta hartar.

18 julio, 2016

En defensa de Ramon Tremosa

En la caverna se dicen cosas por decir. Otras se dicen porque interesan sus resultados, sea o no mentira lo dicho. Y las más se dicen por pura ignorancia o por necedad, que viene a ser lo mismo. La necedad es una cualidad muy repartida entre los cavernarios. Pero el necio difícilmente sabe que es necio y, claro, el empecinamiento hace que el hoyo sea más profundo. ¡Que para eso somos cavernarios, oiga! Hoy tengo que salir en defensa de un cavernario. No tengo más remedio. Profesor de universidad, dice su currículum. Pero no se me asusten, en el lodo cavernario ser profesor de universidad solo asegura que sabe nadar bien en la ciénaga. Vamos pues. Parece ser que el señor Ramon Tremosa ha dicho que la Guerra Civil -ya saben, aquella de los miserables millitares que pretendían hacer más honda la caverna-, digo, que la Guerra Civil fue una guerra contra Catalunya. Vale, hasta cierto punto. Porque es verdad que fue contra Catalunya, como también contra Andalucía, contra gallegos y asturianos, contra vascos,... En fin, que no hubo rinconcito en la caverna que se viera libre del ataque de los miserables. Fue un ataque contra un orden constitucional todavía no restablecido, después de ochenta años. Y fue una guerra contra todos aquellos que lo defendieron. Lo que pasa es que Tremosa ve en la Guerra Civil una guerra en exclusiva contra Catalunya. España contra Catalunya en la Guerra Civil. Igual que España contra Catalunya en la Guerra de Sucesión entre borbones y austrias. Todo es contra Catalunya. El victimismo romántico nacional. O soy héroe vencedor o soy héroe humillado, pero héroe soy, ¡vamos, vamos! Total, que el señor Tremosa reivindica la exclusividad de la persecución fascista para afilar el sentimiento de ultraje y persecución. Olvida muchas cosas el señor Tremosa, muchos datos históricos, muchas pruebas y testimonios que demuestran cómo "les classes benestants" de Catalunya hacían palmas con las orejas al ver el bigotito de Franco entrando en Barcelona. Pero, ¿a quién coño interesa la verdad? A Tremosa desde luego no.

Bien. Ya hemos expuesto su opinión tuitera. Lo malo es que, a partir de aquí, el señor Tremosa, el profesor universitario, ha tenido que leer -pobrecito él- cómo le criticaban o se mofaban directamente de su ingeniosa interpretación histórica. En Twitter se ha podido leer, "solo hubo conflicto bélico en Cataluña; el resto de España, en paz", con punzante ironía. O también, "ridículo, vergonzoso, patético, falsesdad infinita", ya más directo. O incluso, "la ignorancia cercana a la bufonada". Y esto se lo dicen a todo un profesor universitario. ¡Válgame el cielo! ¡Adónde llegaremos! Nada, yo no puedo consentir esto. Así que debo defenderle de la barbarie de críticas que le llueven al pobre Tremosa. A ver, señoras y señores, ¿aún no entendemos que en la caverna somos así? Necios hay en todas partes y la caverna está edificada sobre bases de necedad muy sólidas. ¿Creen acaso ustedes que se puede edificar una nación si no es a base de cuentos, mentiras y manipulaciones? ¡Por el amor de Dios! Sean justos con Tremosa y admitan su necedad nacional como una cualidad sobre la que construir un futuro donde "les classes benestants" aplaudirán con las orejas cualquier cambio cavernario que les ayude a engordar el bolsillo. ¡Por favor!

12 julio, 2016

Pablo Iglesias y los mayas

No me acuerdo exactamente del título del libro. Creo que el autor es Marvin Harris, aunque tampoco puedo asegurarlo. Tengo que repensar muy seriamente esta mi desgana por la erudición. ¡Con lo bien que queda eso de señalar la frase exacta, el autor, la página y hasta reproducir el pedo que soltó el autor cuando lo escribió! Soy un desganado. A veces he pensado que incluso es posible que con un par de buenas citas eruditas se ligue más. Ya me imagino paseando, sin prisas, acercando la mano a esa cintura sensual, como por casualidad, y soltar entonces algo así como "en la comisura de tus labios, se encuentra todo el dulzor del universo, como diría Catulo, un romano que escribió esos versos pensando en ti, seguro" -eso sí, mientras embestía a Lesbia antes de que regresara con su marido, pero esto ya no se dice. El caso es que yo no sé hacer estas cosas. El arte de la erudición se me antoja yermo, muy cansado y algo estúpido. Pero vuelvo a donde quería ir. Que me lío con cosillas varias y no me centro. Creo que fue Marvin Harris el que escribió en uno de sus libros que los mayas fueron capaces de dominar un vasto imperio, pero que en ese vasto imperio destacaba una zona relativamente cercana a la capital que nunca llegó a ser dominada. ¿Cómo es posible que un pueblo conquistador y poderoso no fuera capaz de dominar una pequeña zona, un pueblo insignificante y débil tan cercano a su capital? Pues Marvin Harris -creo que fue él- dice que por una cuestión de economía y efectividad. Cada año, los mayas celebraban no sé qué ceremonia -otra vez la erudición me falla, pero me lo invento y reconduzco-... ya recuerdo, era una ceremonia en honor al Sol y a los dioses de la fecundidad -lo de la fecundidad queda muy rebién y le da un toque de "uy, qué marrano". En esa ceremonia, los mayas sacrificaban a unos cuantos enemigos -ahora puedo darle otro toque dramático, para aumentar la tensión-, les ataban a unos postes elevados sobre una tarima muy alta y les sacaban el corazón mientras los pobres sacrificados agonizaban ahogados en terribles alaridos de dolor -ole y ole. Pero, claro, tener que ir a buscar cada año a unos cuantos enemigos para sacrificar, cuando las fronteras están muy y muy lejos, era muy molesto. Era mucho más económico no dominar una zona cercana a la capital. Era mucho más fácil montar una expedición, viajar un par de días, atrapar a unos cientos de indefensos enemigos y llevarlos de vuelta a la capital del imperio para sacrificarlos en una orgía de sangre. Conclusión, si tienes el enemigo cercano, no muy fortalecido y bien identificado como enemigo, siempre es más fácil y económico tener éxito en tus sacrificios.

Dicho esto, ¿qué tienen que ver los mayas con Pablo Iglesias? Pues que me da en la nariz que a Pablo Iglesias se lo ha comido la soberbia. Errejón, además de un buen estratega, lo tenía más claro. Si a Pablo no se lo hubiera comido la soberbia, habría calculado mejor y más friamente. Porque, si quieres que te identifiquen con un partido "transversal", de ideología algo indefinida y con aspiraciones a ocupar un amplio espacio hacia el centro -Aristóteles, el viejo Aristóteles-, debes cuidarte mucho de marcar claramente las fronteras con "enemigos" bien identificados a los márgenes. Hacia la derecha, no lo hicieron mal del todo, con una cierta indefinición con respecto al PSOE, aunque llevadera por el claro enfrentamiento con C's y PP. Pero, ¿y por la izquierda? Soy una persona que valoro enormemente a Alberto Garzón, ceo que es uno de los políticos más válidos y en el que yo confiaría sin muchos miramientos. Pero Garzón era ideal para Podemos cuando servía para marcar la frontera por la izquierda. Garzón hubiera sido ese reducto que los mayas nunca llegaron a conquistar para poder sacrificar enemigos cuando tocara. Como estrategia, marcar los límites por derecha e izquierda le hubiera dado a Podemos una cierta aurea de transversalidad y centralidad, puesto que los enemigos a derecha e izquierda existirían. Somos así de bobos y la naturaleza humana busca siempre el equilibrio y la equidistancia. Debe ser algo de cuando los primeros simios cruzaban las praderas o se colgaban de los árboles, ¡vaya usted a saber! Es igual, lo cierto es que la psicología ampara esta opinión de la necesidad de equilibrio. Así que, en política también, es conveniente que nos vean como equilibrados, si queremos pasar por ser personas en las que se puede confiar. Por cierto, ¿no era Iglesias un ferviente seguidor de Juego de Tronos? Pues Khaleesi no hubiera cometido este error de cálculo de principiante. Aunque con la melena de Khaleesi y unos dragones, todo hubiera sido más fácil, seguro.

06 julio, 2016

Messi y la princesa

Messi, el artista del balón. A ver, incautos, plateemos el debate Messi-Ronaldo cuanto antes y cerremos el tema. Qué, cada cual sigue en sus trece, ¿no? Pues, ya está. Tema cerrado. En la caverna somos mucho de vernos reflejados en estos tipos de las patadas a la pelotita. El otro día le pregunté a un tipo si sabía quién era Gregorio Marañón y me dijo, "eh... sí, es el del hospital.... ¿no? Ah, no, no, espera, Marañón... sí, ya sé, jugador del Espanyol de Barcelona de los años ochenta, ¿a que sí?". "Exacto", le contesté, "ahí le has dado; da gusto hablar con entendidos". Pues, bueno, así todo en la caverna. ¿Qué se puede esperar de un país gobernado por un tipo que dice leer el Marca y quizás nada más? ¿Alguna revista cultural o científica, señor presidente? Eh... sí, muy y mucho cultura en España.

