20 mayo, 2018

República o monarquía

Soy catalán. No soy independentista. Soy republicano. Y ya me estoy metiendo en camisa de once varas. Aclaración: una camisa de once varas es una camisa muy ancha, pero parece ser que la expresión de marras se refiere a meter a un chiquillo por la manga de una camisa de once varas, con lo que la cosa se complica y el dicho adquiere sentido.  En fin, al lío, que definirse como catalán, republicano y no independentista, tal y como está la situación, ya es meterse en una manga muy estrecha. Las contradicciones las llevamos todos como mejor podemos y las solventamos según nos permite nuestro entendimiento. En síntesis: estoy convencido de que la solidaridad entre pueblos ha de ser un principio fundamental, no creo en las disnatías para definir al jefe de un estado que nos ha de gobernar, las naciones son un remora del pasado que debemos superar, el republicanismo representa un corpus de valores más que una forma de gobierno, la diversidad enriquece, los reyes representan los privilegios de una sociedad estamental medieval, como también la clase social y la riqueza son fórmulas para mantener a un grupo de privilegiados en el poder, la pluralidad es fundamental en la construcción de sociedades progresistas, las tradiciones nunca deben definir el progreso del futuro, las personas están por encima de las patrias,... y ya está bien, de momento.

Dicho todo eso a modo de introducción, sí que escucho demasiados argumentos pueriles. Aclaración: argumentos de niños, generalmente malcriados, que creen que las pataletas y la argumentación pasional debe pasar por encima de la reflexión política racional. ¿Cuáles son estos argumentos pueriles? Pues creer que defender una república, per se, ya es suficiente para defender los valores republicanos. Y no. Reduccionismo pueril. Creo que ya lo he dicho. Desde Catalunya se han glorificado estados como Dinamarca o Suecia, estados que son monarquías y no parace que vayan a tomar, a corto o medio plazo, el camino de la república. Estas monarquías, tan extemporáneas como la española, no están en duda en sus paises. Y si miramos hacia la república italiana o la francesa, vemos como las políticas insolidarias y de "entorpecimiento democrático" están en auge y amenazan con imponerse en cada elección. Por lo tanto, el republicanismo independentista debería explicar qué tipo de republicanismo propone o no desgastar una palabras que debería llevar incluídos los valores que, al menos algunos, le suponemos.

A modo de contrargumentación, recordemos que Rull y Turull avalaron ante un tribunal la inocencia y la valía de Oriol Pujol. Recordemos como entusiastas de Junts per Catalunya rinden homenaje a Jordi Pujol. Recordemos que las políticas de la derecha que hoy aboga por la república en Catalunya han sido políticas tan o más reaccionarias que las políticas de la derecha española. Recordemos que los que hoy se proclaman republicanos y han gobernado en Catalunya han subido tasas universitarias, dejado de la mano de Diós a pobres e inmigrantes, que en absoluto han desarrollado políticas paritarias, que se han olvidado sistemáticamente de las periferias, que han proclamado la pureza de la raza,... No. De ninguna manera deseo esa república. De ninguna manera son esos los valores del republicanismo. No los han representado nunca y nunca los van a defender. No soy monárquico, pero eso no implica que cualquier república pueda representar una mejora. De hecho, en más de una conversación muchos catalanes pensamos que la república es para algunos un mal menor, a falta de un rey que les pudiera encajar en la manga de su camisa de once varas. Discutamos sobre república y de los valores que deberían fundamentarla y déjense de disfrazar su nacional-catolicismo detrás de una bandera que no les corresponde.

22 abril, 2018

Vivan los apestados

La disidencia no está de moda. Y ojalá tan sólo fuera eso: quedar al margen de las modas. Pocos disidentes quedan. Pocos y cada vez más escondidos. Sin embargo, en los tiempos de los gulags, los disidentes eran héroes vitoreados, la pureza de la libertad de pensamiento, la encarnación del contrapoder. Hoy, sólo son apestados. Apestados porque nadie los quiere a su lado. Apestados porque las patrias los expulsan. Apestados porque son locos que no entienden que los tiempos han cambiado. El gulag ha vencido sin necesidad de malalimentar a sus condenados. ¿Puede haber una victoria más clamorosa? Y el  disidente arrastra los pies en silencio, con el miedo a ser decapitado por pensar al margen de la manada.

