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04 agosto, 2016

Del librepensamiento en tiempos globales

Formulo hipótesis: el librepensamiento, en la globalización, se deshace como un helado al sol, de forma irreversible. ¿En qué baso esta hipótesis? La verdad, no he pasado de la mera intuición. Pero no nos pongamos exquisitos. ¿Por qué no? ¿Quién dice que la intuición no pueda ser un pozo de verdades? En fin, otra excusa. Como cualquier otra. El caso es que lo pienso. El librepensamiento, en la caverna global, se nos va a la mierda. A ver, tampoco lo digo por decir. Yo creo que algunas pruebas hay de que, de aquí a nada, el librepensamiento va a ser un vago recuerdo. Una nota del pasado. Como mucho algo folclórico en especímenes raros como yo. Ya me imagino en un futuro próximo cantando proclamas librepensadoras que levantarán, en el mejor de los casos, hilaridad atronadora entre ciudadanos bien amoldados.

Pero veamos motivos. Erdogán, por empenzar con alguien. No sé por qué comiennzo por él porque también podría empezar por el Brexit, o la extrema derecha alemana o francesa o neerlandesa o austriaca o griega. Como también podría haber nombrado al ridículo Trump, a ISIS, a los hermanos musulmanes o a Corea del Norte. O también a la mafia rusa o calabresa o a la que vive del narcotráfico en Sudamérica. Podría nombrar al pujante nacionalismo catalán, piamontés o flamenco, como también al nacionalismo apisonadora español o húngaro o serbio. Por no hablar de Rusia, Pakistán, Yemen, Arabia Saudí o Venezuela. Total, que se nos va de las manos el llibrepensamiento. Que nos vamos huyendo hacia los muros impenetrables que conducen al pensamiento totalitario y de la manada. En Europa, en la propia cuna, el librepensaniento se doblega al ritmo que marcan las bombas de yihadismo y las reacciones febriles gubernamentales o de la oposición buitre. Ser crítico, marginal en el pensamiento, raro o lo que sea que uno pueda ser al pensar diferente, no solo no está mal visto, sino que además es sospechoso. Huele a traición. Un desalmado en toda regla. Mal vamos, insisto.

¿Y qué nos falta? Pues los ingredientes básicos del librepensamiento: el escepticismo necesario para distanciarnos del dogma y la opinión única; el relativismo que nos ayudará a evitar las metas absolutas y los destinos universales; y, por supuesto, la ironía que nos permita alejarnos lo suficiente como para poder vernos ridículamente desnudos o, como mucho, en bragas o calzoncillos. Cada vez es más difícil no creer en banderas, proclamas y destinos universales. Cada vez es más difícil entender que las soluciones tienen fecha de caducidad. Cada vez es más difícil entender que la mezcla enriquece y que nuestra pureza nos hunde en las más bajas miserias humanas. Cada vez es más difícil aullar para romper filas. Cada vez es más difícil amar abiertamente desde las entrañas o sobre la piel. Cada vez es más difícil dialogar sabiendo que los demás tendrás muchas más razones. Cada vez es más difícil reirnos de nosotros mismos. Cada vez es más difícil no caer rendidos a los cantos de la turba, de la manada. Si antes era difícil encontrar la salida de la caverna, ahora parece que nos la quieren tapiar a base de necedad y mucho miedo. Señores, parece ser que en la caverna no hemos venido a librepensar, sino a bajar la cabeza. Amén.

26 enero, 2016

Una vergüenza más: Europa y los refugiados

Refugiados. Atentos: la vieja Europa acoge entre sus senos a los refugiados que huyen del horror. No corramos demasiado. Lo de los senos era una metáfora. Pero, vamos, que en Europa somos así. No podemos evitar ser así de nobles. Pero mucho. Somos la releche de nobles. La vieja Europa es acogedora. ¡Bien! Garante de la libertad. ¡Bien! Defensora de la igualdad. ¡Bien! Beligerante con las desigualdades y la injusticia. ¡Bien! Y recogemos, al calor de nuestro caverna próspera, a todos aquellos que necesitan protegerse de la demencia. ¡Requetebien! Hacemos lo posible y lo imposible. Por ellos, los refugiados. Y por nosotros, los defensores de los valores de Europa. Todos juntos. Con las manos unidas. De pieles diferentes. De lenguas diferentes. De culturas y dioses diferentes. Todos protegidos al calor de la caverna. ¡Venga, everybody, somos la releche en patinete!

Hasta ahí el panfleto. Casi no llego. Me ha ido justito para llegar al wáter y vomitar. Sabía yo que me iba a sentar mal. No digiero bien. ¡Qué le vamos a hacer! Porque, al mirar alrededor, se me levantan las nauseas. Pero hay que seguir. De las tripas, corazón. Vamos allá. Empecemos por los gobiernos que ponen barreras. De espino. A hombres, y a mujeres y a niños. Gobiernos que ponen a la policía y al ejército a repartir mamporrazos. A hombres, y a mujeres y a niños. Refugiados que se ahogan, día tras día. Solo algunos voluntarios para salvarlos. Voluntarios, europeos, aunque nada que ver con los gobiernos. Voluntarios que acusamos de tráfico de personas cuando salvan las vidas de inocentes. Seguimos. Periodistas que zancadillean y empotran las narices de los refugiados en el suelo. Para hacer una foto más. O porque los odian. ¡Vaya usted a saber! Más. Cupos de refugiados por países. Muy pocos. Pero, cupos que no se cumplen. Se repartieron algo más de 100.000. Pero son millones y a nadie les importan. A España han llegado 18. Un monento. No he dicho 18.000, no. He dicho 18. Tal como suena. Eso sí, uno se hizo la foto con la camiseta del Real Madrid. ¡Qué bonito! Los del Almendralejo F.C no han llegado todavía. Pero siguen muriendo en el Mediterráneo. Hombres, y mujeres y niños. Y los que pasan, aún les queda por aguantar algún que otro ultraje. Después de la dignidad, también les queremos despojar de las pocas miserias que llevan con ellos. Por ejemplo, ahora resulta que Alemania y Dinamarca requisan dinero y pertenencias a los refugiados. Los ricos, requisando las miserias de los refugiados. En Europa... Lo siento, he de volver a vomitar.

Y mientras tanto, nosotros preocupados por los dislates de algún político. Preocupados por si éste o aquél. Preocupados por nuestro ombligo. O, peor aún, preocupados por GHVIP o por si algún payaso de la tele la dice más gorda. ¡Europa! ¿Europa? Esta no es la Europa que esperábamos. Ni soñábamos. Esta no es mi Europa. Lo dejo aquí, tengo que volver a vomitar. A ver si lo echo todo de una vez.