Pero vamos al asunto. Messi, 21 meses de prisión por defraudar a Hacienda. El abogado del estado, con buen criterio, defendía a la caverna... al estado, queria decir. Que para eso le paga el estado. Al margen de los que solo ven pelotas, las de fútbol digo, cualquier persona que exija respuestas de un estado que debe protegernos entenderá que no se puede permitir que nadie nos engañe. Ni Messi ni la madre que parió al mismísimo Gregorio Marañón. Y no valen excusas de ninguna clase. Messi no sabía, Messi confiaba en su padre y en sus asesores, Messi se dejaba hacer. Nada de nada. Por cierto, ahora me acuerdo, la princesa no sabía, la princesa confiaba en su marido y en sus asesores, la princesa se dejaba hacer -en cuanto a impuestos me refiero, claro, que dicho así parece que se dejara hacer otras cosas y yo no sé si tánto tánto. En fin, vamos al grano. Que el abogado del estado en el caso de la princesa no actúe igual que en el caso Messi, ¿se debe a algún tecnicismo que se escapa a mi limitada comprensión? Porque, si no es así, que se juzgue y se condene a Messi deja de tener sentido cuando a la princesa, la que se dejaba hacer, no se le condene por el mismo delito. Que sea princesa solo le tendría que dar privilegios a la hora de besar sapos, pero no a la hora de pagar sus impuestos. Y si no se pueden cambiar los abogados, igual deberíamos ir pensando en cambiar la caverna... el estado, digo.

05 julio, 2016

Descorruptores de mierda

La caverna está corrupta, ¿quién la descorromperá? Difícil. En pocos países occidentales hay un partido político con tántos y tan importantes cargos acusados de corrupción. El PP y en España, por supuesto. Nuestra caverna es muy y mucha caverna, como diría el pasmado. Convergència, también. La cavernita es una replica de la caverna. Pero, ¿por qué estos partidos están tan asquerosamente manchados por la corrupción? Pues porque han tocado dinero. Han tocado mucho dinero y, claro, algo se te queda pegado en los dedos. Y el PSOE, también. Ya ha pagado por ello en alguna ocasión. Pero no nos aceleremos. No creo, sinceramente, que ninguno de los tres partidos sea especialmente mafioso. Mis tentaciones tengo, lo admito. Pero intentemos ser justos y objetivos. Lo vuelvo a decir: no creo que ni PP ni PSOE ni CDC sean partidos mafiosos. Pero han tocado mucho dinero y algo se les ha quedado enganchado en los dedos, también lo vuelvo a decir.

Claro, dicho así, parece que nadie sea culpable de esta corrupción sistémica. ¡Es que los billetes de quinientos son muy pegajosos! No, querido, eso tampoco. La corrupción es sistémica, sí. Es decir, tenemos una corrupción perfectamente engranada en los mecanismos de poder. La maquinaria es corrupta, ¿quién la descorromperá? Y ahí está la cuestión. No tenemos una policía corrupta. No tenemos unos funcionarios corruptos. No tenemos una sociedad corrupta. Digan lo que digan los voceras de turno. Pero tenemos un sistema en el que los partidos políticos se corrompen fácilmente para financiarse de forma ilegal. Y de paso algún aprovechado engorda una cuenta en Suiza. La cuestión está entonces, como decía antes, en el descorruptor. Y los descorruptores son y han sido nuestros gobernantes. Mejor dicho, tendrían que haber sido. Pero no lo fueron. Permitieron la corrupción. Hicieron la vista gorda ante el rumor lejano de los billetes galopando hacia bolsillos amigos. Y hasta, quizás, eran conocedores, pero era mucho más fácil mirar hacia otro lado (esto último lo digo sin ninguna convicción, lo de que "quizás"). En fin, que les acuso a ellos y solo a ellos de la mierda que flota en la caverna. Esa mierda es suya y no nuestra. Aunque ya tardan algunos que, como siempre, saltarán para decirnos que el país es corrupto, que si somos malotes porque no hemos pagado el IVA en alguna ocasión, que el otro también es corrupto, que son casos aislados, que si nos atacan los de enfrente,... Tonterías. Estupideces, no porque lo digan estúpidos (que no sé si lo son), sino porque intentan tomarnos por estúpidos. El que ha gobernado y ha permitido por acción u omisión la corrupción generalizada es tan culpable como el que ha engordado sus bolsillos. Porque alguien les eligió para gobernar, no para hacerse el idiota. Así que, porque se hicieron los idiotas o porque son idiotas de capirote por no saberlo, vayan asumiendo sus culpas, las culpas del descorruptor inútil.

04 julio, 2016

Entren los desgraciados, por favor.

Se me pongan en pie, por favor. Se me pongan en pie para recibir a los desarrapados. Abran por fin la puerta central, ábranla bien, de par en par, y que entren los más desgraciados de la caverna. Recibámoslos con solemnidad. Agachemos nuestras cabezas en señal de respeto, como muestra de reconocimiento por su tesón en sobrevivir en la miseria, por el sufrimiento en el que se ahogan, por la injusticia con que les abofeteamos, por las noches sin dormir, por los días de hambre, por las horas de terror. Que entren los sin casa, los que viven sumergidos en el frío de la noche, que entren y olviden al fin los sucios suelos de los cajeros y los duros bancos en noches de invierno. Que sepan que volverán a comer un plato caliente y que jamás volverán a recibir una mirada de odio o de miedo. Que entren las mujeres violadas, las que soportan las hostias del borracho, los reproches del animal celoso, que entren las que callan y aguantan la violencia porque temen por sus hijos, que entren y reciban de nosotros el reconocimiento de la culpa, que sepan que debimos estar a su lado para acompañarlas a tomar una decisión y ayudarlas a ser libres. Hagan su entrada, por favor, hagan su entrada de una puñetera vez y nos escupan a la cara nuestro olvido e indiferencia. Que entren también los que aún no se ahogaron en el Mediterráneo. Que entren también porque supieron sobrevivir con la cabeza muy alta a pesar de encontrar solo alambradas de espino, golpes o indiferencia. Que entren todos, por favor. Igual, así, dejaremos de engordar nuestros horondos culos con el afán de la gula; y dejaremos de tejer jerséis para perros, como si ellos sí merecieran la humanidad que a otros negamos; o dejaremos de llorar por los sinsabores de esos niños malcriados que endiosamos porque saben dar patadas a un balón. Igual así repararemos de una puñetera vez en la injusticia con la que hemos adobado la caverna. Igual así dejaremos de jalear a esos que roban a costa de la miseria de los demás y no volverán a ganar jamás unas puñeteras elecciones. Igual así reclamaremos de los que tienen la obligación de defendernos que, al fin, nos defiendan. A todos. Incluso que defiendan a los que nada tienen porque nada les hemos ofrecido. Mejor dicho, igual así defenderán de una puñetera vez a los que realmente necesitan ser defendidos.

La mierda de Inda en la caverna

En la caverna tenemos a un tipo que bien podría ser el paradigma del maleducado popular. Popular por conocido. Para puntualizar mejor, hablo del maleducado popular y dañino. Pero del dañino que bien podría servir de bufón, si no fuera porque nada hay más monótono y aburrido que él. Se dice periodista. Se lo dice a sí mismo, claro. Pero es, sobre todo, una persona que utiliza su posición de voceras para distribuir mierda malintecionadamente. No seré yo quien defienda a nadie, sean independentistas, comunistas, podemitas, socialistas o cualquier otra clase o grupo. Las defensas que cada cual se las ventile. Vamos, que cada cual salve su culo. Pero la mierda que distribuye Inda por los platós y su tabloide, es mierda envenenada. Insisto en que no me mueve la defensa. A mí me mueve -me subleva, mejor dicho- la mala educación, me mueva la argumentación falaz, me mueve la mentira disfrazada de libertad de prensa y la mentira creada para ganar dinero. O, incluso peor, me mueve la mentira voceada para herir en lo personal. Todo vale para vender. Todo vale para desprestigiar. Todo vale para hacer daño a sus pretendidos enemigos. Pretendidos porque no lo son, sino que él se los crea. Y no se anda con rodeos cuando su mierda se convierte en un ataque personal sin más motivo que el odio o la animadversión. ¿Es posible que sea periodista? ¿Es posible que invente una y otra vez noticias falsas, rumores afilados en la inquina o apestosas insinuaciones? Pues parece que sí. Y sí, parece también que se le considera periodista porque está en posesión de un título. Y alguien me podrá decir que si este señor sigue siendo periodista es porque hay gente que lee su mierda. Ya, me lo imagino. Me imagino que me lo dirán. Pero no me imagino que nadie crea que eso pueda ser un argumento. En el país del Gran Hermano 15 o 16 o..., en el país en que Belén Esteban vende más libros que García Montero, en el país en que Paquirrín es más conocido que Piketty, ¿alguien puede creer que tener muchos lectores valida a este señor como periodista serio y riguroso?  ¡Vamos, hombre!

27 junio, 2016

A tomar por culo con el lucernario

Por Diós, te vas unos días y se te pone la caverna hecha unos zorros. Todo manga por hombro. ¡Qué barbaridad! Me da en la nariz que por aquí se nos ha desbocado algún indeseable y nos lo ha destrozado todo. Hasta se nos han deshecho los bordados de las cortinas y las cenefas más altas de los capiteles, todo lo que nos hacía creer que teníamos un rinconcito muy mono en la caverna. Recuerdo que, hace unos meses, aún teníamos la ilusión de abrir un lucernario apuntando hacia el firmamento. Bien grande, allá, muy arriba. En el centro del techo de la caverna. Y nos pusimos a ello. Habíamos soñado con un gran lucernario que dejara entrar la luz del sol y, por qué no, también el aire fresquito del bosque. Pero nada. ¡El lucernario a tomar por culo! De repente, se nos ha venido abajo el techo para llenarlo todo de cascoques polvorientos y dejando al descubierto una roca muy dura de arañar. ¡Joder, con qué facilidad se nos deshacen los sueños! Parece mentira, un chasquido de dedos y se te queda cara de idiota cuando, al despertar, en lugar del unicornio, te ves al lado un viejo burro sarnoso. Pero así es la caverna. Y aquí nos tiene atrapados.

