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01 abril, 2024

Mujeres asesinadas

Las mujeres siguen muriendo asesinadas. Es un hecho. Sabemos que, hoy por hoy, hemos cerrado el año 2023 en España con 56 mujeres presuntamente asesinadas a consecuencia de la violencia machista. Según los datos oficiales del Ministerio de Igualdad. En los últimos veinte años han muerto asesinadas más de 1200 víctimas en la caverna española. Y, además, aún deberíamos añadir a todas las que no están recogidas en esta estadística.

Más de una vez, seguro que muchos nos hemos preguntado qué hacer ante estas tragedias. Tragedias terribles que las víctimas han tenido que soportar durante demasiado tiempo. Porque estas mujeres, además de asesinadas, en muchas ocasiones han tenido que vivir inmersas en el miedo durante meses o años. Mujeres que han tenido que vivir en la angustia de no saber cuándo les atacaría la bestia, ahogadas en un sufrimiento físico y existencial continuo. Ellas y sus hijos. El fondo pestilente de la caverna es así.

Debemos pensar que la muerte para estas mujeres fue el último capítulo de una historia estremecedora. Y también debemos pensar en cómo afectará al futuro de otras personas. En cómo los hijos tendrán que vivir sin la madre maltratada, golpeada, vejada y asesinada por una bestia despreciable que era su padre. Son hijos de una madre asesinada y de un asesino. ¿Cómo vivir con esa cicatriz? ¿Se supera alguna vez la rabia y el miedo?

Y vuelve la pregunta: ¿qué hacer ante la tragedia? Porque somos muchos los que queremos hacer algo. Seguro. Por supuesto, debemos denunciar en caso de ser testigos de un acto de violencia y debemos acoger a las víctimas, si nos piden ayuda. Pero también podemos hacer algo más. Y se me ocurre otras pequeñas cosas que multiplicadas por miles de activistas afectarían en positivo sobre nuestro mundo más inmediato. Podemos, pues, no mirar hacia otro lado. Debemos ser conscientes y hacer conscientes a los más cercanos de la terrible lacra. Por ejemplo, asistiendo a las concentraciones que convocan asociaciones y ayuntamientos, enfrentándonos a los negacionistas, a los estúpidos justificadores.

Pero también podríamos no reír las gracias y chistes de los machistas, podríamos reprochar sus comentarios de odio. Eso es muy cavernario. Y podemos, sobre todo, educar a nuestros hijos en el respeto y el rechazo a toda violencia.

Y un paso más. También podemos rechazar abiertamente a quien no reconoce la violencia machista e intenta esconderla bajo miserables eufemismos. Digamos no y no les votemos. Es más, no les demos ni agua. Deben saber de forma rotunda que tienen una sociedad en su contra, en contra de su violencia y en contra de esa mierda de masculinidad.


(Traducción del artículo publicado en el número de febrero de 2024 de ElMirall.net) 


21 noviembre, 2017

Guía para machitos imbéciles

En la caverna hay muchos machos. O machitos. Demasiados para mi gusto y para desgracia de muchas mujeres. La caverna está llena de necios que creen que al ser hombres -o machos, como a ellos les gusta verse- tienen derechos sobre otras personas. Derechos sobre las mujeres, sobre todo. Estos machitos están en las clases más bajas, pero también en las medias y las altas. Estas últimas son más dadas al disimulo y la apariencia. Pero el sentimiento machista es el mismo. O por lo menos despierta la misma repugnancia, aunque sea más refinado. Y quizás esos machitos necesitan que alguien les explique, que les ayuden con unos pocos consejos. Con esa intención he pensado que sería bueno crear una "Guía para machitos imbéciles". Lo de imbéciles es una licencia que me he permitido añadir. Espero que se me entienda. Al grano. Con toda mi buena voluntad, creo que igual tres consejos pueden ayudar a estos... machitos, para que al fin se reconozcan tan necios y repugnantes como les ven muchas otras personas. Sobre todo la inmensa mayoría de las mujeres. Bien, ahí va. Que os aproveche.

