27 enero, 2016

Rita, la senadora

Somos unos desagradecidos. Así os lo digo, tal como suena. Somos unos envidiosos y no reconocemos el valor de ciertos personajillos cavernarios. ¡Mira que somos malotes! Asumidlo. Nos cuesta admitir que hay personas que no están a nuestro alcance. Que se escapan a nuestra comprensión minúscula. ¿Como quién? ¿De verdad preguntáis como quién? No me lo puedo creer. Negamos la evidencia hasta el final. No os hagáis los tontos, no, que lo sabéis. Lo hacéis para ver si cuela, ¿no? Pues yo os lo diré. Alto y claro. Rita. Sí, Rita la senadora. Rita, la misma Rita que paseaba su humanidad por los salones valencianos hasta hace poco y que ahora colma de personalidad los bancos del senado. Allá, en Madrid. Rita Barberá. ¡Qué barbaridad de Rita! ¡Por Dios! ¡Qué mujer! Sí, ya sé que os ha dolido. Pero ahí os lo dejo.

Ahora me explico. Ya voy. No más abucheos, por favor. Señores, no seamos faltones. Dejenme seguir y después, en todo caso, me apedrean. Se dice por ahí que Rita, la senadora Barberá, estaba en la cima de un entramado mafioso. Un entramado, el PP valenciano, que repartió dinero a espuertas. A millones. Entre los suyos, claro. Pensemos por un momento que eso fue así. Supongámoslo. ¿Cómo es que durante años y años han estado chupando dinero de comisiones ilegales sin que nadie pudiera demostrar nada? ¿Cómo es que durante años y años se han enriquecido mientras empobrecían y endeudaban a todos los valencianos? A ver qué comunidad puede decir que tiene una ciudad de la ciencia como la valenciana. Y un gran premio de cochecitos F1. Y una copa del mundo de vela. Y pagos al yerno de un rey, un tal... Ahora no me viene. Y unos complejos turísticos de cágate lorito. Y aeropuertos para el abuelito. Y estatuas que son más feas que una patada en los testículos mientras miras embelesado las estrellas. Y venga y venga repartir dinero en colosales demostraciones de osadía y mal gusto. Mientras que los bolsillos de unos cuantos se llenaban hasta reventar. Bolsillos descosidos por la presión insostenible de billetes de quinientos. A ver, ¿quién puede decir lo mismo? Además, ese mismo entramado, se encargaba de lavar los trapos sucios. Solo hay que recordar las muertes del metro de Valencia, aún sin resolver. O recordad cómo se cargaron a Garzón, el juez. Y pensad que esto tan solo es la punta del iceberg. Lo digo por utilizar la misma imagen que el intelectual Pablo Casado utilizó para hablar de los votantes del PSOE y los deseos escondidos. Pero volvamos a la chicha. Ahora, después de las pruebas, decidme: si todo eso hubiera pasado en Valencia, ¿no sería muy grande esta mujer? ¿Alguno de vosotros podría haber hecho lo mismo? ¿Hubierais podido mantener todo eso? Pensad en la de amigos, amiguetes y amigotes que hubierais necesitado. Pensad en todas las fidelidades que hubierais tenido que mantener. Porque, al fin y al cabo, ella sigue ahí. La senadora Barberá. La gran Rita. Esa mujer que igual se toma unas copas de más antes de colocarnos un discurso que se echa una siesta en el parlamento. Lo que no puedo desvelar es si ronca. Pero, vamos, que si lo hace, hasta es posible que los ronquidos suenen aterciopelados. O a tercios pelados.

26 enero, 2016

Una vergüenza más: Europa y los refugiados

Refugiados. Atentos: la vieja Europa acoge entre sus senos a los refugiados que huyen del horror. No corramos demasiado. Lo de los senos era una metáfora. Pero, vamos, que en Europa somos así. No podemos evitar ser así de nobles. Pero mucho. Somos la releche de nobles. La vieja Europa es acogedora. ¡Bien! Garante de la libertad. ¡Bien! Defensora de la igualdad. ¡Bien! Beligerante con las desigualdades y la injusticia. ¡Bien! Y recogemos, al calor de nuestro caverna próspera, a todos aquellos que necesitan protegerse de la demencia. ¡Requetebien! Hacemos lo posible y lo imposible. Por ellos, los refugiados. Y por nosotros, los defensores de los valores de Europa. Todos juntos. Con las manos unidas. De pieles diferentes. De lenguas diferentes. De culturas y dioses diferentes. Todos protegidos al calor de la caverna. ¡Venga, everybody, somos la releche en patinete!

Hasta ahí el panfleto. Casi no llego. Me ha ido justito para llegar al wáter y vomitar. Sabía yo que me iba a sentar mal. No digiero bien. ¡Qué le vamos a hacer! Porque, al mirar alrededor, se me levantan las nauseas. Pero hay que seguir. De las tripas, corazón. Vamos allá. Empecemos por los gobiernos que ponen barreras. De espino. A hombres, y a mujeres y a niños. Gobiernos que ponen a la policía y al ejército a repartir mamporrazos. A hombres, y a mujeres y a niños. Refugiados que se ahogan, día tras día. Solo algunos voluntarios para salvarlos. Voluntarios, europeos, aunque nada que ver con los gobiernos. Voluntarios que acusamos de tráfico de personas cuando salvan las vidas de inocentes. Seguimos. Periodistas que zancadillean y empotran las narices de los refugiados en el suelo. Para hacer una foto más. O porque los odian. ¡Vaya usted a saber! Más. Cupos de refugiados por países. Muy pocos. Pero, cupos que no se cumplen. Se repartieron algo más de 100.000. Pero son millones y a nadie les importan. A España han llegado 18. Un monento. No he dicho 18.000, no. He dicho 18. Tal como suena. Eso sí, uno se hizo la foto con la camiseta del Real Madrid. ¡Qué bonito! Los del Almendralejo F.C no han llegado todavía. Pero siguen muriendo en el Mediterráneo. Hombres, y mujeres y niños. Y los que pasan, aún les queda por aguantar algún que otro ultraje. Después de la dignidad, también les queremos despojar de las pocas miserias que llevan con ellos. Por ejemplo, ahora resulta que Alemania y Dinamarca requisan dinero y pertenencias a los refugiados. Los ricos, requisando las miserias de los refugiados. En Europa... Lo siento, he de volver a vomitar.