Y cuando en la caverna todo se nos llena de mierda y cascotes, también se escuchan ruidos de navajas y algunos comienzan a salivar en la promesa de darle un buen bocado a los heridos. Hay que comerse al incauto. Pero es que hay nalgas muy jugosas. Bueno, en realidad hay de todo. Hay nalgas jugosas y culos revenidos, seamos sinceros. No se me vayan a creer que aquí todos somos adonises y venuses. Además, también los hay de estilo plañideras. Estos lloran y lloran, pase lo que pase. Me ponen de los nervios. No los soporto. Buá, buá y buá. De ahí no los sacas. En lugar de ponerse a apartar cascotes y quitar mierda de en medio, se me ponen a llorar como niños timoratos. Y comienzan con sus mantras. ¿Qué hemos hecho? ¿En qué nos hemos equivocado? ¡Esto es el fin! Que no, que no, mojigatos. Que la caverna siempre ha sido la caverna y no la vais a cambiar en dos días. ¿Qué esperabas, tontín? ¡Deja de gimotear, caraculo, y ponte a limpiar cascotes! ¡Que hay que dejarlo todo listo para volver a trabajar en el lucernario! ¡Poco espíritu, Dios! En su defensa he de decir que igual que se ponen a llorar, también se me entusiasman y en seguida se creen que van a agujerear el techo de la caverna hasta llegar a tocar el mismísimo cielo. Son así.

Los otros, los peligrosos, los carnívoros, esos ya son otra cosa. Están muy atentos a las jugosas nalgas que han quedado al descubierto con el trajín. El que ayer era tu enemigo acérrimo, hoy es un dulce corderito que, de repente, te empieza a rondar. Hola, te dicen, y se te van acercando con las manos dispuestas a acariciarte la cintura. Melosos, se te arriman como ondulándose, esperando hasta que están bien pegaditos y pueden clavarte las uñas en el culo. Zas, se oye de repente una palmetada, y después el desgarro. Y la nalga ya te la han jodido de un zarpazo. Por eso tengo que ir con cuidado. Se me han herido varios en la caverna. Y los pobres están desconcertados y con el culo al aire. Ya están las hienas salivando alrededor, las oigo acercarse. Esto será el festin de los culitos tiernos. Las hienas comienzan con los cantos de sirenas: que qué bien tu y yo juntos, al fin; que qué pena que no nos hayamos visto antes, con lo bien que nos llevamos; que qué mal anteayer, cuando aún no nos entendíamos; que qué vamos a hacer el uno sin el otro,... Y las manos ya empiezan a rondar las nalgas. Afilando uñas. Alguno de los carnívoros hasta ha amagado con alguna reverencia para allegar así la boca a las jugosas carnes. Son capaces de cualquier cosa con tal de morder el inocente jamón. Se me acumula la faena.

Por cierto, cuánto culo, ¿no?

22 abril, 2016

De mafiosos y traidores

Puede parecer una democracia extraña la nuestra, pero no. Igual sois raros vosotros. Porque en la caverna pasan cosas que son muy normales. Normales, digo, porque son la norma, la práctica repetida en el tiempo. En definitiva, porque siempre han sido así. Y, la verdad, entiendo que sigan siendo así. Al fin y al cabo, los que mantienen esa normalidad son los beneficiarios de sus resultados. Pasa, por ejemplo, que el exministro Soria puede llegar a ser vitoreado después de haber mentido a todos y cada uno de los que confiaron en él. Soria puede ser vitoreado después de saberse que ha escapado al fisco con maniobras reservadas a los más poderosos y traicionando al pueblo que debiera proteger. Pasa también, por ejemplo, que muchos entienden que Pujol dibuje su país a la sombra de sus bolsillos. Y esos mismos seguirán viendo en Pujol al mesías incomprendido por un estado opresor. El estado opresor es algo maravilloso para los nacionalistas bolsilleros. Pasa, por ejemplo, que Rita, la Barberá, pueda llegar a ser votada por muchos, los mismos que han escuchado y entendido cómo la señora se ha pasado las leyes por la faja. Pasa, por ejemplo, que haya un expresidente de gobierno, Aznar, que distrae impuestos con las mismas artimañas que en otro momento utilizara el señor Monedero. Pero la prensa obediente pasea de puntillas por el hecho, aunque en su momento enviara mandobles de espada al señor Monedero. Sintetizando, pasa mucho en la caverna que mafiosos y traidores se protegen con votos. La democracia en la caverna tiene estas cosas y podemos llegar a proteger a los mismos que no tienen pudor alguno en enviarnos a la pobreza, a la intemperie o a la muerte. A donde sea, con tal de que ellos puedan seguir manteniendo su patria y, sobre todo, sus bolsillos llenos. Puede parecer una democracia extraña la nuestra. Pero no, es la caverna.

19 abril, 2016

Resultados 26J (o sobre los gurús de la bancada)

Escucho a Rajoy, a Pablo y a Pedro, también a Rivera. Incluso a Garzón. Y a todos les oigo explicar qué han votado los españoles y por qué lo han votado así. Nadie como ellos para entendernos, para explicarnos qué hemos hecho, por si aún no lo sabíamos. Esos no son políticos, son gurús. ¡Qué digo gurús, profetas es lo que son! Los especialistas en la hermenéutica del voto y de la voluntad democrática del pueblo. Me dejan babeando. Con la boca abierta y con cara de idiota. Porque nosotros no nos entendemos, pero ellos sí. Comienzan con aquello de, "...los españoles, lo que han querido votar es...", o con aquello otro de "...el mensaje que nos han enviado los españoles es...". Y a mí que me da por reír. Soy un desagradecido, lo sé, y espero se me perdone. Pero más allá de mi irrespetuosidad y mi escepticismo, lo que no entiendo es porque no coinciden ellos en explicar ese sentido que nosotros no entendemos. Si ellos lo entienden, ¿por qué carajo el sentido es diferente para cada uno de ellos? Joder, quieren hacernos creer que nos entienden, pero resulta que cada uno entiende lo que le sale del albaricoque. Pero quizás ése es otro enigma que solo ellos deben comprender y nuestras pobres entendederas no alcanzan.

Con mentes tan preclaras como las suyas y entendiendo tan bien el sentido de nuestro voto, hay una cuestión fundamental que tampoco comprendo. ¿Cómo es posible que después de cuatro meses y entendiendo tan bien entendido el "mensaje del pueblo español" no hayan encontrado aún la manera de plasmarlo en un gobierno? Porque entender, nos han entendido, según ellos. Porque las soluciones, les pertenecen. Pero la incapacidad para encontrar gobierno, a eso tampoco les llegan a ellos las entendederas. Suerte que después de seis meses los votos van a cambiar radicalmente. ¡Hombre, seguro! Los que votamos para arriba, ahora votaremos para abajo. Y los que votaron soleado, ahora votarán nublado. Menos mal que después de seis meses vamos a darle la vuelta a los votos y aquí ni Dios vuelve a votar a los mismos. ¿A que sí? Venga, todos a cambiar el voto. Que aquí no repita nadie. Pero hagámoslo de manera organizada, con orden, por favor. Así que ya les avanzo yo los resultados del 26J. Voy:

- PSOE, 123 (les toca votarles a los que antes habían votado PP)
- Podemos, 90 (a estos les tienen que votar los antiguos votantes del PSOE)
- Ciudadanos, 69 (los exvotantes de Podemos pasan a ser votantes de estos)
- IU, 40 (los votantes de Ciudadanos se situen aquí, por favor)
- PP, 2 (los izquierdosos pasarán a ser votantes de PP)

Y así podemos ir rotando el voto y los cruces. Para cachondeo, también el nuestro. Así que ordenémonos para que se remuevan. Y así, una vez ordenados de nuevo, igual ya serán capaces de formar un gobierno. Ah, por cierto, admito que el reordenamiento a mí ya me va bien con tal de ver a los mangantes en otro lugar. Gracias.

18 abril, 2016

El empecinamiento del yo

Me canso, me canso mucho. Me resulta terriblemente cansino soportar el yoísmo. ¿Qué es el yoísmo? Pues esperen un poco, igual al final de la entrada me he explicado. Primero quiero explicar por qué me canso. Me canso de escuchar cómo se defienden las mismas mentiras una y otra vez. Y me canso porque nos lo creemos todo. Peor aún, nos creemos incluso a nosotros mismos. Para mí que en la caverna nos haría falta una formación autocrítica, una formación que nos enseñara a no creernos nada de nosotros mismos, a desconfiar de lo que creemos ser. Mi admirado personaje doctor House diría que todo el mundo miente, pero yo me atrevo a añadir que todo el mundo miente incluso a sí mismo. Todos, sin exclusión, somos unos mentirosos redomados. Tendrían que habernos preparado desde la más tierna infancia, desde ese momento en el que las meninges todavía son esponjosas y se dejan acariciar por lo que escuchan y aún no acaban de comprender, tendrían que habernos preparado para desconfiarnos. Pero no. Nos dejan crecer ensoberbecidos, creyeéndonos el centro de la Creación. Y, claro, después ya se nos hace callo en el cerebro y no dejamos pasar nada que no cuadre con lo que creemos ser. Esa soberbia la escucho en política, es muy común -en Pedro, en Pablo y en Judas, da igual-, pero también en la calle, en cualquier rincón de nuestro día a día. Escucho como defendemos lo indefendible, mientras nos defendamos a nosotros mismos. Porque solo así ponemos a salvo lo que queremos creer. Obcecados en lo que proyectamos. ¡Como si fuéramos ejemplo de algo! Ahogados en la defensa de lo nuestro, ahí estamos. Como si así tuviéramos alguna disculpa. El yoísmo. Ayer escribía algo sobre ello y hoy no me lo he podido quitar de la cabeza.

