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15 octubre, 2017

Legalistas y legitimistas.

Entre el Ser -etéreo, difuso, prometedor, inconsistente, fabuloso, fabulante, imaginario, indefinible y, en ocasiones, pérfido- y el Cemento -consistente, pétreo, definido, opaco, firme y, casi siempre, anclado en el presente y el pasado. En esas estamos. Entre el Ser y el Cemento -se me permitirá escribir Cemento con mayúsculas al dar nombre propio a una situació. Lo etéreo e indefininble, contra la consistente y perfectamente definido. Ésa es la escena política desde Catalunya.

Esa situación se ha centrado en diversas ocasiones en la dicotomía legal-legítimo. Como si fuera una dicotomía excluyente. Pero, ¿por qué? Pues porque algunos lo quieren dicotomizar todo hasta llevarlo al maniqueísmo. Ese terreno tan cómodo para recoger voluntades. Y para necios que buscan necios. Cuanto más claro está el "enemigo", más claro está quiénes somos "nosotros". Ellos nos hacen existir. Es la estrategia. De unos y de otros. Traducción: más adeptos (adictos), más votos. La rentabilidad, como siempre. Pero la dicotomía legal-legítimo no siempre es excluyente. Hay muchos terrenos en común, como no podría ser de otra manera. Sólo lo legal es ilegítimo cuando las voluntades, todas, están sometidas. Y aquí podríamos discutir y mucho sobre el grado de sometimiento y la cantidad de voluntades. Es igual, sigamos. El Govern ha querido llevar la discusión a lo legítimo. Terreno supra-real y, por supuesto, mucho más elevado que el terreno de lo legal: el Ser. Mientras que el Gobierno se ha empecinado en el terreno de lo legal. Terreno super-real y, por supuesto, el que debe normalizar nuestra vida cotidiana: el Cemento. Yo, por supuesto también -y por degeneración personal-, prefiero la discusión sobre legitimidades. Yo, por supuesto otra vez -y por pura ignorancia-, prefiero esquivar la discusión sobre legalidades. Y esto no quiere decir que esté a favor de un Govern o del otro Gobierno, sino que, sencillamente, creo que discutir eternamente sobre legitimidades es una necesidad -además, déjenme el derecho de estar contra los dos. Sigo. Decía que discutir sobre legitimidades es un necesidad humana. Pues como perseguir eternamente la libertad. Como luchar eternamente contra la desigualdad. Hay luchas que son y serán eternas. ¡Qué le vamos a hacer! Los humanos somos imperfectos. Todos. Como individuos y como pueblos -la perfección es aburrida y nada seductora, mejor así.

Pero discutir sobre legitimidades no nos da la legitimidad de la discusión o de los temas en los que centramos nuestra discusión de legitimidades -buf, no se cómo me ha quedado esto. El caso es que todo es muy discutible. Pongo ejemplos: derecho a decidir; derecho de autodeterminación; derecho a ser pueblo; derecho a la soberanía; derecho a construir un futuro propio; derecho a darnos besos en la boca... Todo muy etéreo -los besos en la boca, mientras no hay lengua carnal por medio, también son etéreos. Etéreo y haciendo trampas, que es lo peor. Se han dado por buenos muchos derechos. Sin discusión alguno de por medio. Sin análisis del Ser.

Los legalistas critican y analizan encerrados en sus leyes. Y no dan por bueno ni uno de esos derechos. ¿Por qué? Porque los otros son el "enemigo". Es como si el Cemento les hubiera anclado los pies y discutir sobre legitimidades les produjera vértigo. Sin más. Como un prejuicio más, vamos.

Los legitimistas dan por bueno todo derecho esté o no reconocido en el derecho legal. ¿Por qué? Porque los otros son el "enemigo". Es como si los que defienden la discusión sobre el Ser, sólo quisieran considerar etéreo lo que a ellos les va bien que sea etéreo. Es como si quisieran dar por no etéreo todo lo que no interesa que sea etéreo. Sin más. Como un prejuicio más, vamos.

Creo que las discusiones son torticeras, entre legalistas y legitimistas, porque no hay sinceridad ni voluntad. Porque hay muchos intereses cementeros disfrazados con velos etéreos. Y, ahora voy por lo mío, la filosofía debería entrar aquí a dar coscorrones a diestro y siniestro -coscorrones, no porrazos, por favor. La filosofía, al menos, debería exigir que no nos engañen, ni unos ni otros.