Y mientras tanto, nosotros preocupados por los dislates de algún político. Preocupados por si éste o aquél. Preocupados por nuestro ombligo. O, peor aún, preocupados por GHVIP o por si algún payaso de la tele la dice más gorda. ¡Europa! ¿Europa? Esta no es la Europa que esperábamos. Ni soñábamos. Esta no es mi Europa. Lo dejo aquí, tengo que volver a vomitar. A ver si lo echo todo de una vez.

25 enero, 2016

Españoles muy españoles

Estoy hasta el mismísimo níspero de los españoles-muy-españoles. Esos que van escupiendo banderas rojigualdas a la cara de los descreídos como yo. Pero es que no soporto que me den lecciones sin yo pedirlas. No soporto que nadie me diga qué debo sentir ni cómo lo debo sentir. ¡Hasta el níspero! Espero me perdonen que no diga cojones. En fin, sigo. Oigo cada dos por tres a algunos esencialistas que nos quieren decir cómo debemos sentir la patria. Pero voy a decirlo otra vez para que no quepa duda alguna: los "españoles-muy-españoles" me la traen al pairo. No me despiertan más que repulsión. Arcadas. ¡Puag! Aunque, aclaro, ¿me repugnan porque sean muy españoles? Que no. Que ya he dicho que me la traen al pairo. Ellos puedan ser lo que quieran, me la sopla. Su españolidad-muy-española se lo pueden comer con patatas. Pero no soporto que me digan cómo debo ser yo. Porque, al hacerlo, me desprecian abiertamente. Porque, al hacerlo, demuestran su incapacidad para entender que haya otras maneras. Porque, al hacerlo, quieren relegarme a ser un ciudadano de segunda. Porque yo merezco tanto respeto como ellos y, por supuesto, mucho más que cualquier entelequia patriotera. Estos personajillos que se envuelven en la bandera y el patrioterismo, no son más que indigentes intelectuales, pero venidos a más. Decía mi padre que lo peor de un idiota no es que fuera idiota, lo peor, decía, es que crea que no es idiota. O como digo yo, no hay peor idiota que un idiota con iniciativa. O como decía Sócrates, solo el ignorante hace el mal porque, sencillamente, es un ignorante. Así que, un poquito de más cultura para esos españoles-muy-españoles.

P.S.: Substitúyase españoles por catalanes y el escrito es igualmente válido. Si se conocen otras necedades o nacionalidades o esencialidades, apreciaría que se comprobara su corrección. Yo creo que funciona. Si no es así, agradecería se me comunicase por los conductos habituales. Una cosa más, las bromas sobre los conductos, sean o no habituales, ya me las sé todas.

Rajoy en el limbo

César Luena, secretario de organización del PSOE, ha dicho que en política no se puede estar en el limbo. Se refería a Rajoy. César, señor Luena, ¡qué tontería acabas de decir! ¿Qué es eso de que en política no se puede estar en el limbo? ¿De verdad tenemos que discutir una tontería como ésta? ¿Quieres pruebas de que sí? Perdona, pero en el limbo se puede estar. En el limbo se puede residir cómodamente. Y se puede estar en el limbo sin que te lleguen los gritos agonizantes de los que están en el infierno. ¡Es tan confortable el limbo! ¿Ya no nos acordamos del plasma? Eso es estar en el limbo. Eso es protegerse desde el limbo de la inquina de los que quieren saber. El plasma es la manera más gráfica de estar en el limbo y no querer bajar a escuchar a los que preguntan o protestan o gritan. Como también es estar en el limbo cuando se aplican medidas desde las alturas a sabiendas de que los más débiles sufrirán las consecuencias. Los de abajo. Los que se queman. Estar en el limbo es querer protegerse del infierno poniendo barreras como la ley mordaza. Estar en el limbo es no ser capaz de exponerse abiertamente a que más de uno haga las preguntas inoportunas. Estar en el limbo es legislar sin escuchar a nadie que no sea a sí mismo. Estar en el limbo es decir que estamos bien, de puta madre, sin que los más necesitados puedan escupirte a la cara la miseria en la que viven. Estar en el limbo es hacer justamente lo contrario de lo que prometiste. Y por supuesto estar en el limbo es mantener un círculo de amistades bien alimentadas. Con dinero negro. Con sobres. Con regalos y tratos de favor. El limbo social que desde la antigüedad ha diferenciado entre privilegiados y condenados al infierno.

César, señor Luena, rectifique. Diga que sí se puede estar en el limbo. Acepte y acuse al que nunca ha bajado hasta los infiernos por haber estado parapetado en el limbo. Porque el limbo también existe en la caverna. ¿Dónde? Pues ahí, justo por encima del cieno apestoso en el que se ahogan los que nada pueden. En el limbo, en ese cieno, ha surfeado el señor Rajoy. Y esperamos que nadie más nos vuelva a gobernar desde el limbo. Porque "en el limbo", según la RAE, es ese lugar en el que nadie se entera de lo que ocurre. ¿O es que queremos redefinir el limbo de otra manera? Espero que no.

24 enero, 2016

Caballeros, no empecemos a chuparnos las pollas todavía.

Imaginemos por un momento que no estamos en la caverna. Imaginemos por un momento que no hay nadie en su sano juicio que dude de que el partido del gobierno ha estado pagando sobresueldos a sus dirigentes. En negro. Imaginemos por un momento que los mismos que reclaman el pago de impuestos, hubieran estado evitando el pago de los suyos de manera sistemática. Imaginemos por un momento que el partido del gobierno hubiera nombrado a ladrones como dirigentes de bancos. Por un momento, imaginemos también que el partido del gobierno hubiera mantenido una trama mafiosa de cobro de comisiones a cargo de las arcas públicas. Imaginemos por un momento que una buena parte de los dirigentes del partido del gobierno están imputados o encarcelados por tejemanejes mafiosos. Imaginemos también que el partido del gobierno es investigado por destruir pruebas. Además, imaginemos que el que fue número tres de la vicepresidenta del gobierno dimitió porque se descubrió que había favorecido la malversación de dinero público. De manera sistemática. A través de una empresa pública. O semipública. O la madre que parió a sus empresas. Por último, imaginemos también que nadie dimite ni hay nadie que asuma la responsabilidad de tales desmanes. Insisto en la primera cuestión: imaginemos que no estamos en la caverna. Hay algo que no encaja, ¿verdad? ¿Qué no encaja? Pues que sí, sí estamos en la caverna. Todo esto pasa hoy en la caverna. Y mientras todo eso pasa, las hordas aplauden a sus dirigentes. En la caverna, por lo tanto, somos mucho de robar. Siempre y cuando sean los nuestros los que roban. Claro.