El yoísmo construye relatos para dibujar el personaje que creemos ser, pero también la nación -nuestra esencialidad en la manada- o la religión -la salvación ante la nada- o los ideales políticos -la que ha de salvar al pueblo. El yoísmo construye esos relatos y dibuja una identidad, una aspiración, una mitología que hace asimilable la mentira. Pero todo es ficción. Pura ficción. No somos el pueblo elegido, nunca lo fuimos. Como tampoco fuimos dueños de ninguna patria. No existen. Y mucho menos somos dueños de imponer ideas o ideales en nombre de principios inasibles o de promesas efímeras. Solo podemos ser dueños de nuestro presente y de nuestros deseos, aunque con muchas sospechas de que nunca lo somos del todo. Escucho a políticos hablar en nombre de todos, de representar la voluntad de pueblos enteros. Y veo masas enteras dejándose embaucar por políticos de medio pelo. Veo religiones pelear en nombre de verdades inasibles y veo morir a seres ahogados en mentiras que nunca comprendieron. Y se me puede preguntar, ¿qué es lo certero? Y respondo: pues lo certero es ser autocrítico, sospechar siempre de nosotros mismos más que de los otros. Lo certero es creer que los demás pueden tener razones que no somos capaces de comprender o de sentir. Lo certero es sospechar que me he engañado para poder dormir tranquilo, pero que alguna vez -o muchas veces- quise ser otro que no soy. Salir del yo, escapar del cascarón de la soberbia que nos envuelve y nos protege, esa es la tarea que tenemos pendiente. Resumiendo: deberíamos dejar de mirar al mundo desde nuestro propio ombligo.

Y llegados hasta aquí, podemos preguntarnos, ¿y por qué tenemos miedo a no tener la razón? ¿Por qué tenemos miedo a vivir equivocadamente? ¿De dónde surge ese miedo? ¿Vivir en lo acertado nos hace más felices? ¿Creernos acertados nos asegura haber acertado? Si nos miráramos con ánimo de vernos, nos daríamos cuenta de que nos equivocamos cada dos por tres. Siempre. La realidad nos demuestra que vamos de equivocación en equivocación en la vida, como si fuéramos dando traspiés por un camino plagado de trampas. No queremos admitirlo, pero ya tenemos los morros amoratados y las rodillas desolladas de tanto traspiés, aunque continuemos explicándonos cualquier milonga que apacigüe el espíritu. Nunca lo admitiremos. Siempre, al mirar atrás, describiremos la trayectoria del pasado como si no hubiera habido otra alternativa, como si no hubiera habido otro camino en la razón que acabase mansamente en nuestros pies. Y siempre, al describir el camino, explicaremos los hitos como si hubieran sido buscados y peleados, como si la fortuna nos nos hubiera abofeteado una y otra vez con lo insospechado. Queremos convertirnos en los héroes certeros de nuestra propia vida, de nuestra propia narración. Y nos mentimos. Nos mentimos despiadadamente. Porque en el fondo, sabemos que nunca quisimos ser lo que somos. Todos. No se me esconda nadie. Rebusquemos en los sueños olvidados y encontremos lo que nunca hemos llegado a ser. Pero a eso, a haber deseado ser otro sin haberlo conseguido, a eso le llamamos fracaso. Y el fracaso está mal visto en la caverna. Fracaso se escribe con el lodo más maloliente de la caverna. Pero, otra vez nos equivocamos. Porque en fracasar y levantarnos consiste nuestra esencia. Como si fracasar y levantarse no fuera tarea de titanes. Fracasar es la condición natural del ser humano. Como también lo es la de seguir adelante en busca del siguiente fracaso. Pero, mientras tanto, el mundo sigue moviéndose de mentira en mentira. Como si nuestra finitud y nuestras mentiras no existieran. Como si existiera un destino trascendental en nuestra identidad. ¡Hay que ser un verdadero campeón de la soberbia para creer tamaña burrada!

Aunque, eso sí me gustaría dejar claro, igual que digo que fracasar es nuestro sino, también afirmo que somos muy grandes. Fracasados, sí, insisto, pero muy grandes. Somos unos seres maravillosos. Aunque solo lo seamos cuando nos desnudamos para mirarnos tal cual en el espejo, sin envoltorios. Somos muy grandes cuando comprendemos la verdadera finitud de nuestra existencia y aún así seguimos buscamos la trascendencia o la inmotalidad sabiendo que, sin posibilidad alguna, fracasaremos en el intento. Eso sí es ser grande.

17 abril, 2016

Maldito WhatsApp

En catalán hay una expresión que me gusta y que expone muy gráficamente cuando pasa eso tan común de perder el norte, ese momento en el que nos dejamos arrastrar por el entusiasmo que provoca nuestra soberbia bien inflamada. La expresión en cuestión es "ens hem begut l'enteniment". Traducirla por "nos hemos bebido el entendimiento" no es adecuado, pero encontrarle sentido en "nos hemos emborrachado de nosotros mismos" sí parece más acertado. Pues bien, en la caverna "ens hem begut l'enteniment". Bueno, en realidad lo hacemos cada dos por tres. Nos ensoberbecemos tan a menudo que el día que explotemos vamos a dejarlo todo perdidito de efluvios varios. Eso sí, todos procedentes de nuestro orondo yo. El yoismo, esa enfermedad corrosiva que se nos ha agarrado al alma como una garrapata. Pero es que en la caverna viven y se reproducen con facilidad parásitos como ése.

Este entusiasmo de nosotros mismos nos lleva a hacer las mil y unas gilipolleces... perdón, quería decir insensateces. Nos enborrachamos tanto de nosotros mismos que llegamos a creer que somos la leche en patinete. Y, claro, se nos desbocan las ideas. Las más peregrinas o las más imbéciles. Y sin que seamos capaces de controlar el caudal. Al final todo se nos queda la caverna hecha unos zorros. Voy con la última gilipollez... perdón, quería decir insensatez, que se nos ha ocurrido. En este caso proviene del ámbito de la educación. He leído en un diario digital catalán, el Diari Ara, un artículo sobre la utilización del WhatsApp en la educación. Por lo que he leído, parece ser que a un iluminado se le ha ocurrido hacer grupos de WhatsApp con las mamás y los papás de sus alumnos. Claro, el problema aparece en el momento en que a los papás y las mamás se les ocurre comunicarse por WhatsApp para criticar a los profesores, o para aclararse entre ellos por las tareas que deben hacer sus hijos, o para discutir el disfraz de carnaval, o para poner verde a la dirección o a la cocinera del comedor escolar o al conserge o a quien sea. El caso es hablar y dar lecciones de cómo debería funcionar el mundo, aprovechando para ello los intermedios de Gran Hermano Vip y mientras dejan escapar una ventosidad en el sofá. Así calentito es más fácil pontificar. Y el maestro o profesor en cuestión ha pensado, pues me meto en el grupo y ordeno el tráfico de genialidades e impertinencias. Y, al leerlo, ha sido cuando yo me he llevado las manos al casco y he pensado, ¿es que no filtramos, insensato? ¿Ahora los maestros y profesores deberán también ordenar el tránsito verborreico de papás y mamás? ¿No es suficiente con hacer su horario presencial, el no presencial y el espiritual, que además deberán hacer de conductores de ocurrencias paternales y maternales, día y noche? Y, sin calcular el alcance ni los peligros de la ocurrencia, seguro que el maestro o profesor en cuestión estará muy orgulloso de su iniciativa. Pero la ha cagado.

Y es que no es solo eso. Es que, con el maldito WhatsApp, los papás y las mamás tienen un arma de destrucción masiva. Me pregunto, ¿tienen sus hijos la oportunidad de saltarse las normas y de no hacer aquel ejercicio de matemáticas que les repatea las tripas? ¿Podrán decidir por sí mismos qué deben o qué no deben hacer y aprenderán que sus actos tienen consecuencias? ¿Crecerán sus hijos y llegarán a ser capaces de limpiarse los mocos por sí mismos sin que su papá les mande una foto al WhatsApp del color exacto de las flemas? ¿Aprenderán las mamás y papás que cualquier ocurrencia no puede airearse sin filtro previo, que todo tiene un tempo y que la privacidad es un pilar de la libertad? ¡Maldito WhatsApp! Aunque no. La culpa no la tiene WhatsApp, la culpa es de la incapacidad para filtrar y decidir qué es importante y qué no. Nos hemos venido arriba y esto se nos va de las manos.

21 febrero, 2016

La justicia ininteligible

La justicia es ininteligible, ¿quién la inteligibilizará? El inteligibilizador que la inteligibilice, buen inteligibilizador será. ¡A gusto me he quedado! Aunque no es un simple trabalenguas. No es esa la intención. La intención es clara y explícita, tal y como suena: para mí es ininteligible la justicia y parece que estamos muy lejos de hacerla inteligible. ¿Por qué será? Pues porque la justicia, como cualquier otra institución del estado, sirve a unos intereses. Por supuesto, en una sociedad democrática, los intereses debieran ser los intereses de todos. Pero, ¿alguien cree a estas alturas que es así? La justicia debiera servir al bien común y en esas debemos estar, hasta conseguir que efectivamente responda en algún momento al bien común. Mientras tanto, seamos realistas y aceptemos que la justicia sigue blindando a un grupo de personas privilegiadas. Sí, sin dudas por mi parte. Es más, les señalo: a los mismos que secularmente han estado al abrigo del poder. Camaleónicamente, saben adaptarse a los regímenes y los caprichos de la política. Y blindan su posición con la justicia. Ya sea a través del corpus de leyes aprobadas por el poder legislativo y que, en nuestra caverna, en algo se democratizaron, aunque sin romper del todo con el régimen anterior. Se blindan también a través de los procedimientos admitidos por la justicia, procedimientos que siempre favorecen a los que poseen recursos para alargarlos, evadirlos o anularlos. Y por supuesto se blindan a través de algunos jueces que en sus apellidos arrastran un largo abolengo de familias privilegiadas. Jueces que han mamado la mirada altanera y desprecian abiertamente los valores de las sociedades democráticas. Total: el poder se blinda. Y resumiendo: el poder se blinda con sus leyes, con sus procedimientos y con jueces propios. Si no es así, ¿cómo se puede entender que enseñar un sujetador en un acto de protesta sea tan punible como meter la mano en la caja del dinero de todos para robarnos? ¿Cómo se puede entender que los ladrones sigan riéndose de todos nosotros? Todo el mundo se acuerda de Bárcenas, Rato o los Pujol. Pero son muchos más. No hace tanto que una madre se vio en el trance de tener que entrar en la cárcel por robar unos euros para comprar pañales para su hijo. Pero Millet robó a manos llenas en el Palau de la Música Catalana y sigue comiendo en carísimos restaurantes de Barcelona, luciendo palmito e inmune al castigo de la justicia ¿Alguien sabe cuántas personas se han arruinado con los tejemanejes de Blesa? ¿Cuántos se han podido llegar a suicidar por su culpa? Pero él sigue libre por Madrid. Que no. Que no me convencerán que la justicia es inteligible. Bueno sí, quizás la justicia es trasparente: se enrevesa para proteger a los mismos, dejándonos abandonados de nuestros derechos a los demás, manteniendo la desigualdad i la injusticia. La justicia injusta. Un oxímoron más de nuestra realidad.