Primer consejo. Eso que os pica en la entrepierna es un problema vuestro. Apuntad: "mi entrepierna es mi problema". Es exclusivamente vuestro. Ése no es el problema de ninguna mujer. Si fuera el problema de alguna mujer, entonces ella podría optar por diversas soluciones. Entre esas soluciones podría encontrarse la cirugía o la castración química o filetear para carpaccio el colgajo ése de la entrepierna, por ejemplo. Pero, por suerte para vosotros, no es un problema de ninguna mujer. Por tanto, nadie puede optar por extirparos o filetearos el pingajo. Aunque, escuchad bien otra consecuencia: no siendo el problema de ninguna mujer, tampoco ninguna de ellas tiene por qué solucionaros el picor. ¿Pica la entrepierna? Pues a rascarse. Y para ello podéis utilizar cualquier cosa inanimada que os convenga. Por ejemplo, papel de lija. Y frotáis y frotáis como si no hubiera un mañana.

Segundo consejo. Nadie merece que le suelten vómitos a los pies. Apuntad: "eso que yo considero un piropo tan ocurrente no es más que una repugnante señal de alarma para los demás". Y digo esto porque cualquier mujer puede vestirse como quiera, perfumarse y peinarse como le venga en gana, sin que por ello tenga que escuchar alguna obscenidad maloliente. Y si a ti te gusta como se viste o se peina, pues mejor. Pero, que te guste a ti, de ningún modo eso te permite increparla o molestarla de ninguna manera. Piensa que lo que tú llamas un piropo, generalmente es una frase babosa que pocas veces puede encantar a nadie con dos dedos de frente. Y aviso: las mujeres suelen tener más de dos dedos de frente. No todo el mundo es como tú. Algún machito pensará, "pero es que al verlas me pica la entrepierna". Pues entonces vuelve al paso uno y procura utilizar el papel de lija más gordo o una lima para acero.

Tercer paso. El amor no es meterla. Así te lo digo para que lo entiendas clarito. Apuntad: "Amar no es meter el pingajo a cualquier precio y donde sea". El amor es otra cosa mucho más complicada. Para explicártelo necesitaría hacerte unos dibujitos y quizás algunos meses de largas disertaciones. Porque, al ser el amor una cosa tan complicada, no creo que con cuatro frases pudieras llegar a entender algo. Eso sí, puedo explicarte algunas cosas que normalmente haces y que para nada son amor. Por ejemplo, no es amor tratar a los demás como si fueras el amo de un harem. No es amor someter a alguien a tu voluntad. No es amor hacer sufrir a otra persona. No es amor pegar. No es amor menospreciar. No es amor que te tengan miedo. Nada de eso es amor, so imbécil. Supongo que en algún momento lo has intuido, pero alguien te lo tiene que escupir a la cara. Y yo sé que te gusta que te amen, pero deberás ganártelo. Nunca podrás exigirlo ni provocarlo a golpes. Y si te pica el colgajo y aún crees que eso es amor, volvamos al primer consejo y ahora ya puedes utilizar un guante de puas.

Hemos empezado con tres consejos muy básicos. Quizás otro día, si superas esta primera prueba, te pueda explicar que el sufrimiento de otra persona nunca te ofrecerá el placer de sentirte querido. Quizás otro día te explicaré que con el dolor sólo provocas en los demás odio y asco. Anda, aplícate un poquito.

15 noviembre, 2017

Machismo y feminicidio en Facebook

Muy triste. Cada semana escuchamos que una mujer muere a manos de un animal. Cada semana leemos que un energúmeno ha matado a una mujer o a su hijo o a ambos. Una animalada. Una animalada trágica y muy triste. Y eso, siendo humanos, debería avergonzar a todo ser humano. Seguro que hasta ahí todos estamos de acuerdo. ¡Faltaría más! Pero eso no es lo más triste. Aún hay cosas tan tristes como el asesinato de mujeres. ¿Que qué puede ser? Pues algo muy sutil que pasa inadvertido. Algo que escuchamos día a día sin que nos recorra un escalofrío por todo el cuerpo. Me refiero a esos comentarios que, de una manera u otra, justifican o desvían la atención del problema. El problema: maltratar o matar o someter a un ser indefenso por creer que se es dueño de su destino. Pero, insisto, esos otros intentan desviar o huir del problema. Y son esos otros, además, los que están afilando los cuchillos de los siguientes asesinos. Inconscientemente, de acuerdo. Sin quererlo, seguro. Pero lo están haciendo. Y esa es una guerra que deberíamos comenzar a plantear ya. Sin más dilación. La guerra contra esos otros.