Yo es que me imagino las reuniones de los dirigentes del PP. Ante tanta y tanta mangonería e impunidad, seguro que hay risas de complacencia. Entre ellos se cruzarán palabras de felicitación y abrazos de complicidad. Seguro que hay más de uno que piensa y dice, "esto es jauja, aquí no hay Dios que nos toque". Aunque, seguro que entre ellos hay alguien un poco más prevenido. Al menos habrá uno que mantenga la cabeza fría. Seguro que debe haber alguien que no estará convencido de poder salvar siempre el culo. Más de uno ha caído ya. Ése, ése que es más prevenido, debería recordar la película Pulp Fiction y decir en voz alta a sus amiguetes, "caballeros, no empecemos a chuparnos las pollas todavía". Y es que, más tarde o más temprano, a todo cerdo le llega su san Martín. O al menos aún nos queda esa esperanza.

23 enero, 2016

Hermenéutica y traición

La hermenéutica, el arte de interpretar, de descifrar. El arte de aprehender la realidad a base amontonar, seleccionar y ordenar los elementos para encontrar la verdad escondida. Me gusta. Es como jugar a descubrir. Homo ludens, no lo puedo evitar. Es que la hermenéutica me pone. Me voy a hacer unas tarjetas de visita para poder poner bajo mi nombre "hermenéutico, pero a tontas y a locas". Igual, con la ambigüedad, se me ofrece alguna loca.

Vuelvo a los hechos. El otro día escuché a un tipo cavernario que afirmaba que toda hermenéutica traiciona a la verdad. Estuve riendo un buen rato. Pero con ganas. Dos o tres que estaban a mi alrededor creyeron que me había dado un aire. O quizás alguno confirmó que me falta un hervor. El caso es que me reí. ¿Por qué? Pues porque entendí que el cavernario estaba haciendo un chiste. Pero me equivoqué. El cavernario estaba dispuesto a morir ahogado en su estupidez. Cierto que la hermenéutica interpreta, selecciona los elementos y los categoriza para encontrar un sentido escondido. Estamos de acuerdo. Busca encontrar esa verdad que se nos escapa constantemente entre los dedos. Cuando creemos que ya la tenemos bien agarrada, resulta que se nos ha escurrido por el desagüe. ¡Mecachis! A empezar otra vez. Y así una y otra vez. Pero el cavernario no entendía que la hermenéutica surge de la humildad de reconocer que las verdades acaban siempre en el desagüe. Siempre. Mi interpretación, su interpretación, son solo interpretaciones. Nunca serán verdades con las que abofetear a nadie. Y siempre acabarán huyendo por el desagüe. Pero, ¿traiciona la hermenéutica a la verdad? Pues claro que no, ¡tarugo! Para traicionar, hay que haber llegado antes y comprometerse. La verdad apresada y rendida al compromiso de fidelidad. Y solo después traicionada. ¿Cómo puedo yo traicionar lo que no poseo ni conozco? La soberbia le pudo al cavernario. Se enseñoreó de lo que nunca poseyó. La traición, si la hay, no está en la hermenéutica, sino en creer que tu verdad es la verdad. Ahí radican todos los males. Creer que la verdad es una y creerse poseedor, es lo que convertía al cavernario en estúpido.

Así, la hermenéutica construye la historia. Y la política. Y las naciones. Se amontonan los hechos, se seleccionan, se categorizan y se les encaja en un sentido. Ya, ya sé que ahora más de uno dirá, "a la mierda con la tontería ésta". Pero es que la hermenéutica solo es una herramienta. Y la ponemos al servicio de las miserias. Y el sentido crítico, muy comúnmente, también se nos escapa por el desagüe con la verdad cogida del brazo. Porque, queramos o no, son nuestras miserias las que acaban por seleccionar los hechos. Las miserias construyen sentidos, encajan las piezas para que la historia caiga rendida a nuestros pies. Son nuestras miserias las que traicionan a la verdad. No porque hayamos poseído jamás a la verdad, sino porque despreciamos cualquier otra verdad. Mi verdad, tu verdad, son verdades igual de inválidas. Pero no llores. Eso no es una tragedia. La tragedia aparece cuando queremos meter a cucharadas nuestra verdad a los demás mientras les cogemos de la nariz para que traguen. O cuando hondeamos una verdad como un pendón amenazante para despreciar incluso la vida de los otros. En nombre de las verdades miserables se han cometido las barbaridades más atroces. Y las más sibilinas. Como creer que somos deudores de un pasado interpretado por las miserias del cavernario de al lado.

22 enero, 2016

Heisenberg en política

Hace casi un siglo, en 1925, un científico puso patas arriba la física. La física de lo pequeño. La que mira a lo minúsculo y, quizás, más esencial. Aunque yo sospecho que las intuiciones de este señor van mucho más allá. Igual meto la pata, pero si tuviéramos una mirada muy gorda, gigante, ¿no tendría sentido también el principio de incertidumbre? Y más. Cuando pienso en la caverna, Heisenberg se me presenta siempre como un lúcido visionario. Hoy he pensado en la política de la caverna y, otra vez, Heisenberg ha aparecido desde el fondo, sonriente y un poco soberbio. Como si él supiera algo que nosotros aún no acabáramos de entender. ¡Qué cabrón!, he pensado. Que conste que no había bebido. Quizás estaba un poco atontado, lo reconozco. Estaba como recogido en una suerte de duermevela o de sopor siestero. ¡Qué bien me ha quedado! En fin, que Heisenberg estaba ahí apuntando con el dedo. Y yo he mirado, pero tampoco he acabado de ver claro. Es que donde no hay mata, no hay patata.