Veo en los nacionalismos cómo los disidentes son apartados. (Aclaro: el nacionalismo es hoy esa fuerza que vehicula el odio y la necesidad de imponerse por encima de la diferencia, menospreciando cualquier visión de la realidad que no sea la del color de su bandera, es decir, pura necedad). Digo que veo como el pensamiento disidente es enterrado en vida. Veo que en sus televisiones no sólo son silenciados, sino que también son estigmatizados, insultados y ridiculizados. La patria no perdona jamás. Las patrias nunca han sido madres, las patrias sólo han sido madrastras: acogen al silencioso, al corderito que espera ser alimentado o degollado. Y la traición siempre es condenada al son de los vitores de sus enloquecidos patriotas. Esos, los patriotas, son capaces de darlo todo, absolutamente todo, por la patria. La sumisión total, propia e impropia, además de la persecución de lo ajeno y diferente. Y da igual que la patria sea tricornoidal o que sea cuatribarrada. Los disidentes no pueden alzar la voz. Ni tan solo pueden susurrar los atropellos. El disidente catalán no puede mencionar las vergüenzas autoritarias: 6 y 7 de septiembre, por ejemplo; Llei de Transitorietat, otro ejemplo; sumisión vergonzosa a un líder narcisista, otro más; ausencia total de autocrítica, otro. El catalán disidente, el amante de la república, no puede susurrar esos tics que avergonzarían a cualquier defensor de las libertades y de la democracia, es decir, los tics que avergonzarían a cualquier republicano. ¿Y el español? El español disidente no puede susurrar ante los mandobles de la espada justiciera que reparten los rancios y autoritarios defensores de los valores patrios. Venganza y crueldad contra los que osaron levantar la voz. El disidente español ve atónito como se persiguen y condenan a todos los que se atreven a discutir el poder: persecución de raperos y titiriteros irreverentes, un ejemplo; condena del que reparte exabruptos contra la religión, otro ejemplo; encarcelación del que enfrenta su nacionalismo contra el nacionalismo de estado, otro más; o persecución de camisetas amarillas, símbolos varios, en una deriva enloquecida y ridícula.

Los disidentes deben callar. Los que no nos identificamos ni con unos ni con otros, estamos amordazados y avergonzados ante la realidad. Y, a pesar de todo, sabemos que sólo los disidentes seremos capaces de ofrecer alguna salida a la sinrazón. Porque, más tarde o temprano, será un disidente el que nos diga que no podemos seguir así. Aunque, mientras tanto, los disidentes debamos callar. No, perdón, me he equivocado: los disidentes no es que debamos callar, los disidentes vivimos amordazados con aquellas banderas que engalanan actos vergonzosos y que ni tan siquiera nos dejan respirar. Vivan los apestados. O al menos, por favor, sobrevivan a esta sinrazón.

12 febrero, 2018

Portavozas y otras miserias

Lo cierto es que "portavoza" no ha sido una buena idea. Yo creo que había otras muchas palabras más adecuadas. "Portavoza" no. De hecho, "voz" es una palabra femenina. Y, por tanto, con "portavoz" debería sonar mucho mejor "la" que "el". Pero somos animales de costumbres y el oído también se acostumbra. Aunque el problema no es que seamos animales de costumbres, sino que el problema es que vivimos en una caverna. Y el ambiente viciado durante siglos en un lugar que nunca hemos llegado a airear de verdad, provoca conexiones neuronales extrañas y perversas que acaban por ser asumidas como normales.

Pues eso. Quizás Irene Montero no eligió bien la palabra, cierto. Pero a la luz de las reacciones absurdas, irracionales y perfectamente coherentes con el aire viciado de la caverna, podemos decir que "portavoza" ha cumplido perfectamente su misión. ¿Por qué? Pues porque se les han encrespado las cerdas a más de un tertuliano y a muchos voceras cavernarios. Enseguida han reaccionado como ellos saben reaccionar: el insulto, la burla y las faltas de respeto constantes a una señora diputada. Porque al ser señora, es mucho más fácil reaccionar. Se saben seguros.

En esta maldita caverna las mujeres son olvidadas. O menospreciadas sin rubor. Por eso, cuando una se atreve a alzar la voz, las jaurías se lanzan a destruirla. ¿Para qué? Pues para escarmiento del resto. Si la que alza la voz es destruida, ¿se atreverán las otras a alzar la voz? Pero no. Ahora ya no. Porque ahora el feminismo ya no es simplemente una pataleta, como quisieron hacernos creer. Ahora el feminismo es un grito que, por fin, asumimos muchos como una denuncia de la desigualdad y la injusticia. Y, entre elegir a los cavernarios chistosos o a una "portavoza", elegimos a la portavoza.

En esta batalla no se trata de apoyar a una determinada opción política. Me da igual que sea de Podemos o de cualquier otro signo político. Se trata de apoyar sin fisuras el grito que reclama la igualdad y la justicia social -una más de las muchas justicias sociales que nos quedan por conquistar. Porque, como ya he dicho en otras ocasiones, ya no se trata simplemente de no reír los chistes machistas o de argumentar racionalmente lo que es racional, es decir, la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres. Ahora ya no se trata simplemente de eso. Ahora se trata de ser beligerante con los que no quieren mover nada, con los que siguen abusando de su poder machista. Y en este batalla, en este momento, cualquier duda, cualquier risita que apoye a los machistas, es un argumento para que sigan oprimiendo, abusando o incluso matando. Así pues, mis respetos y todo mi apoyo, señora portavoza.