15 febrero, 2016

La dignidad perdida de Rajoy y Aguirre

Dignidad. Lo cierto es que me cuesta definir el término de una manera clara. No, no busquen en la RAE. No aclararemos gran cosa. Seguramente en la caverna andamos un poco despistados y aún no hemos sido capaces de descubrir abiertamente qué sea eso de la dignidad. Quizás en negativo sea más fácil definirlo. Porque en negativo no tiene por qué ser negativo. El negativo es el contraste. Y el negativo es siempre una mirada que sorprende. En el negativo podemos ver los matices que a pleno sol se nos velan. Y a mí me gusta sorprenderme. Es una manera de recordarnos que aún no lo hemos descubierto todo. Sea pues, en negativo. Pregunto: ¿a dónde vamos con la dignidad? Seguramente a ningún sitio. Pero con la indignidad arrastramos un peso excesivo para el alma. Queridas y amigos, con la indignidad se nos vuelca el alma hacia el fin. Cuando aparece la indignidad, también aparecen las arrugas. Pero no aquellas arrugas que se dicen bellas, si las hay, sino las arrugas que nos afean y ensombrecen el rostro. Las arrugas que muestran al ser vencido y camino de la muerte. Saben a lo que me refiero, ¿verdad? Con la indignidad se nos marcan crudamente las faltas y las heridas de la vida, se nos hunden los ojos y la piel se acerca a la calavera. Aparecen las viejas cicatrices para recordarnos que no hemos sido felices porque hemos perdido nuestra partida en la vida. Y lo peor, las arrugas nos abofetean con una cruda verdad: ya nos queda poco por recuperar y nada por conseguir. Esas arrugas las he visto estos días en dos personas que no a todos nos gustan. En Esperanza, la Aguirre, y en Mariano, el Rajoy. No son santos de mi devoción, lo admito. En más de una ocasión les he calificado de mediocres y mentiroso, pero ahora me despiertan compadecimiento. Sí, me compadezco de ellos. Creo que porque les veo vencidos. Con la dignidad perdida. Con las arrugas de la vida ensombreciendo un rostro casi sin aliento. Igual soy un torpe idiota, lo admito, pero no puedo evitar compadecerme de esos dos seres.

Es posible que ni Rajoy ni Aguirre hayan participado de las tropelías de sus colegas. Es posible que ni Rajoy ni Aguirre sean unos mangantes. No lo descartemos. Es posible que ellos hayan sido tan estúpidos de no enterarse de los desmanes de sus subordinados. Por supuesto, si han robado deben pagar. Duramente. Muy duramente porque disfrutaban de una posición de privilegio. Y eso debe ser un agravante. Pero también es posible que bajo su sombra otros se aprovechasen. Y, si es así, también deben pagar. Por incompetentes. Por no ser capaces de cortarles a tiempo las manos a los ladrones. Por no haber sido capaces de exponerlos al escarnio público. Es igual, hayan robado o no, el caso es que deben pagar por ladrones o por incompetentes. Pero, para satisfacer en algo nuestra sed de justicia, creo que ya están pagando. Ellos saben que han perdido la dignidad. Lo saben. Quizás nunca lo reconozcan y aún intenten levantar el mentón para mantener erguida la figura. Pero cuando apagan la luz de su mesita antes de dormir, ellos saben que han perdido la dignidad y que el recuerdo que quedará de ellos es el de unos seres indignos. ¿Cómo puedo estar tan seguro de que lo saben? Fácil. Miren sus ojos. Miren cómo se han ido hundiendo en unas cuencas profundas. Miren cómo sus pómulos se han ido aguzando. Miren cómo el mentón ya no es joven y comienza a temblar por los miedos del final. En Rajoy y en Aguirre se puede adivinar el olor que desprenden los que se saben perdidos y sin tiempo de recuperar el lustre de la dignidad. ¿Queríamos saber qué es la dignidad? Miren el negativo y en algo nos podrá alumbrar.

10 febrero, 2016

Contra los Pujol

Sinceramente, no suelen sacarme de quicio los ladrones. Sí, ya sé que esto no suena bien dicho así, sin guarnición. Pero es que así lo pienso. Ahora pongo la guarnición. Conste que no disculpo a los ladrones, sin más. Conste que no deseo hacer apología del robo ni tampoco lo justifico. Aunque haya situaciones en las que yo también robaría. Sí, eso sí lo reconozco. Y no, por supuesto no me refiero a situaciones en las que se abusa del poder, sino a situaciones de desesperación o de injusticia natural. Terreno pantanoso, ya lo sé. Pero es que en situaciones de desigualdad en las que se pone en riesgo la propia supervivencia o la de las que están bajo nuestra protección, creo que uno debe responder a las leyes naturales. Después ya vendrán las leyes humanas a poner orden, por supuesto. Porque la supervivencia es una ley natural a la que deben poner coto las leyes humanas. Pero no me quiero liar más en estos parajes. En otro momento. Tampoco es que quiera liarme con los otros ladrones. Los ladrones del descaro. Los robos de los miserables. Los robos de los que en la caverna nacieron para pisotear a los semejantes. Con estos ladrones, a los que desprecio profundamente, tampoco me quiero liar. Aunque insisto en la premisa de salida: no me sacan de quicio. Sí me sacan de quicio las injusticias. Que el ladrón quede impune, me enerva. Que las leyes humanas se burlen o se apliquen arbitrariamente en favor de los mangantes, me subleva de tal manera que despierta en mí a un ser violento y nada racional. Porque debemos distinguir de entre los ladrones a la clase más excelsa: los mangantes. A estos, vuelvo a ser sincero, les escupiría en la cara. Aunque no por ladrones, sino por la impunidad.

Pero, ademas de la impunidad, también me sacan de mis casillas la soberbia y el menosprecio con el que nos abofetean estos mangantes. En la caverna española hay muchísimos casos. Pero en la caverna catalana, también. Y muy paradigmáticos. El clan Pujol en su totalidad, lo son. Y en especial, don Jordi y doña Marta. No creo que nos desviemos mucho de la verdad si pensamos que los Pujol son ladrones. Tal y como suena. Pero, además, de la clase mangante. Es decir, de los que se sienten impunes y creen que el mundo debe ser desigual. Porque, en su caso, la cuna y la posición social justifican que vivan de la injusticia y de la desigualdad, con total descaro. Todo esto según ellos, claro. Y, además, se creen con la dignidad suficiente y exclusiva de menospreciar a cualquiera que se ponga en su camino. Denigrar a inmigrantes. A los que no hablan su lengua. A los que no huelen a exquisito. A los que no se rebozaron en su bandera. Menospreciar a pobres. A trabajadores. A los que rezan en otros templos. A los que desean salir del lodo. O desean simplemente sobrevivir. Marta y Jordi. Tendría que haber un delito reconocido que fuera el robo con menosprecio. Un delito penado como delito contra la humanidad. Porque ya no se trata solo de robar como mangantes, cosa grave, sino que se trata de manejarse con la altivez suficiente como creer que los demás somos escoria, material sobrante sin ningún tipo de valor.

Me reafirmo, a ellos sí les escupiría a la cara. Pero un escupitajo en toda regla. Un buen escupitajo, cargado con todas las flemas que fuera capaz de rascar de cada uno de los rincones de mi ser. Contra ellos sí me dejaría traspasar por la irracionalidad para devolverles en algo su menosprecio y altivez.

03 febrero, 2016

El arte de decir y no decir en política

El lenguaje político cavernario tiene una serie de características propias. Advierto que yo no soy nadie. Mejor dicho, yo no sé nada sobre el tema, pero sí me fijo mucho. Espera, espera un momento antes de dar carpetazo. A ver, yo me fijo y no creo que lo haga tan mal. Porque soy de abrir mucho los ojos y querer comprender. En todo caso, si me equivoco, espero rectificaciones. Soy todo orejas. O casi todo. En la caverna es importante seguir aprendiendo siempre. Hay que estar al día. En la caverna hay que conocer cada rincón, si quieres ser alguien. Y yo ya he dicho que no soy nadie. En todo caso, estoy en proceso de dejar de ser nadie. Y sí, ya sé que esto no asegura más que la intención. Pero, a falta de sabios, buenos son aprendices. Voy allá.

Ambigüedad. La ambigüedad es un arte. Decir lo que no se quiere decir, pero insinuando lo que queremos decir: a elecciones. O decir lo que queremos decir, pero sin dejar de decir lo que no queremos mencionar: a elecciones. Complicado, ¿no? En realidad no es complicado. Lo complicado es entenderme a mí. Es que yo me explico y me tengo que leer dos o tres veces para entenderme. Si ya lo sé. Ahí va mi solidaridad para con los que quieran entenderme. Volvamos. La ambigüedad debe tener un fin: poder rectificar en cualquier momento afirmando que querías decir lo que no se te entendió: a elecciones. Es importante que no te pillen con el culo al aire. Por cierto, ¡qué imagen, por Dios! A lo que iba. Todos llevan semanas jugando a no decir lo que no quieren, o a no decir lo que quieren, pero sin que nadie pueda afirmar que lo dijeron o que lo querían. ¡Dios, me he leído tres veces y aun no me he entendido! Pero es que la ambigüedad es un arte. Moverse entre las tinieblas, sorteando sentidos que se levantan como muros y sin romperte la crisma. Toda una habilidad que no está al alcance de todos. Yo no sobreviviría ni con chichonera de titanio.