Intentaré explicarme. Dijo Heisenberg algo así como que la medida siempre acabará perturbada por el propio sistema de medición. Me acomodo para poder explicarme mejor. Si miramos, introducimos otro elemento en el hecho o sistema observado, y ya cambiamos lo mirado. Así pues, al intervenir, perturbamos la medida. No sé si me explico. El amigo Heisenberg lo relacionaba todo esto con electrones y fotones. Pero yo, como mucho, solo entiendo de futones y catres. En fin, el caso es que el dedo que señalaba Heisenberg me apuntaba para aplicar ese principio a la política. Y a mí, por un momento, el principio me funcionó. Lo aplico como muestra: la política es un teatro, en el sentido de que se actúa y, a partir de la reacción del que mira, el sistema se resignifica. O se interpreta de nuevo. O se modifica y acomoda. Como queramos decirlo. Esto es: la política es un toma y daca entre los actores y los espectadores. Se busca provocar una reacción y la reacción se convierte en causa de otra acción política. La política, pues, sería una obra de teatro sin destino fijo. Sin final ni finalidad. O eso me pareció a la vista de la práctica actual en la caverna.

¿Y qué pasa ahora con Rajoy, Sánchez, Iglesias o Rivera? Pues que actúan y recogen la reacción de la mirada para redireccionar el camino. ¿Por qué? Pues porque todos quieren gobernar y ganar en poder. ¿Para? Pues se supone que para encontrar el camino más ancho y plácido. Se supone. Heisenberg aplicado a la política, pero a la pequeña política. La insustancial. Porque, en lugar de obsesionarnos con la reacción ante el hecho puntual, ¿no deberíamos fijarnos en cuál es el camino que queremos seguir? ¿Qué ha hecho ahora Iglesias? ¿Teatrillo o busca enderezar algo? El teatrillo busca la reacción inmediata y el beneficio rápido. Pero no es más que una pantomima sin trascendencia. Y en éstas se nos han instalado los voceras y especuladores de la actualidad. Y en éstas también parecen querer nadar los políticos. Pero no. Que no. No es ésa la política que deberíamos querer. No es la política de lo pequeño, de los gestos, de la reacción que busca el aplauso inmediato. Aún debemos creer en los caminos. Y los caminos son las ideologías. No nos podemos dejar engañar. Porque aquellos que proclaman la muerte de las ideologías, solo desean una caverna pastosa y ahogada en cieno maloliente. Las ideologías son las que mantienen sueños y no sucumben a los gestos. Las ideologías, igual, un día nos sacarán de la caverna para poder respirar el aire puro del bosque. La mirada que verdaderamente puede cambiar la política no se queda en lo pequeño, no se instala en la discusión de lo intelectualmente insustancial. La mirada que debe incidir y cambiar el sistema es la que mira mucho más allá. La que se fija en el camino y en el horizonte incierto que nos debe sacar de la caverna. Y para eso necesitamos una buena mirada. Gorda. Bien gorda. Potente. De las que mueven galaxias y no electrones. No la mirada de los bocazas, sino la de la voluntad mayoritaria.

No sé, me da que Heisenberg no me acaba de funcionar. Y el muy cabrón sigue sonriendo ensoberbecido.

18 enero, 2016

Líneas rojas al PP

Líneas rojas. ¡Qué mala pata tiene siempre el rojo! El rojo siempre quema. El rojo siempre esta maldito. Hasta tus labios rojos parecen malditos, si los pinta la pasión. En la caverna, claro. Más allá, donde el cielo encierra los sueños, el rojo es una bendición. La ilusión se viste de rojo, allá afuera. Y en el rojo se enredan las esperanzas. Nada de verde. La esperanza en rojo sanguíneo. La esperanza, la carne, la ilusión y la sangre. Y también tus labios rojos. Los de la pasión. Los de la esperanza en el sentir que hemos vivido. Pero en la caverna, el rojo es peligro. Más que el ámbar, que no es chicha ni limoná. Así, en la caverna, las líneas rojas son las que no se pisan. Líneas rojas para apartar y separar. Allá donde no iremos, se dibuja con una línea roja.

Y en estas, ahora, los partidos describen sus líneas rojas. No discutiré yo sin han de ser o no, o si han de ser unas u otras. No soy quién. Soy, como todos los sin voz que miramos desde lejos, mucho más que quién. Aunque ellos no lo sepan. ¿Líneas rojas? Pues sí. He dicho que no, pero dos líneas después digo que sí. Para eso soy mucho más que quién. Para desdecirme. Así que alguna línea roja habrá que dibujar. Las mínimas. Las de la dignidad, al menos. La dignidad que intentaron arrebatarnos. Porque el PP se encargó de intentarlo. De eso no podemos olvidarnos. ¿Quieren líneas rojas? Ahí van unas cuantas. Con usted, señor Rajoy, ni a la acera de la esquina si no revoca las leyes de lo indigno. La LOMCE, ¿se acuerda? Aquella ley que nadie, excepto sus acólitos, aceptó. Otra: la reforma laboral. Aquella ley que nos condenaba a ser una mercancía más. Aún más, quiero decir. La ley que nos despojaba de unos cuantos derechos que aún nos quedaban. ¿Más? Pues sí. Escupa usted, señor Rajoy, sobre la ley mordaza. Maldígala en público. ¿Quiere más? Devuélvanos el derecho a estar protegidos antes que los bancos. Abjure de sus desmanes. Llore por haber abandonado a quien debiera proteger. Quiero oírle llorar. Gimotear el perdón por sus pecados. ¿Líneas rojas al PP? Pues claro. Y si hay alguien dispuesto a firmar sus desmanes y a auparle en hombros, que le persigan por siempre los remordimientos por haber traspasado las líneas rojas de lo indigno.

Patria y educación en Catalunya

¿Patria? Más patria. La caverna es la patria. Y en la caverna se olía un tiempo nuevo. La revolución asomaba por la esquina. Así, la puntita. Luminosa y prometedora. ¡Ay, qué será de la revolución! El futuro era nuestro. La caverna dejará de ser la caverna. La república catalana. Se dijo. Pero...y ya empezamos con los peros. Pero, insisto, para el nuevo tiempo, una consellera vieja. Perdón, más que vieja, rancia. Crecida desde el cieno. En nuestro cieno. El de siempre. Ella, del Opus. Construida en el Opus y al calor de toda serie de instituciones eclesiásticas. De aquellas que separan a niños y niñas, porque no todos son iguales. ¡Válgame el cielo! De aquellas que separan a ricos y pobres, porque no todos son iguales. L'ordre, jove, l'ordre! Una consellera que fue redactora de la LEC. Una ley muy parecida a LOMCE, pero en catalán. La revolución asomaba por la esquina. ¡Ay, qué será de la revolución! Una consellera que seguro que analiza gráficos, que entiende de planes de viabilidad, que sabe qué es la rentabilidad. Una consellera que sabe cómo y con quien se debe gastar el dinero. Pero es que la consellera no es diferente de un president muy beato. Dels de tota la vida. Un president que igual rememoraría el carlismo o la Lliga catalana o las gestas de Pere el del punyalet. Todo muy aristocrático y de mucho orden. Pero, donde hay patria no hay lugar para los individuos. On s'ha vist això! En la caverna pueden cambiar muchas cosas, pero los dueños del cieno quieren seguir dominando el cálido limo del fondo de la caverna. Así que: ¿Patria? ¿Qué patria? La revolución asomaba por la esquina. ¡Ay, qué será de la revolución!