Ayer, una amiga publicó en Facebook una noticia sobre el asesinato de una niña degollada por uno de esos animales, un animal que además era su padre. También publicaba una noticia sobre los violadores autoproclamados La Manada. Por cierto, serán necios y cobardes, pero han sabido encontrarse un nombre adecuado para explicar el nivel de sus acciones. Pero volvamos. Mi amiga publicó ambas noticias en Facebook. Y Facebook tiene lo que tiene. Admite reacciones de todo tipo. Cualquiera puede comentar y decir lo que le venga en gana sin antes pasar el vómito por el tamiz del intelecto. Y así nos va. He de reconocer que los comentarios no tenían la intención de animar a la violencia. Cierto. Pero, sin ellos saberlo, alimentaban la violencia. O la disculpaban. O la retorcían para explicar otras situaciones que nada tienen que ver con los hechos. Los hechos, en crudo y sin retorcer: matan a una niña de dos años y cinco machitos cobardes violan a una chica durante los Sanfermines.

Uno de los comentarios, después de mostrar su dolor por los hechos, viró hacia las separaciones matrimoniales. Mi primera reacción fue pensar que nada tenían que ver nabos con coles. Pero continué leyendo. Y leí: "...no como ahora que la mujer se queda la casa y la mitad del sueldo como mínimo. Es decir uno se separa y se tiene que ir a un piso compartido o a vivir debajo de un puente. Mientras esto no se arregle lo otro tampoco se va a solucionar". Confirmado, estaba confundiendo nabos con coles. Reaccioné intentando hacerle ver que nada tenía que ver una cosa con la otra. Le dije que estaba comparando tuercas con arándanos y que lo que estaba haciendo es banalizar la violencia como si fuera otra simple disputa en un proceso de separación. Que demostraba una carencia total de sensibilidad y que así no. Pero fue incapaz de comprenderme. O quizás fui yo incapaz de hacerme entender.

Otro comentario, después de mostrar su oposición a la violencia, derivó en una cuestión semántica. La persona en cuestión dijo que mejor utilizar el término adecuado, violencia de género. De acuerdo. Vale, pensé. Pero continué leyendo otra vez. Y este señor llegó a decir que era violencia de género porque las mujeres también matan y por tanto es el choque entre géneros, así, en general y sin distinguir cual. Además se apoyó en un argumento muy singular, "existen las carceles de mujeres y no creo que las que estén allí sean unas santas". Estuve releyendo todo el comentario varias veces. Algo se me había escapado o todo aquello sonaba mal. Muy mal. Vamos, que sonaba a argumento de estercolero. Y como me sonaba tan mal, le contesté. Le dije que nos podemos comer un plato de arroz o nos podemos comer una curva o nos podemos comer un rosco y, aunque todo sea comer, no es en absoluto lo mismo. La violencia entre dos hombres siempre es deleznable, pero la de un hombre sobre una mujer es criminal y cobarde. ¿Por qué? Pues porque un hombre abusa de su mayor fuerza y ejerce violencia para someter a una mujer. Esa es la raíz: querer someter a la fuerza la volutad de un ser humano a otro que se cree superior. El superior: el machito cobarde que debiera estar encerrado en un centro de reeducación.

Y, por último, un clásico: las denuncias falsas. El famoso argumento de Toni Cantó que cantó y mucho. Primero, porque es falso que haya un porcentaje significativo de denuncias falsas. Si no recuerdo mal, el porcentaje de denuncias falsas está por debajo del 1%. Y segundo, porque eso nunca puede disculpar el ejercicio de la violencia sobre los más débiles. Dicho de manera más clara: el machito asesino o violador jamás puede tener disculpa alguna ni argumento que desvíe la atención del problema. El problema del machito: su incapacidad para ser un ser humano respetable.

¿Y adónde quiero llegar con todo esto? Pues a que la lucha contra el machismo y la defensa del feminismo debe ser absoluta. Y con absoluta quiero decir que nadie puede disculparse de comprometerse en esta guerra. Nadie puede justificar o retorcer argumentos para justificar al asesino o para diluir la gravedad de su conducta. No podemos permitírselo a nadie. No confundamos ni miremos hacia otro lado nunca más. Nadie. Porque hasta que nuestra sociedad -es decir, todos sin excepción- no se comprometa en esta lucha contra el machismo, no acabaremos por ganar jamás esta guerra. Debemos empezar a señalar como cómplice al que desvía la mirada o al que le quita importancia a la violencia machista con la excusa de cuatro casos falsos. Porque, mientras tanto, están muriendo cientos de mujeres y otras muchas sufren la tragedia de vivir con un maltratador. Sin medias tintas. Y nuestros gobernantes debieran tomar cartas en el asunto de manera radical y urgente, sin fisuras ni titubeos.