Deslizamiento. Otra habilidad que yo admiro. Dejar ir los sentidos sin que nadie pueda atribuirte haber dicho nada. O atribuírtelo, pero sin que sea un frente abierto. Con disimulo y una sonrisa en la cara. Cuidado, esto es mucho más que una simple insinuación. Esto es deslizar el yunque sin que nadie pueda olerlo hasta que haya aplastado la crisma a la víctima. Después de escuchar a Pablo, uno tiene la impresión de que Rajoy es un inútil que ni dibuja ni una O con un canuto, que Rivera es un tipo sin poder ni carisma y que Pedro es un timorato indeciso. Oyendo a Sánchez, sin que llegue a decirlo, se desliza la radicalidad bolivariana de Iglesias o que la podredumbre de Valencia no deja aire limpio en Génova o que la derecha comprensiva la encabeza Rivera, aunque muy pardilla. O escuchando Rivera...no, éste no domina tan bien el deslizamiento. Como tampoco lo domina el primario Rajoy, aunque hace sus pinitos con Sánchez y los separatistas catalanes, o con Iglesias y el chavismo. Porque, cuando dominan el arte, los sentidos se deslizan con vaselina hasta hincarse bien adentro. ¡Por Dios, otra vez la imagen! No tengo solución.

Total, que nos vamos de elecciones, parece. Porque al final, uno tiene la impresión que desde el 21 de diciembre todo el mundo sacó la calculadora y comenzaron a descontar y sumar de cara a la primavera. Más gestos que hechos. Más palabras y campaña en la sombra que decisiones políticas de calado. Iglesias desea gobernar porque sus votos son para gobernar. Sánchez apunta hacia el PP porque sus votos son contra el PP. Rivera...ni chicha ni limoná porque pocas cosas más tiene para ofrecer. Y Rajoy, donde siempre, viéndolas venir que es como menos se desgasta uno.

27 enero, 2016

Rita, la senadora

Somos unos desagradecidos. Así os lo digo, tal como suena. Somos unos envidiosos y no reconocemos el valor de ciertos personajillos cavernarios. ¡Mira que somos malotes! Asumidlo. Nos cuesta admitir que hay personas que no están a nuestro alcance. Que se escapan a nuestra comprensión minúscula. ¿Como quién? ¿De verdad preguntáis como quién? No me lo puedo creer. Negamos la evidencia hasta el final. No os hagáis los tontos, no, que lo sabéis. Lo hacéis para ver si cuela, ¿no? Pues yo os lo diré. Alto y claro. Rita. Sí, Rita la senadora. Rita, la misma Rita que paseaba su humanidad por los salones valencianos hasta hace poco y que ahora colma de personalidad los bancos del senado. Allá, en Madrid. Rita Barberá. ¡Qué barbaridad de Rita! ¡Por Dios! ¡Qué mujer! Sí, ya sé que os ha dolido. Pero ahí os lo dejo.

Ahora me explico. Ya voy. No más abucheos, por favor. Señores, no seamos faltones. Dejenme seguir y después, en todo caso, me apedrean. Se dice por ahí que Rita, la senadora Barberá, estaba en la cima de un entramado mafioso. Un entramado, el PP valenciano, que repartió dinero a espuertas. A millones. Entre los suyos, claro. Pensemos por un momento que eso fue así. Supongámoslo. ¿Cómo es que durante años y años han estado chupando dinero de comisiones ilegales sin que nadie pudiera demostrar nada? ¿Cómo es que durante años y años se han enriquecido mientras empobrecían y endeudaban a todos los valencianos? A ver qué comunidad puede decir que tiene una ciudad de la ciencia como la valenciana. Y un gran premio de cochecitos F1. Y una copa del mundo de vela. Y pagos al yerno de un rey, un tal... Ahora no me viene. Y unos complejos turísticos de cágate lorito. Y aeropuertos para el abuelito. Y estatuas que son más feas que una patada en los testículos mientras miras embelesado las estrellas. Y venga y venga repartir dinero en colosales demostraciones de osadía y mal gusto. Mientras que los bolsillos de unos cuantos se llenaban hasta reventar. Bolsillos descosidos por la presión insostenible de billetes de quinientos. A ver, ¿quién puede decir lo mismo? Además, ese mismo entramado, se encargaba de lavar los trapos sucios. Solo hay que recordar las muertes del metro de Valencia, aún sin resolver. O recordad cómo se cargaron a Garzón, el juez. Y pensad que esto tan solo es la punta del iceberg. Lo digo por utilizar la misma imagen que el intelectual Pablo Casado utilizó para hablar de los votantes del PSOE y los deseos escondidos. Pero volvamos a la chicha. Ahora, después de las pruebas, decidme: si todo eso hubiera pasado en Valencia, ¿no sería muy grande esta mujer? ¿Alguno de vosotros podría haber hecho lo mismo? ¿Hubierais podido mantener todo eso? Pensad en la de amigos, amiguetes y amigotes que hubierais necesitado. Pensad en todas las fidelidades que hubierais tenido que mantener. Porque, al fin y al cabo, ella sigue ahí. La senadora Barberá. La gran Rita. Esa mujer que igual se toma unas copas de más antes de colocarnos un discurso que se echa una siesta en el parlamento. Lo que no puedo desvelar es si ronca. Pero, vamos, que si lo hace, hasta es posible que los ronquidos suenen aterciopelados. O a tercios pelados.

26 enero, 2016

Una vergüenza más: Europa y los refugiados

Refugiados. Atentos: la vieja Europa acoge entre sus senos a los refugiados que huyen del horror. No corramos demasiado. Lo de los senos era una metáfora. Pero, vamos, que en Europa somos así. No podemos evitar ser así de nobles. Pero mucho. Somos la releche de nobles. La vieja Europa es acogedora. ¡Bien! Garante de la libertad. ¡Bien! Defensora de la igualdad. ¡Bien! Beligerante con las desigualdades y la injusticia. ¡Bien! Y recogemos, al calor de nuestro caverna próspera, a todos aquellos que necesitan protegerse de la demencia. ¡Requetebien! Hacemos lo posible y lo imposible. Por ellos, los refugiados. Y por nosotros, los defensores de los valores de Europa. Todos juntos. Con las manos unidas. De pieles diferentes. De lenguas diferentes. De culturas y dioses diferentes. Todos protegidos al calor de la caverna. ¡Venga, everybody, somos la releche en patinete!

Hasta ahí el panfleto. Casi no llego. Me ha ido justito para llegar al wáter y vomitar. Sabía yo que me iba a sentar mal. No digiero bien. ¡Qué le vamos a hacer! Porque, al mirar alrededor, se me levantan las nauseas. Pero hay que seguir. De las tripas, corazón. Vamos allá. Empecemos por los gobiernos que ponen barreras. De espino. A hombres, y a mujeres y a niños. Gobiernos que ponen a la policía y al ejército a repartir mamporrazos. A hombres, y a mujeres y a niños. Refugiados que se ahogan, día tras día. Solo algunos voluntarios para salvarlos. Voluntarios, europeos, aunque nada que ver con los gobiernos. Voluntarios que acusamos de tráfico de personas cuando salvan las vidas de inocentes. Seguimos. Periodistas que zancadillean y empotran las narices de los refugiados en el suelo. Para hacer una foto más. O porque los odian. ¡Vaya usted a saber! Más. Cupos de refugiados por países. Muy pocos. Pero, cupos que no se cumplen. Se repartieron algo más de 100.000. Pero son millones y a nadie les importan. A España han llegado 18. Un monento. No he dicho 18.000, no. He dicho 18. Tal como suena. Eso sí, uno se hizo la foto con la camiseta del Real Madrid. ¡Qué bonito! Los del Almendralejo F.C no han llegado todavía. Pero siguen muriendo en el Mediterráneo. Hombres, y mujeres y niños. Y los que pasan, aún les queda por aguantar algún que otro ultraje. Después de la dignidad, también les queremos despojar de las pocas miserias que llevan con ellos. Por ejemplo, ahora resulta que Alemania y Dinamarca requisan dinero y pertenencias a los refugiados. Los ricos, requisando las miserias de los refugiados. En Europa... Lo siento, he de volver a vomitar.

Y mientras tanto, nosotros preocupados por los dislates de algún político. Preocupados por si éste o aquél. Preocupados por nuestro ombligo. O, peor aún, preocupados por GHVIP o por si algún payaso de la tele la dice más gorda. ¡Europa! ¿Europa? Esta no es la Europa que esperábamos. Ni soñábamos. Esta no es mi Europa. Lo dejo aquí, tengo que volver a vomitar. A ver si lo echo todo de una vez.

25 enero, 2016

Españoles muy españoles

Estoy hasta el mismísimo níspero de los españoles-muy-españoles. Esos que van escupiendo banderas rojigualdas a la cara de los descreídos como yo. Pero es que no soporto que me den lecciones sin yo pedirlas. No soporto que nadie me diga qué debo sentir ni cómo lo debo sentir. ¡Hasta el níspero! Espero me perdonen que no diga cojones. En fin, sigo. Oigo cada dos por tres a algunos esencialistas que nos quieren decir cómo debemos sentir la patria. Pero voy a decirlo otra vez para que no quepa duda alguna: los "españoles-muy-españoles" me la traen al pairo. No me despiertan más que repulsión. Arcadas. ¡Puag! Aunque, aclaro, ¿me repugnan porque sean muy españoles? Que no. Que ya he dicho que me la traen al pairo. Ellos puedan ser lo que quieran, me la sopla. Su españolidad-muy-española se lo pueden comer con patatas. Pero no soporto que me digan cómo debo ser yo. Porque, al hacerlo, me desprecian abiertamente. Porque, al hacerlo, demuestran su incapacidad para entender que haya otras maneras. Porque, al hacerlo, quieren relegarme a ser un ciudadano de segunda. Porque yo merezco tanto respeto como ellos y, por supuesto, mucho más que cualquier entelequia patriotera. Estos personajillos que se envuelven en la bandera y el patrioterismo, no son más que indigentes intelectuales, pero venidos a más. Decía mi padre que lo peor de un idiota no es que fuera idiota, lo peor, decía, es que crea que no es idiota. O como digo yo, no hay peor idiota que un idiota con iniciativa. O como decía Sócrates, solo el ignorante hace el mal porque, sencillamente, es un ignorante. Así que, un poquito de más cultura para esos españoles-muy-españoles.