17 enero, 2016

¿Apesta o no apesta?

En el cieno, sumergidos en el limo maloliente del fondo de la caverna, no tenemos más ojos que para las formas. No tenemos más narices que para nuestro cieno. Porque las formas se han de cuidar. Van con nuestro adn. Adherido a nuestras entrañas. No tenemos más olfato complaciente que para las formas que se acomodan a las formas de siempre. El resto, nos molesta. Lo extraño nos eriza los pelos del cogote y nos pone en alerta. El cieno apesta, ya lo sabemos. Pero ya tenemos las narices acostumbradas a nuestras miserias. Cualquier otra cosa nos hace despertar de nuestro sueño plácido. Un sueño arropado en el cálido lodo de la caverna.

Un bebé en el Congreso. Apesta. Unas rastas que se pasean muy dignas por el hemiciclo. Apestan porque el cieno encorbatado y muy formal no estaba preparado. Juego de trileros. Esto para ti y eso para mí. No apesta, siempre ha sido así. Gómez de la Serna. Se pasa por el forro cualquier indicio de dignidad o de respeto. No apesta. Sale a la venta un libro sobre los tejemanejes de los campeones del trileo. Apesta, porque se remueve el cieno plácido del fondo. Rajoy nos habla de su sentido común y nos llama estúpidos si no lo aceptamos como el más común de los sentidos. No apesta, a pesar de ser un argumento para estúpidos. Es así en la caverna. Apesta lo que no es esperado, lo que no está dentro del más estricto canon. Siempre ha sido así. El lodo espeso en el que crecemos los cavernarios es nuestro lodo. Patria. Y, mientras tanto, aún quedan personas con esperanza de morir ahogados en el cieno. Pisoteados por los que sacan el cuello muy ufanos para erigirse en los héroes de la caverna.


14 enero, 2016

La princesa y el sapo

En la caverna aún quedan príncipes y princesas. Es otra manera de ejercer el poder. Es otra manera de ejercer la violencia. Porque el que nace príncipe posee todo aquello que el resto no poseerá. Para ellos, la herencia es el poder. Bueno, ahora es el poder de no hacer nada y representar. Aclaro: representar es otra manera de no hacer nada. Y de paso hacer negocios, eso sí. ¿Por qué? Pues, ya lo he dicho, por nacer. ¿La violencia? Pues por el hecho de condenar a los demás. Los demás: condenados a no tener los privilegios que el príncipe y la princesa sí tendrán. Pero es que en la caverna los privilegios se heredan. Los tronos, las fortunas, los privilegios. A muchos ya les va bien. ¿Por qué? Pues porque también participan del poder. Eso sí, a los príncipes se les ve mucho más. A los otros no se les ve tanto, pero ejercen. A veces, las princesas encuentran a los príncipes convertidos en sapos. Les besan y se convierten en príncipes. Eso dicen los cuentos de la caverna. Aunque los cuentos no son más que cuentos. Ahora ya lo sabemos. Y los cuentos son otra manera de ejercer la violencia.

Las princesas convierten a los sapos en príncipes. Pero a Cristina no le pasó eso. Fue al revés. A Cristina, el príncipe se le ha convertido en sapo. Ella ha contribuido. Por codicia o porque no se entera de una pimiento. Es igual. Porque el sapo esta vez es suyo. Debo aclarar: este sapo no ha hecho nada que otros no hicieran. Pero a este sapo, trajinar con sus privilegios le ha salido rana. Pensó que todo podía continuar igual. Que siempre sería el hijo malcriado que siempre fue. Que arrimado al poder, jamás nadie se le acercaría. Pero, hete aquí que se le complicó. Un juez no se creyó lo de los privilegios y una parte de la caverna ya no quiso creerse el cuento. Y el príncipe se convirtió en sapo. Ella, seguramente, no entiende nada. Porque las princesas no comprenden ni necesitan comprender nada. Para eso son princesas. Naces princesa, vives princesa y mueres princesa, arropada con tus privilegios. Pero el sapo la ha despertado del sueño. Y ella se siente sapo también. ¿Llora la princesa? Pues seguro que sí. La infanta, la casi princesa, llora porque ahora se ve saltando de charca en charca, cazando con su larga lengua insectos asquerosos entre el cieno de la caverna. La princesa llora. Pero son lágrimas de sapo. Que deben ser como las de cocodrilo. Los sentimos, Cristina. Los demás ya hemos llorado demasiado como para apiadarnos de tus lágrimas de sapo. Cristina, la sapo, e Iñaki, el sapo, deben llorar. Les toca por una puñetera vez. Y quizás así entienda que, aunque el cuento diga lo contrario, ellos nunca fueron más que sapos con privilegios. Que es, ya lo he dicho, otra manera de ejercer la violencia.