02 enero, 2016

Feminicidio

En la caverna somos mucho de poseernos. Los hay que poseen cieno. O territorio o riquezas, que es como les gusta llamarlo. Y muchos desean poseer personas. Cuando poseemos personas, los fuertes sacan tajada. Los débiles son a los que hay que someter. ¿De qué tipo de débiles hablamos? Pues los hay de todos los tipos. Extranjeros que no tienen nada. Pobres que tampoco tienen nada. Todos esos son fáciles de someter porque desean vivir y se les chantajea fácil. Y después están las mujeres. Nos decimos entre nosotros que nos queremos, pero en realidad nos poseemos. A veces a eso le llamamos amor. Los hombres son fuertes. Tienen fuerza física. La fuerza de someter a base de hostias y pies en el cuello. Las mujeres no tienen tanta fuerza física y no pueden defenderse fácilmente de las hostias. Así que los hombres muy machos someten a mujeres. Las de casa. Esposas, hermanas o abuelas. Da igual. Las que no son de casa. Prostitutas, empleadas o desconocidas. Es igual. Los hombres, muy machos, son así. Necesitan sentir que poseen. Y como son cobardes, solo pueden someter al que creen más débil.

Ser macho, en la caverna, significa pavonear la fuerza. Cuando el macho o machito declara amor, en realidad declara a la mujer objeto sometido. Es suya. Nadie la puede mirar. Ni desear. Si otro la mira o desea, ella es la culpable. Si no se deja someter, ella es la culpable. Si no se muestra sumisa, ella es la culpable. El macho o machito siempre acaba por echarle la culpa a ella. Porque es un cobarde de mierda, claro. Solo se atreve con el que cree que es más débil. Hay maridos que esclavizan a sus mujeres. En casa, como sirvientas. En la cama, como sirvientas. En la vida, como sirvientas. Y dicen que las aman. Hay jefes que esclavizan a sus empleadas. Pagan mal. Menosprecian. Acosan. Se sienten mejor, más importantes, más machitos. La prostitución es otra forma de someter. Pagando se consigue el derecho de poseer por un rato. No es juego, es sometimiento.No es seducción, es sometimiento. Y cuando los límites del machito se desbordan, llegan incluso a matarlas. El delirio del sometimiento llega con la muerte. Pero, no nos olvidemos, antes el horror y el miedo ya había hecho demasiado daño.

En la caverna acabamos el año con el asesinato de una mujer. Y hemos comenzado el año con otro asesinato. Con dos, porque el cabrón también mató a su bebé. En la caverna, cambiar de año no significa dejar de matar. Los machitos siguen siendo machitos.

Ah, por cierto, en la caverna también hay quien no quiere vivir en la caverna con machitos ni asesinos. Os lo aconsejo: http://www.feminicidio.net/.

15 diciembre, 2015

Mujeres que mueren

En la caverna siguen muriendo mujeres. Asesinadas. Aterrorizadas mucho antes, consumidas en la soledad. Los golpes ya habían llovido en interminables tormentas. Durante años, desde la eternidad, pudriendo todo cuanto había a su alrededor, emborronando cualquier otro pasado. El mundo, una caverna maloliente. Las esperanzas se hicieron trizas, dispersas en mil pedacitos de cristal verde, perdidos bajo el lodo de la caverna. Antes de morir solo quedaba un recuerdo nauseabundo de lo que nunca tuvo que ser. Pero el hijo de puta había seguido con el puño bien cerrado. Amenazante y envalentonado. Todo un macho. A veces, solo la muerte es capaz de acabar con el sufrimiento, cierto. Pero, cuando solo la muerte es solución, es que el mundo ha abandonado a sus criaturas. Nadie acudió a los gritos y gritar se había convertido en un lamento sordo. Nadie le ofreció una mano abierta. Y el hijo de puta lo sabía. Contaba con su fuerza y con el silencio cómplice de los que miraron hacia otro lado. Con los golpes, el sufrimiento; con el silencio, las esperanzas ahogadas en la ciénaga. Nada más.

En los salones, mientras tanto, los gráficos han salido muy bonitos. ¿De qué color se pinta la muerte? ¿De qué color se pintan las columnas de mujeres asesinadas? ¿Columnas pintadas de hipocresía o de necedad cómplice? ¿Y las putas? ¿Las metemos como si fueran mujeres o las olvidamos como a putas? Es que igual las putas desmontan las columnas. Déjalo para otro día, hoy hay mitin. Bonita corbata. ¡Miserables de salón! ¡Las formas, por Dios, las formas!

En la caverna siguen muriendo mujeres. Porque son asesinadas.