P.S.: Substitúyase españoles por catalanes y el escrito es igualmente válido. Si se conocen otras necedades o nacionalidades o esencialidades, apreciaría que se comprobara su corrección. Yo creo que funciona. Si no es así, agradecería se me comunicase por los conductos habituales. Una cosa más, las bromas sobre los conductos, sean o no habituales, ya me las sé todas.

Rajoy en el limbo

César Luena, secretario de organización del PSOE, ha dicho que en política no se puede estar en el limbo. Se refería a Rajoy. César, señor Luena, ¡qué tontería acabas de decir! ¿Qué es eso de que en política no se puede estar en el limbo? ¿De verdad tenemos que discutir una tontería como ésta? ¿Quieres pruebas de que sí? Perdona, pero en el limbo se puede estar. En el limbo se puede residir cómodamente. Y se puede estar en el limbo sin que te lleguen los gritos agonizantes de los que están en el infierno. ¡Es tan confortable el limbo! ¿Ya no nos acordamos del plasma? Eso es estar en el limbo. Eso es protegerse desde el limbo de la inquina de los que quieren saber. El plasma es la manera más gráfica de estar en el limbo y no querer bajar a escuchar a los que preguntan o protestan o gritan. Como también es estar en el limbo cuando se aplican medidas desde las alturas a sabiendas de que los más débiles sufrirán las consecuencias. Los de abajo. Los que se queman. Estar en el limbo es querer protegerse del infierno poniendo barreras como la ley mordaza. Estar en el limbo es no ser capaz de exponerse abiertamente a que más de uno haga las preguntas inoportunas. Estar en el limbo es legislar sin escuchar a nadie que no sea a sí mismo. Estar en el limbo es decir que estamos bien, de puta madre, sin que los más necesitados puedan escupirte a la cara la miseria en la que viven. Estar en el limbo es hacer justamente lo contrario de lo que prometiste. Y por supuesto estar en el limbo es mantener un círculo de amistades bien alimentadas. Con dinero negro. Con sobres. Con regalos y tratos de favor. El limbo social que desde la antigüedad ha diferenciado entre privilegiados y condenados al infierno.

César, señor Luena, rectifique. Diga que sí se puede estar en el limbo. Acepte y acuse al que nunca ha bajado hasta los infiernos por haber estado parapetado en el limbo. Porque el limbo también existe en la caverna. ¿Dónde? Pues ahí, justo por encima del cieno apestoso en el que se ahogan los que nada pueden. En el limbo, en ese cieno, ha surfeado el señor Rajoy. Y esperamos que nadie más nos vuelva a gobernar desde el limbo. Porque "en el limbo", según la RAE, es ese lugar en el que nadie se entera de lo que ocurre. ¿O es que queremos redefinir el limbo de otra manera? Espero que no.

24 enero, 2016

Caballeros, no empecemos a chuparnos las pollas todavía.

Imaginemos por un momento que no estamos en la caverna. Imaginemos por un momento que no hay nadie en su sano juicio que dude de que el partido del gobierno ha estado pagando sobresueldos a sus dirigentes. En negro. Imaginemos por un momento que los mismos que reclaman el pago de impuestos, hubieran estado evitando el pago de los suyos de manera sistemática. Imaginemos por un momento que el partido del gobierno hubiera nombrado a ladrones como dirigentes de bancos. Por un momento, imaginemos también que el partido del gobierno hubiera mantenido una trama mafiosa de cobro de comisiones a cargo de las arcas públicas. Imaginemos por un momento que una buena parte de los dirigentes del partido del gobierno están imputados o encarcelados por tejemanejes mafiosos. Imaginemos también que el partido del gobierno es investigado por destruir pruebas. Además, imaginemos que el que fue número tres de la vicepresidenta del gobierno dimitió porque se descubrió que había favorecido la malversación de dinero público. De manera sistemática. A través de una empresa pública. O semipública. O la madre que parió a sus empresas. Por último, imaginemos también que nadie dimite ni hay nadie que asuma la responsabilidad de tales desmanes. Insisto en la primera cuestión: imaginemos que no estamos en la caverna. Hay algo que no encaja, ¿verdad? ¿Qué no encaja? Pues que sí, sí estamos en la caverna. Todo esto pasa hoy en la caverna. Y mientras todo eso pasa, las hordas aplauden a sus dirigentes. En la caverna, por lo tanto, somos mucho de robar. Siempre y cuando sean los nuestros los que roban. Claro.

Yo es que me imagino las reuniones de los dirigentes del PP. Ante tanta y tanta mangonería e impunidad, seguro que hay risas de complacencia. Entre ellos se cruzarán palabras de felicitación y abrazos de complicidad. Seguro que hay más de uno que piensa y dice, "esto es jauja, aquí no hay Dios que nos toque". Aunque, seguro que entre ellos hay alguien un poco más prevenido. Al menos habrá uno que mantenga la cabeza fría. Seguro que debe haber alguien que no estará convencido de poder salvar siempre el culo. Más de uno ha caído ya. Ése, ése que es más prevenido, debería recordar la película Pulp Fiction y decir en voz alta a sus amiguetes, "caballeros, no empecemos a chuparnos las pollas todavía". Y es que, más tarde o más temprano, a todo cerdo le llega su san Martín. O al menos aún nos queda esa esperanza.

23 enero, 2016

Hermenéutica y traición

La hermenéutica, el arte de interpretar, de descifrar. El arte de aprehender la realidad a base amontonar, seleccionar y ordenar los elementos para encontrar la verdad escondida. Me gusta. Es como jugar a descubrir. Homo ludens, no lo puedo evitar. Es que la hermenéutica me pone. Me voy a hacer unas tarjetas de visita para poder poner bajo mi nombre "hermenéutico, pero a tontas y a locas". Igual, con la ambigüedad, se me ofrece alguna loca.

Vuelvo a los hechos. El otro día escuché a un tipo cavernario que afirmaba que toda hermenéutica traiciona a la verdad. Estuve riendo un buen rato. Pero con ganas. Dos o tres que estaban a mi alrededor creyeron que me había dado un aire. O quizás alguno confirmó que me falta un hervor. El caso es que me reí. ¿Por qué? Pues porque entendí que el cavernario estaba haciendo un chiste. Pero me equivoqué. El cavernario estaba dispuesto a morir ahogado en su estupidez. Cierto que la hermenéutica interpreta, selecciona los elementos y los categoriza para encontrar un sentido escondido. Estamos de acuerdo. Busca encontrar esa verdad que se nos escapa constantemente entre los dedos. Cuando creemos que ya la tenemos bien agarrada, resulta que se nos ha escurrido por el desagüe. ¡Mecachis! A empezar otra vez. Y así una y otra vez. Pero el cavernario no entendía que la hermenéutica surge de la humildad de reconocer que las verdades acaban siempre en el desagüe. Siempre. Mi interpretación, su interpretación, son solo interpretaciones. Nunca serán verdades con las que abofetear a nadie. Y siempre acabarán huyendo por el desagüe. Pero, ¿traiciona la hermenéutica a la verdad? Pues claro que no, ¡tarugo! Para traicionar, hay que haber llegado antes y comprometerse. La verdad apresada y rendida al compromiso de fidelidad. Y solo después traicionada. ¿Cómo puedo yo traicionar lo que no poseo ni conozco? La soberbia le pudo al cavernario. Se enseñoreó de lo que nunca poseyó. La traición, si la hay, no está en la hermenéutica, sino en creer que tu verdad es la verdad. Ahí radican todos los males. Creer que la verdad es una y creerse poseedor, es lo que convertía al cavernario en estúpido.

Así, la hermenéutica construye la historia. Y la política. Y las naciones. Se amontonan los hechos, se seleccionan, se categorizan y se les encaja en un sentido. Ya, ya sé que ahora más de uno dirá, "a la mierda con la tontería ésta". Pero es que la hermenéutica solo es una herramienta. Y la ponemos al servicio de las miserias. Y el sentido crítico, muy comúnmente, también se nos escapa por el desagüe con la verdad cogida del brazo. Porque, queramos o no, son nuestras miserias las que acaban por seleccionar los hechos. Las miserias construyen sentidos, encajan las piezas para que la historia caiga rendida a nuestros pies. Son nuestras miserias las que traicionan a la verdad. No porque hayamos poseído jamás a la verdad, sino porque despreciamos cualquier otra verdad. Mi verdad, tu verdad, son verdades igual de inválidas. Pero no llores. Eso no es una tragedia. La tragedia aparece cuando queremos meter a cucharadas nuestra verdad a los demás mientras les cogemos de la nariz para que traguen. O cuando hondeamos una verdad como un pendón amenazante para despreciar incluso la vida de los otros. En nombre de las verdades miserables se han cometido las barbaridades más atroces. Y las más sibilinas. Como creer que somos deudores de un pasado interpretado por las miserias del cavernario de al lado.