12 enero, 2016

Puigdemont esencial

En la caverna, no todo el mundo entiende. Las cosas pasan porque tienen que pasar y punto. Así es en la caverna. Pero no todo el mundo entiende. La racionalidad que no aparece en las urnas se remienda en los despachos y salones. Es así. Lleva siglos siendo así. Muchos. Las esencias se perpetúan. Los errores se solventan. Las voluntades, las democracias y otras zarandajas, se enderezan en los salones. Al final, todo cuadra con el orden exquisito que los iluminados diseñan. Ha sido, es y será. Pero no todo el mundo entiende. Le pasa a @arqueoleg. En su blog, dice unas cosas... ¡Ay! ¡Ay, ay, ay! ¡Qué cosas dice! Pues no voy y leo en su blog que el molt honorable Carles Puigdemont ha tirado del españolismo del PP para gobernar el Ajuntament de Girona. ¡Habrase visto tamaña osadía! Y es que, seguramente, el Arqueòleg no entiende. Son cosas de la política de salón. También dice que Puigdemont intentó desalojar un bloque de pisos de Salt ocupado por la PAH y que fue el Tribunal de Estrasburgo quien lo impidió. O que puso cadenas en los contenedores de un supermercado para que los pobres no pudieran rebuscar comida. ¡Qué cosas dices, Arqueòleg! Quizás no entiendes. Es que, señores, hay que poner orden y concierto en la caverna. Los del hambre no pueden comer así como así. ¡Qué cosas! Y los de la vivienda...pues que se jodan. En la caverna somos gente de orden y paz. Entiéndase, del orden sosegado y muy conservador. De la paz de las jerarquías y la limosna. Es que hay que ganarse el cielo. El cielo, aclaro, es algo así como la supercaverna. O la recontracaverna. La rehostia de la caverna. Lo digo para los que no entiendan cómo funciona esto. Como el Arqueòleg. El cielo es, por ejemplo, donde van los santos, los mártires y las beatas. Y Puigdemont es mucho de ganarse el cielo. ¿Por dónde se gana el cielo? Pues no lo sé, pero él hasta le puso lubricante cuando hubo que enviar a tres beatas al cielo. Él y un señor del PP se encargaron. Un ministro. Es que el cielo, o la supercaverna, se gana siendo un hombre de orden y paz. Ya lo he dicho y esto lo sabemos todos en la caverna. Excepto los marxistas. Los marxistas no se ganan el cielo. Los marxistas son como el Arqueòleg, que no se ganarán el cielo porque no bajan la cabeza al orden y la paz de los señores de los salones. Por eso no le gustan los marxistas a Puigdemont. Le revuelven las entrañas. Le ponen los pelos de punta. Es un decir. Es difícil ponerle los pelos de punta. No hay narices a controlar ese desaguisado. Suerte que la paz y el orden los lleva más abajo, en el corazón, junto a la cartera. Muy nacional, por cierto.

11 enero, 2016

En pelotas

¿Qué sería de la caverna sin pelotas? ¡Por Dios! Las pelotas son uno de los pilares de la caverna moderna. En nuestro afán por hacernos modernos, hemos conseguido cambiar los pendones de guerra y las corazas y lanzas, por pelotas que enervan las almas y sosiegan los ánimos. El circo ahora se representa en campos de fútbol. Ahora la épica ya no se escribe con sangre y muerte en la arena. La épica postmoderna se escribe con once tíos vestidos en cazoncillos. Todo es muy motivador. Todo es ilusionante. Humillante para los otros. Cuanto más humillante para los otros, más satisfacción para los nuestros. ¡Qué gozo para el alma cuando los otros bajan la cabeza al ver a uno de los nuestros alcanzar la gloria! ¡Qué belleza verlos correr, sudar, vomitar, vociferar, dar patadas a los otros! ¡Y meterla! ¡Dios, qué placer verla entrar! Cuando alguno de los nuestros la mete, todos la hemos metido. El éxtasis. Gritamos como osos, nos abrazamos, perdemos todo control. El furor más primario de la manada se deshace de todo grillete y explota. Aunque también es cierto que no todo el mundo lo entiende. Decía Pepe Rubianes que ver un partido de fútbol y decir "hemos ganado" tendría que ser como ver una película porno y decir "hemos follado". ¡Ay, Pepe, que no entendías el furor cavernario! Los cavernarios somos mucho más primarios que todo eso. Machacar al contrario es como oler la sangre del enemigo. Y la sangre del enemigo se saborea mejor en manada. El placer del sexo es solo individual. Nada que ver con la manada.

Como digo, nos encantan ver a los tíos en calzones corretear por el verde césped detrás de una pelota. En las televisiones cavernarias ofrecemos noticias, primicias, cotilleos, discutimos sobre las sonrisas, las miradas, los estornudos y los bufidos. Cuando es Ronaldo, TeleMadrid se explaya y conduce al orgásmico clímax a los foribundos seguidores. Cuando es Messi, TV3 se explaya y conduce al orgásmico clímax a los foribundos seguidores. ¿Diferencias? Ninguna. La manada dirigida por las pantallas. Y ya sabemos que las pantallas del fondo son el secreto de la caverna. Ver, comentar, repetir, discutir, humillar -otra vez-, repetir, vociferar, repetir, vociferar, humillar, repetir, humillar,... Y así. Se dicen periodistas. Pero no son más que delirantes conductores de los rugidos de la manada. Allí y aquí. Aquí y allí. No hay diferencias. Más allá de los colores. Siempre es lo mismo. Vociferar y humillar.

En la caverna, nos ponen más once tíos en calzoncillos dando patadas a una pelota que saber que en Madaya mueren, día a día, seres humanos presos del hambre y la guerra. ¡Viva la caverna!

10 enero, 2016

El ajo catalán

Creo que fue Victoria Beckham la que en algún momento dijo que España olía a ajo. Así, como despectivo y agreste lo dijo. Como es ella. Incapaz. Aunque quizás tenga razón. Es que el ajo se huele en los demás solo cuando antes no has comido ajo. En la caverna todos comemos ajos. Y, claro, no nos escandalizamos. Andamos con las narices metidas en los gaznates de los "otros" por si les olemos el ajo, pero no. Desde Cádiz a La Junquera. Es así. Los etnicistas quieren ver diferencias. En cuanto a los ajos. Diferencias sociales, ideológicas, culturales, históricas,... Las mil y una. La polla en vinagre, que diría un muy admirado mío. Y, por cierto, que el vinagre también debe apestar. Pero volvamos al ajo. En la caverna huele tanto a ajo en La Junquera o en Manresa como en Úbeda o Puerto Hurraco. ¿Ejemplos? Igual se enerva Rajoy diciendo que el sentido común es él, como se enerva Mas afirmando que él es el Bien. Porque de encarnaciones metafísicas también somos mucho en la caverna. Igual recorta uno como otro e igual representan uno y otro a los que tienen la sartén por el mango. También igual uno y otro se enredan en las banderas nacionales para soliviantarse y amordazar las almas de los cavernarios. Igual se comen con patatas a los antisistema como a los reformistas y rojos. También los dos son mucho de digitalizar. Y levantan sus dedos para señalar a quienes han de manejar los hornos. Igual. Uno y otro. Y si no es así, qué me digan cómo es posible que el ajo igual dé sabor al allioli como al gazpacho. Porque, sinceramente, un gazpachito y después unas costelletes amb allioli son un regalo para el paladar cavernario.