22 enero, 2016

Heisenberg en política

Hace casi un siglo, en 1925, un científico puso patas arriba la física. La física de lo pequeño. La que mira a lo minúsculo y, quizás, más esencial. Aunque yo sospecho que las intuiciones de este señor van mucho más allá. Igual meto la pata, pero si tuviéramos una mirada muy gorda, gigante, ¿no tendría sentido también el principio de incertidumbre? Y más. Cuando pienso en la caverna, Heisenberg se me presenta siempre como un lúcido visionario. Hoy he pensado en la política de la caverna y, otra vez, Heisenberg ha aparecido desde el fondo, sonriente y un poco soberbio. Como si él supiera algo que nosotros aún no acabáramos de entender. ¡Qué cabrón!, he pensado. Que conste que no había bebido. Quizás estaba un poco atontado, lo reconozco. Estaba como recogido en una suerte de duermevela o de sopor siestero. ¡Qué bien me ha quedado! En fin, que Heisenberg estaba ahí apuntando con el dedo. Y yo he mirado, pero tampoco he acabado de ver claro. Es que donde no hay mata, no hay patata.

Intentaré explicarme. Dijo Heisenberg algo así como que la medida siempre acabará perturbada por el propio sistema de medición. Me acomodo para poder explicarme mejor. Si miramos, introducimos otro elemento en el hecho o sistema observado, y ya cambiamos lo mirado. Así pues, al intervenir, perturbamos la medida. No sé si me explico. El amigo Heisenberg lo relacionaba todo esto con electrones y fotones. Pero yo, como mucho, solo entiendo de futones y catres. En fin, el caso es que el dedo que señalaba Heisenberg me apuntaba para aplicar ese principio a la política. Y a mí, por un momento, el principio me funcionó. Lo aplico como muestra: la política es un teatro, en el sentido de que se actúa y, a partir de la reacción del que mira, el sistema se resignifica. O se interpreta de nuevo. O se modifica y acomoda. Como queramos decirlo. Esto es: la política es un toma y daca entre los actores y los espectadores. Se busca provocar una reacción y la reacción se convierte en causa de otra acción política. La política, pues, sería una obra de teatro sin destino fijo. Sin final ni finalidad. O eso me pareció a la vista de la práctica actual en la caverna.

¿Y qué pasa ahora con Rajoy, Sánchez, Iglesias o Rivera? Pues que actúan y recogen la reacción de la mirada para redireccionar el camino. ¿Por qué? Pues porque todos quieren gobernar y ganar en poder. ¿Para? Pues se supone que para encontrar el camino más ancho y plácido. Se supone. Heisenberg aplicado a la política, pero a la pequeña política. La insustancial. Porque, en lugar de obsesionarnos con la reacción ante el hecho puntual, ¿no deberíamos fijarnos en cuál es el camino que queremos seguir? ¿Qué ha hecho ahora Iglesias? ¿Teatrillo o busca enderezar algo? El teatrillo busca la reacción inmediata y el beneficio rápido. Pero no es más que una pantomima sin trascendencia. Y en éstas se nos han instalado los voceras y especuladores de la actualidad. Y en éstas también parecen querer nadar los políticos. Pero no. Que no. No es ésa la política que deberíamos querer. No es la política de lo pequeño, de los gestos, de la reacción que busca el aplauso inmediato. Aún debemos creer en los caminos. Y los caminos son las ideologías. No nos podemos dejar engañar. Porque aquellos que proclaman la muerte de las ideologías, solo desean una caverna pastosa y ahogada en cieno maloliente. Las ideologías son las que mantienen sueños y no sucumben a los gestos. Las ideologías, igual, un día nos sacarán de la caverna para poder respirar el aire puro del bosque. La mirada que verdaderamente puede cambiar la política no se queda en lo pequeño, no se instala en la discusión de lo intelectualmente insustancial. La mirada que debe incidir y cambiar el sistema es la que mira mucho más allá. La que se fija en el camino y en el horizonte incierto que nos debe sacar de la caverna. Y para eso necesitamos una buena mirada. Gorda. Bien gorda. Potente. De las que mueven galaxias y no electrones. No la mirada de los bocazas, sino la de la voluntad mayoritaria.

No sé, me da que Heisenberg no me acaba de funcionar. Y el muy cabrón sigue sonriendo ensoberbecido.

18 enero, 2016

Líneas rojas al PP

Líneas rojas. ¡Qué mala pata tiene siempre el rojo! El rojo siempre quema. El rojo siempre esta maldito. Hasta tus labios rojos parecen malditos, si los pinta la pasión. En la caverna, claro. Más allá, donde el cielo encierra los sueños, el rojo es una bendición. La ilusión se viste de rojo, allá afuera. Y en el rojo se enredan las esperanzas. Nada de verde. La esperanza en rojo sanguíneo. La esperanza, la carne, la ilusión y la sangre. Y también tus labios rojos. Los de la pasión. Los de la esperanza en el sentir que hemos vivido. Pero en la caverna, el rojo es peligro. Más que el ámbar, que no es chicha ni limoná. Así, en la caverna, las líneas rojas son las que no se pisan. Líneas rojas para apartar y separar. Allá donde no iremos, se dibuja con una línea roja.

Y en estas, ahora, los partidos describen sus líneas rojas. No discutiré yo sin han de ser o no, o si han de ser unas u otras. No soy quién. Soy, como todos los sin voz que miramos desde lejos, mucho más que quién. Aunque ellos no lo sepan. ¿Líneas rojas? Pues sí. He dicho que no, pero dos líneas después digo que sí. Para eso soy mucho más que quién. Para desdecirme. Así que alguna línea roja habrá que dibujar. Las mínimas. Las de la dignidad, al menos. La dignidad que intentaron arrebatarnos. Porque el PP se encargó de intentarlo. De eso no podemos olvidarnos. ¿Quieren líneas rojas? Ahí van unas cuantas. Con usted, señor Rajoy, ni a la acera de la esquina si no revoca las leyes de lo indigno. La LOMCE, ¿se acuerda? Aquella ley que nadie, excepto sus acólitos, aceptó. Otra: la reforma laboral. Aquella ley que nos condenaba a ser una mercancía más. Aún más, quiero decir. La ley que nos despojaba de unos cuantos derechos que aún nos quedaban. ¿Más? Pues sí. Escupa usted, señor Rajoy, sobre la ley mordaza. Maldígala en público. ¿Quiere más? Devuélvanos el derecho a estar protegidos antes que los bancos. Abjure de sus desmanes. Llore por haber abandonado a quien debiera proteger. Quiero oírle llorar. Gimotear el perdón por sus pecados. ¿Líneas rojas al PP? Pues claro. Y si hay alguien dispuesto a firmar sus desmanes y a auparle en hombros, que le persigan por siempre los remordimientos por haber traspasado las líneas rojas de lo indigno.

Patria y educación en Catalunya

¿Patria? Más patria. La caverna es la patria. Y en la caverna se olía un tiempo nuevo. La revolución asomaba por la esquina. Así, la puntita. Luminosa y prometedora. ¡Ay, qué será de la revolución! El futuro era nuestro. La caverna dejará de ser la caverna. La república catalana. Se dijo. Pero...y ya empezamos con los peros. Pero, insisto, para el nuevo tiempo, una consellera vieja. Perdón, más que vieja, rancia. Crecida desde el cieno. En nuestro cieno. El de siempre. Ella, del Opus. Construida en el Opus y al calor de toda serie de instituciones eclesiásticas. De aquellas que separan a niños y niñas, porque no todos son iguales. ¡Válgame el cielo! De aquellas que separan a ricos y pobres, porque no todos son iguales. L'ordre, jove, l'ordre! Una consellera que fue redactora de la LEC. Una ley muy parecida a LOMCE, pero en catalán. La revolución asomaba por la esquina. ¡Ay, qué será de la revolución! Una consellera que seguro que analiza gráficos, que entiende de planes de viabilidad, que sabe qué es la rentabilidad. Una consellera que sabe cómo y con quien se debe gastar el dinero. Pero es que la consellera no es diferente de un president muy beato. Dels de tota la vida. Un president que igual rememoraría el carlismo o la Lliga catalana o las gestas de Pere el del punyalet. Todo muy aristocrático y de mucho orden. Pero, donde hay patria no hay lugar para los individuos. On s'ha vist això! En la caverna pueden cambiar muchas cosas, pero los dueños del cieno quieren seguir dominando el cálido limo del fondo de la caverna. Así que: ¿Patria? ¿Qué patria? La revolución asomaba por la esquina. ¡Ay, qué será de la revolución!

17 enero, 2016

¿Apesta o no apesta?

En el cieno, sumergidos en el limo maloliente del fondo de la caverna, no tenemos más ojos que para las formas. No tenemos más narices que para nuestro cieno. Porque las formas se han de cuidar. Van con nuestro adn. Adherido a nuestras entrañas. No tenemos más olfato complaciente que para las formas que se acomodan a las formas de siempre. El resto, nos molesta. Lo extraño nos eriza los pelos del cogote y nos pone en alerta. El cieno apesta, ya lo sabemos. Pero ya tenemos las narices acostumbradas a nuestras miserias. Cualquier otra cosa nos hace despertar de nuestro sueño plácido. Un sueño arropado en el cálido lodo de la caverna.

Un bebé en el Congreso. Apesta. Unas rastas que se pasean muy dignas por el hemiciclo. Apestan porque el cieno encorbatado y muy formal no estaba preparado. Juego de trileros. Esto para ti y eso para mí. No apesta, siempre ha sido así. Gómez de la Serna. Se pasa por el forro cualquier indicio de dignidad o de respeto. No apesta. Sale a la venta un libro sobre los tejemanejes de los campeones del trileo. Apesta, porque se remueve el cieno plácido del fondo. Rajoy nos habla de su sentido común y nos llama estúpidos si no lo aceptamos como el más común de los sentidos. No apesta, a pesar de ser un argumento para estúpidos. Es así en la caverna. Apesta lo que no es esperado, lo que no está dentro del más estricto canon. Siempre ha sido así. El lodo espeso en el que crecemos los cavernarios es nuestro lodo. Patria. Y, mientras tanto, aún quedan personas con esperanza de morir ahogados en el cieno. Pisoteados por los que sacan el cuello muy ufanos para erigirse en los héroes de la caverna.