09 enero, 2016

CUP, ¿anticapitalismo?

El anticapitalismo de la CUP se ha mantenido firme durante tres meses. En Catalunya, derrotado y cautivo una vez más, el anticapitalismo se deja mecer por lo cantos de las sirenas nacionales. Pagará su osadía. Se atrevió a desafiar al President. Concentró toda su oposición en el President. Y el President ha caído. Pagará su osadía. Porque el espectáculo estaba montado con una muñeca rusa. Hay otro Mas en Puigdemont. Y si Puidemont desapareciera, habría otro Mas-Puigdemont. Eso no lo entendió la CUP. Pagará su osadía. Como tampoco entendió la CUP que el anticapitalismo debería ser algo más que una pose. No se puede hacer la revolución en la caverna negociando con el que ha estado explotando a tu clase. Claro, eso si el anticapitalismo es la lucha de clases. Igual es que yo no lo entendí y el anticapitalismo es solo una rebeldía sin recorrido. ¡A jugar a tu casa! Pagará su osadía. Y pagará con dos cautivos. Dos rehenes que JxS dispondrá en sus filas. Y bajar la cabeza para soportar una mayoría parlamentaria muy capitalista. Porque ése es el precio. Ha dicho el aún President. Pagará su osadía. ¿Qué pasará cuando la CUP deba votar las subvenciones a los colegios del Opus? ¿Qué pasará cuando la CUP deba votar la privatización de la sanidad? ¿Qué pasará cuando la CUP deba votar mantener los privilegios de los que desde siempre han gobernado Catalunya? Pagará su osadía. Los burgueses inventaron la nación hace poco más de un siglo. Era la única manera de mantener sus privilegios. Y en las redes de la nación ha caído el anticapitalismo de la CUP. Pagará su osadía.

05 enero, 2016

Carmena y Reinas Magas

En la caverna los Reyes Magos no son reyes ni magos. Eso sí, tienen que ser hombres. Baltasar puede no ser negro. Se pinta y sanseacabó el problema. Porque si los ojos fueran escrupulosos, igual Baltasar debería ser un negro. O, se me ocurre, si Baltasar no es negro, igual Melchor podría ser un negro pintado de blanco. ¿No es lo mismo? Pues no, no es lo mismo. Ya sé que parece increíble. Pero, en la caverna, no es lo mismo un negro pintado de blanco que un blanco pintado de negro.

Algo parecido pasa con los pajes. Los pajes pueden no ser pajes. Pueden ser pajas. Una mujer con mallas, en la caverna, siempre es bienvenida. Y si es con escote, mejor. Un hombre en mallas no es tan agradecido. Pero una mujer con las ropas bien apretadas, unas plumas y un escote, hace de paje fenomenalmente. Claro, todo esto visto con ojos de macho. Con ojos de muy macho.

¡Una mujer! ¡Un negro! Igual lo que no gusta no es eso exactamente. Igual lo que no gusta es que las mujeres representen el papel de rey y, además, mago. Como tampoco gusta que un negro represente a un rey blanco. El caso es que en la caverna se lleva muy mal que se disfrace una mujer con las barbas de Melchor o que un negro haga de blanco. Y además todos eso lo defendemos apelando a la tradición, o al buen gusto, o a la fidelidad a no se sabe bien qué principio. Otra cosa no, pero aquí abajo se nos da muy bien disfrazar nuestras miserias con argumentos muy afilados. Tan afilados como miserables.

A la alcaldesa Carmena se le ocurrió disfrazar a mujeres de Reyes Magos. Y la lió. Los perros ladraron. De la misma manera, Carmena eliminó el privilegio de los vástagos de los más poderosos a tener un asiento cercano a sus majestades. Y cedió ese privilegio a los minusválidos. Y la lió. Pero los perros no ladraron en este caso. No sé si porque no está bien visto. El caso es que si Carmena hubiera vuelto a poner señoras pajes con mallas y escotes, nadie hubiera protestado.

04 enero, 2016

El odio contra la CUP

En la caverna se nos acumula la bilis. Por lo general, poco a poco. O en un plis plas nos sale a borbotones cuando nos remueven las miserias. Sin control y con la intención dañina. Ahora en Catalunya. Se nos ha ido la olla. Así te lo digo. Desde que las CUP han decidido ser fieles a lo que prometieron en campaña, la pureza virginal del independentismo de les tietes se ha desatado. En insultos. En odio. En rechazo. Es la pura agresión racial. Visceral. Irracional. Ayer llovieron chuzos de punta contra los cupaires. Y siguen lloviendo hoy.

La Presidenta del Parlament se olvidó de que era presidenta. Tampoco es muy extraño. En realidad nunca ha sido presidenta. Está poseída por sus propios deseos y miserias. Todos los que apostaron por JxS definieron claramente su enemigo. Odiado. Repudiado. La CUP. Ya no son de los nuestros, dijeron. Pero la bilis, insisto, salió a borbotones. Àlex de Jaureguizar, @DeJaureguizar, parece ser que profesor universitario, horneo sus tuits con delicadezas como "puta asquerosa", "te vas a la puta mierda demagogo" (sin coma), "los hijos de puta de la CUP". Lindezas. Esto es adhesión. Compromiso. De la misma manera, Joan Guiraro, articulista, llama "puta traidora" a Anna Gabriel, militante de les CUP. ¿Por qué? Porque la misoginia le salió del alma. Un alma frustrada. Desilusionada. Es decir, atontado por sus propias miserias. ¿Quieren más? Busquen en Tuitter y verán desatadas las ánimas patrióticas. Pero, que nadie se ría. Aquí todos pagamos. Que los salvadores de España también juegan las mismas cartas. Al fin y al cabo, todos estamos en la caverna.

Aprendiendo a odiar

Por supuesto, en la caverna nos educan. Desde pequeñitos. Observamos en los demás y aprendemos. Copiamos los comportamientos. Calcamos las actitudes. Asumimos las miserias que nuestros cavernarios antepasados nos han legado. Es así como aprendemos a odiar. Con gusto y entusiasmo. Mamando la bilis. Agria y punzante. ¿Qué odiamos? Pues todo lo diferente. Lo que no somos siempre es odiable. Porque si odiamos, somos. Porque odiando sabemos quiénes somos. Porque no queremos ser ellos. Porque no son de los nuestros. Y nosotros y lo nuestro, una vez definido, es primacía. Odiamos también a los débiles. Porque no son fuertes. O más bien porque queremos ser fuertes a su costa. O quizás porque no queremos ser ellos ni queremos que ellos sean. Homofobia. Aporofobia. Xenofobia. Machismo. Son los extremos. Aunque entre los velos de lo consentido se esconden otros odios. Más tenues. Deslizantes. De esos que enorgullecen. Inflaman el espíritu. Colorean y dan sentido de pertenencia. Eres parte de la caverna y cantaremos juntos las grandezas de nuestros odios y miserias.

Por lo tanto, cuando odiamos, nos construimos. Nos educamos, quería decir. Somos por oposición. Por negación. Revueltos de espalda. Somos en la diferencia. Y en el odio. Lo más nítido es el odio. Cuanto más odiamos, más claramente nos definimos. Porque nadie quiere no ser. Por eso necesitamos ser diferentes y muy grandes. Y es así como el limo de la caverna se va alimentando. Poco a poco. Secularmente. Con el disfraz de la cultura. Propia. Identitaria. Con el odio. El cieno no apareció en la caverna, el cieno fue creciendo denso al ritmo de la historia. El odio y nuestras miserias han hecho crecer el cieno hasta alcanzarnos el pescuezo. Ahí, justo ahí donde solo es posible respirar. Ya nadie recuerda cómo era la caverna sin limo. Quizás porque siempre ha estado anegada. Con el odio. Con lo que somos. Con lo que nos hemos construido. Con el mismo odio que traspasamos a nuestros pequeños cavernarios. Porque les educamos. En el mismo odio en el que todos nos ahogaremos alguna vez.

03 enero, 2016

Nacional y patético

Introducción. Patético, que mueve el ánimo hacia sentimientos de dolor o tristeza. Que nos conduce hacia la melancolía. Que nos despierta tristeza, comprensión en el dolor, el abandono hacia el sufrimiento. Lo patético nos quiere ganar el compadecimiento. Porque el patético ya se autocompadece.  Y no le duelen prendas en mostrarlo. Es parte de su patetismo. Porque el patetismo es un ardid. En arte. En las relaciones familiares. En política. En la caverna también somos patéticos. En ocasiones.

Desarrollo. Unos cuantos personajes se encierran en Barcelona para ayunar durante 24 horas. ¿Por? Pues para reclamar atención y arrastrar hacia su dolor. ¿Cuál es su dolor? Que les CUP puedan no apoyar a Mas. Patético, puesto que sufren. Patético, puesto que se sienten invadidos por el dolor. Patético, puesto que desean conducir el ánimo de los cupaires hacia su propio dolor. Y, además, ayuno. El ayuno tiene algo de místico. Y de purificación. Es el castigo al cuerpo. Lo material debe abandonarse por un bien que está más allá. Espiritual. Más elevado. Más puro. El ayuno nos acerca a lo sublime. ¿Y qué es lo sublime? Su opción: Junts Pel Sí. Todo por la patria. Que igual vocearía un guardia civil que un mártir patriótico. La patria. Una empresa que está más allá del cuerpo. La disolución del individuo en la manada. La patria exige entrega. La patria es el horizonte final de la existencia individual.  El patetismo es un paso hacia el horizonte. Nos lanzamos a lo patético para liberar a la patria. Y en lo patético esperamos encontrarnos los puros. Lo patético: el dolor místico y puro: ayuno de 24 horas. Después, ya si eso, nos pedimos unas pizzas.

Conclusiones. Les CUP dispondrán.

02 enero, 2016

Feminicidio

En la caverna somos mucho de poseernos. Los hay que poseen cieno. O territorio o riquezas, que es como les gusta llamarlo. Y muchos desean poseer personas. Cuando poseemos personas, los fuertes sacan tajada. Los débiles son a los que hay que someter. ¿De qué tipo de débiles hablamos? Pues los hay de todos los tipos. Extranjeros que no tienen nada. Pobres que tampoco tienen nada. Todos esos son fáciles de someter porque desean vivir y se les chantajea fácil. Y después están las mujeres. Nos decimos entre nosotros que nos queremos, pero en realidad nos poseemos. A veces a eso le llamamos amor. Los hombres son fuertes. Tienen fuerza física. La fuerza de someter a base de hostias y pies en el cuello. Las mujeres no tienen tanta fuerza física y no pueden defenderse fácilmente de las hostias. Así que los hombres muy machos someten a mujeres. Las de casa. Esposas, hermanas o abuelas. Da igual. Las que no son de casa. Prostitutas, empleadas o desconocidas. Es igual. Los hombres, muy machos, son así. Necesitan sentir que poseen. Y como son cobardes, solo pueden someter al que creen más débil.

Ser macho, en la caverna, significa pavonear la fuerza. Cuando el macho o machito declara amor, en realidad declara a la mujer objeto sometido. Es suya. Nadie la puede mirar. Ni desear. Si otro la mira o desea, ella es la culpable. Si no se deja someter, ella es la culpable. Si no se muestra sumisa, ella es la culpable. El macho o machito siempre acaba por echarle la culpa a ella. Porque es un cobarde de mierda, claro. Solo se atreve con el que cree que es más débil. Hay maridos que esclavizan a sus mujeres. En casa, como sirvientas. En la cama, como sirvientas. En la vida, como sirvientas. Y dicen que las aman. Hay jefes que esclavizan a sus empleadas. Pagan mal. Menosprecian. Acosan. Se sienten mejor, más importantes, más machitos. La prostitución es otra forma de someter. Pagando se consigue el derecho de poseer por un rato. No es juego, es sometimiento.No es seducción, es sometimiento. Y cuando los límites del machito se desbordan, llegan incluso a matarlas. El delirio del sometimiento llega con la muerte. Pero, no nos olvidemos, antes el horror y el miedo ya había hecho demasiado daño.

En la caverna acabamos el año con el asesinato de una mujer. Y hemos comenzado el año con otro asesinato. Con dos, porque el cabrón también mató a su bebé. En la caverna, cambiar de año no significa dejar de matar. Los machitos siguen siendo machitos.

Ah, por cierto, en la caverna también hay quien no quiere vivir en la caverna con machitos ni asesinos. Os lo aconsejo: http://www.feminicidio.net/.